Por Jose Julio Muíños López
El miedo se apodera, una vez más, del mundo financiero. Y es que un gigante como China no debiera tener problemas. Pero los tiene, y los inversores huyen como quien ve al diablo. Diablo, disfrazado de riesgo.
China ha sido el exponente del crecimiento mundial de países emergentes. Un ejemplo a seguir para muchos en vías de desarrollo. Crecimientos antes del 2007 del 11% o más, que posteriormente se convirtieron entre el 8% y el 10%. Una auténtica explosión económica, provocada por una balanza comercial más que favorable. Pero la tormenta llega a todas partes.
Y es que la caída de los mercados financieros suele ser el primer paso para una economía que mantiene síntomas de parálisis. Una parálisis que no viene de un bajón repentino actual provocado por el consumo. Porque muchos lo achacan a eso, al consumo. Pero China sólo bajo su consumo final, el de los hogares, en dos puntos porcentuales (es decir, un 2%) desde 2007. Teniendo en cuenta el crecimiento del PIB y el de sus ingresos disponibles, creo que no habría que preocuparse ahora de potenciar el consumo. Habría que potenciar el cambio estructural de su consumo, eso sí, dado que se aleja mucho de países como los de la zona Euro. Entonces, ¿cuál es el problema?
Volvemos a los comportamientos de rebañoEn efecto el miedo no viene de una bajada en su consumo interno. Incluso las inversiones internas se han mantenido. El problema viene de dos caracteres diferentes: uno estructural, y otro de control financiero.
Estructural porque China se acerca a las primeras economías mundiales, siendo protagonista global. Pero si no mantiene una estructura de consumo, inversión y comportamientos regidos por las “leyes del mercado” (política neoliberal, al fin y al cabo) los ataques se sucederán. Ahora que las economías europeas dañadas por la crisis comienzan a resurgir, los capitales comienzan a volver. Ese, es el punto uno. Más economías europeas han ganado productividad y competitividad (a base de duras reformas, claro está). Y quedan más cerca de los estándares necesarios para realizar negocios: bueno, bonito y barato.
Financiero porque esos movimientos de capitales incurren en las pequeñas dudas de, ¿y cómo China va a pagar su deuda? Un crecimiento del 16% al 20% de deuda externa del país, era sostenible sabiendo que seguiría recibiendo fondos sustentados por crecimientos (casi) asegurados por encima del 5, 6 y 7%. Pero ahora, ya no queda tan claro. Y aunque su deuda comparada con los fondos de los que dispone no es tan elevada, el sistema no se basa por lo que “de verdad” tienes, si no por lo que “confía en que tengas”.
Los deberes para China son claros, pero no solo por ella, si no por las increíbles consecuencias que tendría una caída de su economía para el comercio mundial. Y para aquellos países que más dependan de este. Porque el Dragón está representando sus últimos respiros.
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