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miércoles, 23 de septiembre de 2015

Carta abierta de una austríaca educada en el keynesianismo

 
 
Como a la mayoría de los economistas del mundo, a mí me educaron con la firme creencia de que unos cuantos hombres en el Ministerio de Hacienda, y otros en el Banco Central, deben conducir, mediante la manipulación de la masa monetaria y de las tasas de interés, el futuro de un país. El keynesianismo nos enseñó que el estado debe jugar un rol activo, estimulando la demanda agregada mediante el aumento del gasto público. Entonces, los economistas nos formamos con la idea de que ante una crisis, en tanto que la gente no quiere invertir ni consumir, solo el estado puede lograr que se reactive la economía. Esto, hasta que un día, a algunos se nos cae el velo, y descubrimos que toda la vida estuvimos equivocados. Y que Keynes, al escribir su Teoría General, se olvidó de que las variables de la demanda agregada no son independientes.
 
Nos enseñan que si la demanda agregada no es suficiente para igualar a la oferta, unos cuantos hombres, que al parecer son más sabios que el pueblo entero, deben redirigir la economía mediante el aumento del gasto público. Sin embargo, el mundo entero parece estar ciego al creer que ese dinero que se utiliza para reactivar la economía, viene del cielo o aparece en las manos de los ministros como por arte de magia. No hay tal milagro. Keynes, los que fuimos keynesianos, y todos los que antes de él ya utilizaban la fórmula de aumentar el gasto público para salir de la crisis, pasamos por alto que un aumento del gasto, solo puede venir de una disminución del consumo o de la inversión. Se pueden subir los impuestos al consumo, o se puede aumentar la tributación de las empresas, y con esto incrementar el gasto público. Es decir, lo que los keynesianos proponen, no es más que un traslado de recursos. Si la demanda agregada depende del consumo privado, la inversión, el gasto público y las exportaciones netas, ¿cómo es que pasar dinero de una variable a otra, va a aumentar la demanda? Incluso, si el aumento del gasto se hace vía emisión de dinero, este nuevo dinero circulante incrementará la inflación y con ello habrá una disminución del consumo.
 
Después de comprender este grave error, todo parece aclararse. Supongo que los antiguos seguidores de Keynes, igual que yo, se preguntan, cómo pudimos caer en tal engaño. Bastiat diría, con mucha razón, que hay que ejercitar el ojo para lograr ver lo que no se ve a simple vista. Por supuesto que un aumento del gasto público genera empleo. Cuando un gobierno decide construir una carretera, todos vemos a los obreros trabajando, y nos sentimos satisfechos de que con nuestros impuestos se les de trabajo a quienes antes estaban desempleados. Pero lo que no vemos, tan sencillamente, es que por cuenta de ese impuesto que nos han cobrado para hacer la carretera, un hombre dejará de comprar ropa y un vendedor quedará sin empleo. Se le ha dado trabajo a unos obreros, es cierto, pero a cambio, otros han quedado sin empleo. Es un fatal error entonces, llamar ganancia a lo que es un simple desplazamiento. Ningún hombre trabaja para enterrar su dinero, siempre se destina al consumo, al ahorro, o a la inversión; y se crea empleo. Ya que aun cuando se ahorra el dinero en un banco, otro utilizará este capital para invertir. De modo que cobrar impuestos amparados en que se va a crear empleo, no tiene sentido.
 
Piense usted en un gobernante que le cobra impuestos para, por ejemplo, subsidiar un museo. Es cierto que se crearan decenas de empleos, pero también se destruirán decenas de ellos, gracias a que disminuirá el consumo de alimentos, ropa, servicios y demás bienes que quienes pagan el impuesto ya no podrán comprar. Ahora bien, si a usted no le gusta el arte, lo habrán privado de consumir algo que usted sí disfrute, por construir un museo al cual no irá. Y todo esto sin que se haya creado un solo empleo más del que existiría si no hubieran cobrado el impuesto. ¿No sería más sensato que usted disfrutara del dinero que consiguió con su trabajo, comprando lo que usted quisiera, y que solo quienes valoraran ir al museo pagaran por consumir ese servicio? En este caso, el aumento del gasto público, como en cualquier caso, no creó empleo. Lo que sí hizo, fue privarlo a usted de consumir un bien que sí valore, y obligarlo a gastar sus recursos en algo que el gobierno consideró conveniente, aun cuando nadie vaya al museo y este no sea rentable.
 
Entonces, el keynesianismo logró hacernos ver como ganancia lo que es simplemente un desplazamiento. No hay tal creación de empleo. Pero además, amparados en esta mentira, los gobernantes nos privan de disfrutar, en lo que nosotros consideremos conveniente, el dinero que honestamente hemos ganado. Mientras que ellos, tejen un gran sistema parasitario que vive de nuestros impuestos. Nosotros no necesitamos un ejército de hombres que se gane la vida quitándonos el dinero para crear empleo que nosotros mismos crearíamos de una manera mucho más eficiente. Es necesario que sigamos el consejo de Bastiat, y que de una vez por todas acabemos con los mitos que tanto daño nos hacen. Es deber de quienes hemos comprendido el engaño, abrirle los ojos a los que aún creen en la mentira de lo gratuito. El gasto público no se aumenta con dinero que cae del cielo, se aumenta con dinero que sale de nuestros bolsillos.
 
 

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