Leyendo los comentarios se puede imaginar que el proceso de una divisa de ganarse el estatus de reserva internacional depende de obtener el sello de aprobación del FMI. Al menos esa parece ser la historia de China.
Así que resulta extraño decir que las grandes monedas internacionales del pasado evolucionaron o bien antes de que se creara el FMI o bien sin su ayuda. Pensemos en el marco alemán y el franco suizo (los dos advenedizos de las décadas de 1970 y 1980) o brevemente el yen japonés, cuando disfrutó de gran popularidad. Su aparición se debió a la vía de la estabilidad monetaria elegida por sus autoridades emisoras junto con una completa libertad frente a restricciones.
¿Por qué está entonces el mundo de la diplomacia monetaria siguiendo el sinsentido del FMI examinando si el yuan chino ha cumplido los criterios para convertirse en divisa de reserva?
Por cierto, que la última vez que la gente de Washington concedió el “estatus de divisa de reserva” fue con respecto al dólar australiano y el dólar canadiense, en vísperas del declive de las respectivas burbujas de materias primas y carry trade, que las enviaron a sus respectivos cielos.
Pekín y Washington eligen ganadores y perdedores
La pregunta respecto de por qué el mundo occidental sigue la charada de las divisa china oficial es parte de algo más general. ¿Por qué los gobiernos occidentales siguen una diplomacia de comercio sin mercado con Pekín con tanto entusiasmo?
Pensad en las repetidas veces en que los dictadores del partido comunista chino viajaron a una capital occidental concreta para entregar su lista de beneficiarios elegidos del gasto corporativo (sobre todo público) chino. Estos dictadores fueron recibidos por cargos y funcionarios serviles, que nos aseguraban que también presentarían a sus invitados, con callados susurros y comentarios inaudibles, el problema de los derechos humanos.
Y, por la misma razón, ¿por qué hay visitas de líderes occidentales a China, presentando su propia lista de industriales elegidos para asumir los nuevos acuerdos empresariales? No es la forma en que se supone que funcionan los mercados libres y el comercio libre global en particular.
Si huele a rata probablemente sea una rata y lo mismo pasa con estos tratos por colusión entre el gobierno de China y los occidentales y sus protegidos corporativos elegidos, ya sea en asuntos de divisas o de comercio o de inversión. Todo esto es un ejercicio con cierta combinación de capitalismo de compinches (¡con compinches en ambos lados!) y diplomacia secreta. Las ganancias y ganadores se mantienen deliberadamente opacos. Los perdedores son mucho menos evidentes que los ganadores, en cualquier lado de la valla, pero principios y práctica nos dicen que las pérdidas totales son mucho mayores que las ganancias.
La guerra de divisas de los compinches
En particular, ¿cuánto más próspera sería China hoy bajo un régimen de libertad de moneda y mercados que funcionaran bien, que bajo el cómodo el orden de restricciones y acceso preferentes (a capital y comercio) acordados por Pekín y los gobiernos extranjeros en connivencia? ¿Y en cuánto han distorsionado las señales que guían las manos invisibles los sistemas prioritarios de Occidente para conseguir capital chino y órdenes para destinos internos favorecidos? ¿Y hasta dónde llega el secreto (o no tan secreto) de la diplomacia monetaria del G-20, en relación con China, induciendo al episodio más grave de guerra de divisas desde la década de 1930?
Pensemos en la nuevo ofensiva monetaria lanzada por Europa el mes pasado, cuando Draghi, el jefe del BCE, apunto comentarios acerca de una ampliación de la flexibilización cuantitativa del euro, bajando un 3-4% frente al dólar de EEUU en 24 horas, lo que era el doble del grado de cualquier maniobra de la divisa china en el verano. Y en el cuadro general, la minidevaluación de la divisa de China apenas impacta en la guerra de divisas, comparada con movimientos diez o incluso veinte veces mayores en Europa y Japón en los pasados tres años.
¿Por qué entonces Pekín estuvo de acuerdo con la suave censura que se produjo en la última reunión del G-20 (en Lima) de su propia minidevaluación cuando podría haber reclamado que Europa y Japón detuvieran su guerra monetaria?
Una respuesta posible es que Pekín no tiene interés en facilitar la aparición de un mercado libre en su divisa junto a una completa convertibilidad. Si hace falta silencio en la guerra de divisas como precio de conseguir este codiciado estatus de divisa de reserva, que así sea.
Sí, una divisa china completamente convertible bien podría encontrar un nivel sustancialmente inferior que el tipo oficial actual. Mucho dependería de qué pasos acompañaran en la vía a la convertibilidad. ¿Habría una amplia liberalización de la economía y mercados chinos suficiente para hacer más atractivo los activos allí tanto para inversores nacionales como internacionales en el contexto de perspectivas mejoradas de prosperidad económica? ¿O la vía a la convertibilidad simplemente facilitaría una fuga de capital fuera del país con poco apetito extranjero para seguir la dirección opuesta?
Hay pocos indicios de que los líderes chinos sigan la ruta de la reforma del mercado, que por cierto podría socavar gravemente la base de la renta que disfrutan ellos y sus empresas públicas relacionadas. En efecto, hay una alianza impía entre Occidente y Pekín sobre reformas solo limitadas y el estatus quo de la divisa bendecido por el FMI. Entretanto, las guerras de divisas siguen siendo una actividad protegida de las grandes potencias fuera de China.
Los planes oficiales de juego no siempre funcionan como se espera. Queda por ver si la vía continua y acelerada de la flexibilización monetaria por parte de Pekín es coherente con solo una minidevaluación de la divisa china. Hay evidencias dispersas de que los pequeños inversores chinos tienen un nuevo acceso de frenesí en busca de rentabilidad en los mercados locales de bonos de alto rendimiento. Eso puede no duraren vista de una creciente marea de impagos. Y el carry trade masivo en yuanes que se creó en los últimos años podría contraerse con mucha más fuerza en los próximos meses en el contexto de menores diferencias de rentabilidad y un enfriamiento del mercado del crédito.
Publicado originalmente el 3 de noviembre de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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