Yonathan Amselem
El año pasado, el mundo se vio sorprendido por un informe del FMI que concluía que la economía china era más grande y más productiva que la de Estados Unidos, tanto en términos de PIB bruto como de paridad de poder adquisitivo (PPA). El pueblo chino creaba más bienes y tenía más poder adquisitivo con el que obtenerlos, una señal clásica de prosperidad. Al mismo tiempo el índice de la bolsa de Shanghái ha más que doblado su valor desde octubre de 2014. La explosión de crecimiento vino acompañada por un auge en la construcción posrecesión sin que el mundo haya visto nada comprable. De hecho, en los tres años de 2011 a 2013, la economía china consumió más cemento que Estados unidos en todo el siglo XX. En todo el espectro político, la explicación de los últimos quince años ha sido la de una creciente hiperpotencia china que rivaliza con la influencia económica y cultural estadounidense en todo el planeta. El “capitalismo rojo” liderado por China era un modelo a admirar e incluso emular.
Aun así, aquí estamos sentados en 2015 viendo las bolsas chinas desplomarse a pesar de los esfuerzos desesperados del banco central chino de crear liquidez mediante préstamos y bonos con respaldo público. Desde mediados de junio, los valores chinos han caído más de un 30% a pesar de las masivas compras públicas de acciones de empresas pequeñas y medianas por la China Securities Finance Corporation.
Pero esta serie de acontecimientos no ha sorprendido a nadie. El colosal auge de la bolsa de China no fue el resultado de un aumento en el valor real o la productividad de los activos subyacentes. El auge se alimentó más bien principalmente por una catarata de deudafluyendo desde el banco central chino.
La burbuja inmobiliaria de China
Como la pujante bolsa china, el auge de la construcción sin precedentes fue financiado en buena medida por un crédito artificialmente barato ofrecido por el banco central chino. Los nuevos edificios de apartamentos, carreteras, urbanizaciones, sistemas de distribución de agua y alcantarillado, parques y centros comerciales no fueron construidos por acreedores y empresarios privados reuniendo recursos limitados para satisfacer demandas de consumidores. Fueron construidos por una confortable red de cargos del banco central, políticos y grandes empresas privadas bien relacionadas.
Casi setenta millones de apartamentos de lujo permanecen vacíos. Estos proyectos crearon una epidemia de “ciudades fantasma” en la que ciudades para millones están habitadas por unos pocos miles. En el cambio de siglo, China tenía una deuda en vigor de 1 billón de dólares. Solo quince años y varias ciudades fantasma más, esa deuda se ha hinchado hasta unos increíbles 25 billones de dólares. Lo que estamos experimentando en los mercados chinos son los estertores de muerte de una economía de la que los mercados de capital se han dado cuenta de que simplemente no es lo bastante productiva como para pagar ese tipo de deuda.
El PIB y otras mediciones económicas simples resultan equívocas
EL PIB se supone que representa el valor colectivo de todas las transacciones dentro de ciertos límites. Esta métrica nos proporciona muy poca información útil o apropiada acerca de la calidad real de vida en un país. EL PIB se infla artificialmente por imputaciones como el “valor” añadido de un dueño de una casa que no tenga que pagar renta. El PIB también incluye el gasto público, como cuando un departamento del gobierno compra nuevas computadoras. Esta transacción simplemente redirige trabajo y materias primas que de otra forma se habrían usado para satisfacer directamente demandas de consumo con productos mejores o adicionales. El gasto público no solo no es “neutral”, sino que es activamentedestructivo. Las compras y ventas públicas no siguen las mismas reglas a las que otros actores en el mercado están sometidos.
El informe del FMI y los que se lo tomaron en serio, se basan en buena medida en cálculos del PIB cuando llegan a su asombrosa conclusión acerca del crecimiento de China. Comparar las economías china y estadounidense utilizando una métrica simple como el PIB es como tratar de calibrar el rendimiento atlético de una persona por cuánto sudor sale de sus poros. Cuando una economía puede producir empresas como Google, Boeing, Costco y General Electric, mientras otra construye hogares vacíos, ¿qué información importante podría darnos una métrica tan simple como el PIB? Para disgusto de los keynesianos, no todo el gasto es creado igual.
No hace mucho estábamos obsesionados, no con el fantasma de este “capitalismo rojo”, sino con el comunismo de la Unión Soviética. Hace unos cincuenta años, los economistas dominantes parloteaban acerca del creciente poderío soviético. Según la sabiduría popular, la economía dirigida soviética no tenía la ineficiencia y la rémora económica propias de la economía “azarosa” y “caótica” estadounidense que enviaba a algunos a mansiones y a otros a la ruina. El muy leído Economía: Un análisis introductorio, del economista Nobel, Paul Samuelson, predecía que el PIB soviético estaba en casi la mitad del de Estados Unidos, pero que para 1984 (y sin duda para 1997), la fortaleza de la economía soviética sobrepasaría la de Estados Unidos.
La Unión Soviética se desmoronó. Cuando los expertos confían en métricas simples, no debería sorprendernos cuando se equivocan.
La Reserva Federal orquestó un auge artificial de 2001 a 2007 a través de tipos de interés artificialmente bajos y ha vuelto a hacerlo una vez más. Los empresarios que operan bajo señales defectuosas del mercado creadas por la Reserva Federal, invirtieron mal cientos de miles de millones de dólares en proyectos intensivos en capital, principalmente en el sector inmobiliario. Pagamos por nuestro auge con millones de empleos destruidos, trabajo desperdiciado y recursos despilfarrados. El banco central chino no aprendió nada del catastrófico experimento de la Fed. Conseguirá las mismas recompensas.
Publicado originalmente el 2 de octubre de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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