Iván Carrino
Un lector, líder de un grupo de “Luchadores contra la Inflación” me ha enviado recientemente una página escrita a máquina donde resume su caso contra la inflación para pedir mi opinión acerca de ella. La declaración era sincera y tenía buenas intenciones, pero al igual que la gran cantidad de cosas que están siendo escritas acerca de la inflación, estaban equivocados tanto el análisis como sus recomendaciones.
Le escribí aprobando su esfuerzo por “hacer algo” y aprobando también su idea de tratar de determinar la causa y la cura de la inflación en una sola página, pero le sugería que la sustituyera por la declaración siguiente:
La causa y la cura de la inflación
1. La inflación es un incremento en la cantidad de dinero y crédito. Su consecuencia principal es la subida de los precios. Entonces la inflación – si empleamos incorrectamente el término para describir el aumento de los precios – está causada solamente por la impresión de más cantidad de dinero. Por esto, las políticas monetarias del gobierno son totalmente responsables.
2. El motivo más frecuente para imprimir dinero es la existencia de un presupuesto desequilibrado. Los presupuestos desequilibrados se generan por los extravagantes gastos que el gobierno no puede o no está dispuesto a financiar mediante la subida de los impuestos. Los excesivos gastos son principalmente el resultado de los esfuerzos del gobierno para redistribuir la riqueza y el ingreso – en breve, para forzar al sector productivo a que sostenga al sector no productivo. Esto erosiona los incentivos al trabajo tanto de los entes productivos como de los no productivos.
3. Las causas de la inflación no son, como suele decirse, “múltiples y complejas” sino simplemente el resultado de la excesiva impresión de dinero. No hay tal cosa como una “inflación de costos”. Si no existiera un aumento en el stock total de dinero y los salarios u otros costos fueran forzados a subir y los productores intentaran transmitir este aumento a los consumidores a través de la subida de los precios, muchos de ellos simplemente terminarían vendiendo menos bienes. El resultado sería una merma en la producción y la pérdida de puestos de trabajo. Los costos más elevados sólo pueden transmitirse a los siguientes eslabones de la cadena en la forma de precios más altos cuando los consumidores tienen más dinero para pagarlos.
4. Los controles de precios no pueden ni frenar ni morigerar la inflación. Son siempre dañinos. Los controles de precios simplemente reducen o eliminan los márgenes de ganancia, distorsionan la producción y conducen a la aparición de cuellos de botella y escasez. Todo control de precios y salarios por parte del gobierno, o incluso su “monitoreo”, es simplemente un intento por parte de los políticos de echar la culpa de la inflación a los productores y vendedores en lugar de echársela a sus propias políticas monetarias.
5. La inflación prolongada jamás estimula la economía. Al contrario, la distorsiona, la perturba y desorienta la producción y el empleo. El desempleo es causado simplemente por los niveles elevados de los salarios en algunas industrias, originados bien por las demandas extorsivas de los sindicatos, por leyes de salario mínimo (que mantienen a los adolescentes y a los trabajadores no calificados fuera del mercado laboral) o por un prolongado y excesivamente generoso seguro de desempleo.
6. Para evitar el daño irreparable, el presupuesto debe balancearse lo antes posible y no sólo en cuestiones superficiales. El equilibrio debe conseguirse mediante el recorte del gasto imprudente y no mediante la subida de la carga impositiva que ya se encuentra socavando los incentivos y la producción.
Originalmente publicado en Mises Hispano. El escrito en inglés fue publicado por primera vez en la revista The Freeman en el año 1978. Aquí la versión original.
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