El Instituto Mises habló la semana pasado con el investigador asociado Antony Mueller acerca de las tendencias económicas e ideológicas recientes en Brasil. El profesor Mueller enseña economía en la Universidad Federal de Sergipe (UFS) en Brasil.
Instituto Mises: Para los que no estamos en Brasil, es difícil interpretar el comentario sobre la economía de Brasil ahora mismo. La deuda de Brasil se redujo recientemente a la categoría de bono basura y podemos ver que la economía de Brasil no va bien. Pero ¿cómo de severa es la crisis?
Antony Mueller: Parte de la explicación es que para una buena parte de la población y para el propio gobierno, esta crisis fue una sorpresa. Al principio, el gobierno brasileño ignoró la inminente crisis y, cuando llegó, ignoró su existencia.
Imaginad a Brasil como una familia con mucha riqueza heredada que gasta como si no hubiera mañana. Aun así esta familia descubre el hecho de que su riqueza se ha estado desperdiciando y sus cuentas funcionales están en rojo. El gobierno no entendió que el auge sería temporal. La economía brasileña empezó a titubear al bajar los precios de las materias primas y disminuir la demanda china. Pero en lugar de adaptarse a la nueva situación y recortar gastos, el gobierno brasileño gastó aún más.
La presidenta actual, Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores, que ha estado en el poder desde 2003, ganó un segundo mandato en 2014, con una campaña que engañó a la población con respecto al verdadero estado de la economía. El gobierno implantó una serie de burdos trucos financieros, como retrasar la subida de precios del combustible y la electricidad y otras cosas en la larga lista de precios administrados.
Después de las elecciones, se desató el infierno y se hizo visible para el público el verdadero estado de la economía. La popularidad de la presidenta empezó a caer a índices de aprobación de una cifra. La crisis es seria en sí misma, aunque su impacto psicológico se convierte en más grave debido a la sacudida de desilusión. En parte, esta sacudida también es aplicable a observadores e inversores extranjeros, que se creyeron la propaganda del gobierno o basaron su opinión en las proyecciones del Fondo Monetario Internacional, cuyo pronóstico en 2013 decía que Brasil mantendría sus tasas de crecimiento económico de al menos el 4% durante los siguientes años hasta 2018.
IM: Ambrose Evans-Pritchard escribe sobre Brasil como si fuera un área de desastre total y cita a un observador que dice: “las cosas empeorarán mucho antes de mejorar”. ¿Es esto verdad y, si lo es, cuáles son los obstáculos para mejorar?
AM: Los comentarios de Evans-Pritchard reflejan el consenso entre los observadores extranjeros y de hecho hay pocas dudas de que la crisis se deteriorará antes de mejorar. Peor aún, la recuperación podría tomar mucho más tiempo de lo que se asume generalmente. La razón para un juicio pesimista proviene del hecho de que la crisis no es solo económica, sino también de carácter político. No solo los miembros del gobierno actual, sino también figuras de los partidos de la oposición están bajo investigación sobre corrupción masiva ligada a la gran compañía petrolífera brasileña Petrobras. Hay mucha frustración en el país porque no alternativa prometedoras a la vista.
IM: Suponiendo que estemos asistiendo a declives reales en el nivel de vida, ¿cuánto tardará el país en volver al nivel del auge?
AM: Es una pregunta difícil para una respuesta concreta. Déjame que te responde de una forma más básica. El desarrollo económico de Brasil ha sido una montaña rusa durante siglos. Fases de auges extraordinarios se vieron seguidos por largos periodos de declives y estancamiento.
En la segunda mitad del siglo XX, el auge de la década de 1950, con la promesa de que Brasil logrará el crecimiento y desarrollo de “cincuenta años en cinco años” acabó en un desastre económico y una dictadura militar que duró de 1946 a 1985, que a su vez acabó con la catastrófico crisis de la deuda externa de Brasil. Llevó una “década perdida” que el país se recuperara.
La década de 1990 vio una serie de reformas que pusieron al país de vuelta al buen camino. En 2003, cuando el recién elegido presidente, Luiz Inácio “Lula” da Silva, del Partido de los Trabajadores, asumió el cargo, la economía seguía por buen camino. Entonces llegó el auge de las materias primas con un aparentemente insaciable apetito por los productos naturales y agrícolas brasileños. Aun así, en lugar de aprovechar los buenos tiempos que llenaban las arcas de la hacienda brasileña para llevar a cabo reformas muy necesarias, el gobierno del Partido de los Trabajadores siguió una política populista de generoso gasto social, particularmente para los pobres de la nación.
Estos logros de reducción de pobreza y desigualdad se han visto amenazados debido a la falta de fondos financieros. Esto significa que Brasil debe afrontar solo una crisis económica y política, sino también una crisis social. La coincidencia de esas tres crisis aumenta el riesgo de que cualquiera de ellas empeorara, debido a que las crisis individuales afectan negativamente a las demás. La cadena de consecuencias de la económica a la política y de ahí a la crisis social luego se invierte y la crisis social empeora la idea de salir de la crisis política y económica.
IM: Brasil fue una parte importante en el intento de los BRICS de crear un grupo de economías en vías de desarrollo que pudiera rivalizar con las grandes economías, como EEUU y Alemania. ¿Está muerta esa idea o se ha exagerado el abandono de los BRICS?
AM: Los BRICS nunca consiguieron funcionar como un grupo coherente. Ahora que no solo Brasil está en crisis, sino también Rusia, y que China está en aguas turbulentas, la idea de los BRICS como grupo que desempeñe un papel importante en los asuntos globales ha disminuido aún más.
Es parecido al MERCOSUR, el proyecto de mercado común en Sudamérica. En lugar de lograr intercambios libres, los conflictos comerciales están aumentando y ninguna institución supranacional ha resultado eficaz. Por mis observaciones de Latinoamérica y de Brasil en particular, concluyo que sigue habiendo enormes barreras mentales e ideológicas que funciona en contra de una prosperidad sostenida. El dominio ideológico del estatismo, el socialismo y el intervencionismo está presente en todas las capas de la sociedad brasileña, no solo en la política o la universidad, sino también en la propia comunidad empresarial.
La burocracia es una pesadilla interminable. Los impuestos son altos y dan poco a cambio. El sistema educativo público está en ruinas. El sistema legal es incapaz de atender una enorme cantidad de casos sin resolver, mientras al mismo tiempo jueces y otras autoridades legales disfrutan de grandiosos privilegios. Los salarios del poder judicial son astronómicos comparados con lo que gana la persona media o las partes más pobres de la sociedad brasileña.
El sector público en general es extremadamente ineficiente y es El Dorado para los buscadores de rentas. No creo que ninguno de estos obstáculos desaparezca en los próximos años. Creo que no es muy distinto en otros países BRICS. Todos están atrapados en la “trampa de la renta media”, ya que aparentemente son incapaces de cambiar de un sistema estatista a uno de libre mercado. Hay muchos intereses creados implantados, tanto en política como en los negocios establecidos, impidiendo el cambio de capitalismo de estado a un capitalismo empresarial. Solo a partir de una cambio fundamental de ideología a favor de los mercados y de la libertad individual y empresarial, países como Brasil conseguirán una prosperidad a largo plazo. También diría que lo mismo vale para China y los demás miembros de los BRICS y mercados emergentes en general.
IM: Ideológicamente, ¿hay alguna esperanza de un cambio en la ideología brasileña? Algunos en los medios de comunicación de EEUU han presentado grupos libertarios de libre mercado en Brasil y sugerido que hay un cambio en marcha. ¿Ves algo de esto?
AM: Bueno, hay esperanza, aunque queda mucho camino por recorrer. El movimiento libertario brasileño está ganando fuerza, particularmente entre estudiantes y jóvenes en general. De hecho, la expansión de las ideas libertarias entre los jóvenes brasileños es asombrosa. El Instituto Mises de Brasil esta abrumado por las visitas a su sitio web y sus eventos son grandiosos. Hay mucha buena voluntad, altas esperanzas, muchísima dedicación y extrema diligencia en el trabajo en el movimiento libertario de Brasil. Si continúa esta tendencia, los muros que rodean la ideología establecida finalmente se derrumbarán. Cualquiera con una mente alerta debe ver que el estatismo ha fracasado, que las ideas del socialismo y el intervencionismo son estériles y que producen principalmente frustración, estancamiento y crisis. El movimiento libertario en Brasil es la nueva avant-garde; sus miembros son los verdaderos “progresistas”.
Los medios electrónicos modernos de comunicación ayudan a acelerar su ascendiente de influencia y reconocimiento. La crisis actual será una llamada adicional de alerta para que los jóvenes se den cuenta de que es su futuro el que está en juego en Brasil continuara al viejo estilo. Con cada vez más jóvenes uniéndose al movimiento libertario, estoy seguro de que en algún momento del futuro se llegará a una masa crítica y las cosas cambiarán.
Publicado originalmente el 5 de octubre de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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