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miércoles, 24 de febrero de 2016

¿Por qué rescatar bancos si se pueden cerrar diputaciones?


Sin Diputaciones y Senado se podría reducir impuestos y animar consumo


Suprimiendolas se podría restar presión al BCE y bajar tributos

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Decía Goebbels -ministro de propaganda de Hitler- que una mentira se convierte en verdad si se repite mil veces. Nos han repetido hasta la saciedad que los recortes y las subidas de impuestos son "porque los exige Bruselas". Una pena que Bruselas tenga una política de comunicación tan eficaz como la del politburó chino, porque la realidad es que eso de que "lo exige Bruselas" es una verdad a medias, que, repetida mil veces, se convierte en verdad absoluta.


Lo que exige "Bruselas" es que cuadremos nuestras cuentas. Pero a "Bruselas" le da igual si es recortando gasto social, subiendo impuestos o, mejor todavía, eliminando gastos suntuosos, superfluos y suntuarios de las -muchas- administraciones del Estado.

Ya es malo que se utilice esta falacia para subir impuestos, algo que afecta al músculo de la economía, en lugar de reducir la grasa que suponen los muchos pesebres del Estado. Pero es poco comparado con el daño que nos puede hacer a partir de ahora.

Como consecuencia de la inacción de los políticos, el BCE se ha quedado solo ante el peligro de que Europa entre en un proceso de estancamiento y deflación "a la japonesa". Como no sirve de nada llenar el sistema de dinero si no hay consumo ni demanda de crédito -y no hay consumo ni demanda de crédito si no hay ni dinero en el bolsillo de los ciudadanos ni seguridad para endeudarse- la realidad es que el BCE está desesperado. Y esa desesperación se traduce en una medida peligrosa y cargada de efectos secundarios: los tipos de interés negativos.

No voy a entrar ahora en qué consiste esa medida, porque el espacio que tengo es limitado y lo importante son las consecuencias y cómo se podría evitar -o al menos moderar- esa política (quitándole presión al BCE)

Un entorno prolongado de tipos oficiales cero o negativos es nefasto para la banca. La banca toma dinero pagando por los depósitos y lo presta cobrando intereses. En un entorno de tipos cero -y no digamos negativo- le sale muy caro pagar por los depósitos -aunque sea poco-, especialmente porque, en los que mantiene en el banco central, tiene que pagar (literalmente). Por el lado de los ingresos, peor todavía: en un entorno de bajo crecimiento e incertidumbre, los bancos sólo prestan a quien tiene un buen nivel de calificación crediticia, es decir, a alguien que puede negociar a la baja el coste del préstamo (entre otras cosas porque hay otros diez bancos ofreciéndole crédito barato).

Brevemente, al final el Estado tiene que acudir al rescate del sector, directamente o por la vía sutil de subvencionar procesos de fusiones.

Consideremos -y es sólo una pequeña muestra- lo que podría ahorrar el Estado dejando de pagar un ente como son las Diputaciones Provinciales, con actividad claramente solapada y duplicada con la de comunidades autónomas y ayuntamientos. Ese dinero podría ir a reducir impuestos, fomentando así el consumo, reduciendo la presión sobre el BCE y evitando que tome medidas desesperadas.

Estamos hablando de 5.900 millones de euros (20.000 millones si se suman los de las tres diputaciones forales vascas). Si a eso sumáramos lo que cuestan organismos clientelares como el Senado o los ingresos que se podrían obtener vendiendo los inmuebles que tiene la administración en las mejores zonas de las ciudades -es falso de toda falsedad que se malvenderían, porque en esas zonas casi no han caído los precios-, no sólo ayudaríamos al BCE a sacar a Europa del estancamiento deflacionista, sino que, además, evitaríamos tener que pagar por reestructurar un sector bancario demasiado grande para un crecimiento económico tan bajo, y demasiado anticuado para sobrevivir en atmósfera cero (de tipos de interés).

No estamos hablando del chocolate del loro: el propio Gobierno reconoció en su día que podría ahorrar 35.000 millones de euros haciendo más pequeña y eficiente la Administración. Y vendiendo activos inmobiliarios. A eso habría que sumar los varios miles de millones que ya se ahorra el Estado cada año en coste de la deuda pública, gracias al estímulo (compras de bonos) del BCE. Todo ese dinero serviría no sólo para reducir los impuestos y, en consecuencia, animar el consumo, sino para, por ejemplo, reducir el paro subvencionando la creación de empleo.

Los políticos deberían planteárselo, aunque sólo fuera por egoísmo. O ayudan al BCE, o, además de los bancos, peligran sus sillones. Las últimas elecciones han demostrado que el sillón acaba en manos de partidos populistas que, por cierto, tienen sus propias "recetas" económicas. Y esas dan más miedo todavía.

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