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miércoles, 7 de octubre de 2015

Consecuencias de un patrón dólar

 
 
Desde el fin del acuerdo de Bretton Woods en 1971, el dólar ha sido una divisa irredimible, ya no definida o medida en términos de oro. Sin embargo, en un giro paradójico, se convertido en la divisa dominante del mundo y el activo nuclear de reserva de los bancos centrales en todo el mundo. Ha reemplazado al oro como divisa internacional.
 
La transformación no se producido sin consecuencias. Una de ellas es que la disciplina impuesta por el patrón oro ya no es operativa. Otra consecuencia, relacionada con la primera, es el efecto profundo que ha tenido esto en el comercio internacional.

La disciplina del oro

En palabras de Benjamin M. Anderson, el oro era “un supervisor poco imaginativo”. Fue un supervisor hace tiempo, cuando el dinero se juzgaba no sobre fe, sino sobre la confianza en que se intercambiaría por el metal amarillo. Fe en que el propio papel moneda tuviera algún valor duradero habría sorprendido a nuestros antepasados como patentemente absurdo.
 
Anderson comentaba sobre la naturaleza del oro en su historia financiera de Estados Unidos que trataba los años 1914-1946, titulada Economics and the Public Welfare. En un capítulo titulado “La tiranía del oro”, ofrecía la opinión de un defensor marchito de la moneda fuerte que ha visto la esencia del dinero y advertido que el papel irredimible no era parte de ella. “El oro no necesita respaldo”, escribía Anderson. “Puede probarse con básculas y ácidos. El receptor del oro no tiene que confiar en el sello del gobierno si no confía en el gobierno que lo selló. No se requiere ningún acto de fe cuando se usa oro en los pagos y no hace falta ninguna coacción”.
 
En un mundo así, el valor del oro se medía en términos de oro y su valor fluctuaba de acuerdo con ello, basado en buena parte en la estimación pública de su capacidad de convertir el papel en oro. Si sospechaban que la suspensión del patrón oro era inminente o estaba en riesgo su convertibilidad, el oro se vendía y el mercado reflejaba un descuento en su valor facial en oro.
 
Anderson utilizaba los diecisiete años entre 1862 y 1879 como ilustrativos de este principio en funcionamiento. Una digresión sobre este ejemplo puede explicarlo mejor. Este periodo fue el desgraciado periodo de los greenbacks, en el que una divisa irredimible en papel circulaba en competencia con un mercado activo del oro y un mercado de tipo de cambio basado en oro. Los greenbacks eran billetes de curso legal emitidos a la par con billetes respaldados por metálico. El valor del greenback saltaba continuamente al ir digiriendo e interpretando el público las noticias y acontecimientos que podrían impactar en la probabilidad de que fueran capaces de redimir greenbacks en oro (en algún momento). De gran importancia durante este tiempo, como cabría imaginar, fue el éxito o fracaso de los ejércitos norteños durante la Guerra de Secesión.
 
Por ejemplo, la batalla de Chickamauga en el otoño de 1863 produjo una victoria confederada cuando el Ejército de Tennessee barrió del campo al Ejército de Cumberland. Las noticias de la batalla hicieron que los greenbacks cayeran un 4%. Como los greenbacks los emitía el norte para pagar la guerra, el progreso confederado perjudicaba a los greenbacks irredimibles. Sin embargo al ir logrando los ejércitos del Norte victorias en Gettysburg, Vicksburg y Port Hudson, el greenback se hizo progresivamente más fuerte. Se produjo un pasmoso revés en el verano de 1864, cuando el greenback cayó fuertemente hasta solo 35 centavos al cerrar el Congreso la ventanilla del oro. La reacción del mercado al robo del Congreso llevo a volver a reunir el parlamento dos semanas después de su declaración inicial. Se produjo una derogación de la medida, “aprobada sin debate”, como informa Anderson.
 
La aprobación de la Ley de Reanudación en 1875 ordenaba que los greenbacks fueran redimibles en metálico a partir de enero de 1879. Al acercarse la fecha, el descuento se fue haciendo más pequeño y desapareció completamente a finales de 1878 al reanudarse los pagos en ro, como estaba programado, en 1879.
 
Así era el oro un supervisor frente a la locura de los gobiernos. Emite demasiado papel y sembrarás dudas en el mercado. La duda entonces (ni ahora) no sostuvo el valor de las divisas fiduciarias y la reacción del mercado, cuando llega, puede ser radical y poderosa, como ilustra dramáticamente la caída libre de los greenbacks en el verano de 1864.
 
Esta es la disciplina que le falta hoy a la moneda, donde el crecimiento en la oferta monetaria ha excedido con mucho lo que habría sido posible con el patrón oro y donde la constante disminución del poder adquisitivo se ha convertido en normal.

Consecuencias en el comercio internacional

Las consecuencias de poder inflar sin tener la dura disciplina del oro dándote en los nudillos se ilustran también profundamente mirando lo que ha pasado con el comercio internacional.
 
Cuando existía el patrón oro, si EEUU hubiera inflado su divisa, el efecto habría sido estimular las importaciones ya que el poder adquisitivo recién producido las haría relativamente más baratas que los productos locales. Inversamente, las exportaciones tenderían a disminuir. Los extranjeros nos enviarían bienes y les daríamos papel a cambio. El resultado sería un déficit en las llamadas balanzas de pagos, que se pagarían por parte de los extranjeros cambiando estos dólares por oro.
 
La resultante salida de oro de EEUU, obligaría a este a contraer para impedir la pérdida d oro. Al no cumplir su promesa de redimir dólares en oro, EEUU habría esencialmente impagado sus deudas (que es lo que acabó pasando). La consiguiente contracción en la oferta monetaria invertiría el proceso, rebajando los precios locales e invirtiendo el flujo del oro.
 
Por supuesto, todo esto es una generalización. El gobierno abandonó periódicamente el patrón oro durante ciertos periodos de tiempo, normalmente en tiempo de guerra, pero las protestas públicas y la reacción del mercado obligaron a menudo a volver a él. El oro era el mecanismo de ajuste en el mercado, la fuerza autocorrectora que impedía que persistieran los desequilibrios comerciales.
 
Sin este anclaje, han podido persistir enormes desequilibrios comerciales durante largos periodos de tiempo, facilitando un tremendo aumento en el dinero y el crédito en todo el mundo. Como se documenta en el nuevo libro de Richard Duncan. The Dollar Crisis, los bancos centrales en todo el mundo han creado grandes reservas de dólares. Estos dólares vuelven al sistema bancario de EEUU en forma de inversiones en activos denominados en dólares: los dólares no pueden intercambiarse por oro y por tanto permanecen como deuda nunca pagada. El flujo de entrada de dólares indudablemente contribuyó al auge de la bolsa, el aumento en los precios de propiedades y ha ayudado también a mantener artificialmente bajos los tipos de interés de EEUU. Todo esto genera una mala inversión y una mala asignación masivas de capital, poniendo en marcha la secuencia perpetua de auge-declive, no solo en el interior, sino también internacionalmente.
 
No puede esperarse que estos desequilibrios aumenten eternamente. Como escriben Bill Bonner y Addison Wiggin en su libro Financial Reckoning Day: “ A partir de la verdad de que los extranjeros están generalmente dispuestos a aceptar dólares de EEUU a cambio de bienes y servicios valiosos vino la mentira de que deben hacerlo siempre”.
 
Se ha dicho que toda burbuja tiene su alfiler, así que los extranjeros tienen un alfiler muy puntiagudo capaz de capaz de ahogar el dólar si repentinamente se cansan de tener el 4% de la deuda del Tesoro. Colectivamente, los extranjeros tienen 9 billones de dólares en activos de EEUU, según Financial Reckoning Day. Bernanke ya les ha recordado que EEUU tiene una imprenta preparada. Bonner y Wiggin señalan: “ En los sesenta días posteriores al discurso de Bernanke (el 21 de noviembre de 2002), el dólar cayó un 6,4% frente al euro y un 10,1% frente al oro”. ¿Coincidencia? ¿O un ejemplo de las cosas que van a pasar?
 
Resulta evidente que los grandes déficits constantes por cuenta corriente de EEUU no habrían sido posibles bajo el patrón oro clásico, porque las reservas de oro de EEUU se habrían vaciado. El crecimiento económico sostenido solo será posible cuando el sistema monetario internacional vuelva a un tipo que no genere una creación de crédito desbocada.

El mejor dinero

El oro es el mejor dinero, porque durante siglos, como consecuencia de innumerables decisiones individuales, ha evolucionado como tal. No fue impuesto en el mercado por la fuerza, sino que creció en el suelo del propio mercado. Creció naturalmente al aire libre del intercambio voluntario, no enclaustrado en un invernadero de fiducia pública.
 
Aunque el patrón oro clásico no era perfecto, era, en palabras de Rothbard, “con mucho el mejor orden monetario que haya conocido nunca el mundo, un orden que funcionaba, que impedía que los ciclos económicos se fueran de la mano y que permitió el desarrollo del comercio, el intercambio y la inversión internacionales”.
 
No hay mucho más que pueda pedirse a una divisa.

Publicado el 3 de diciembre de 2003. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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