Tras años mecida por la mano de los bancos centrales, la renta fija sigue reuniendo motivos para convertirse en un auténtico polvorín en un futuro no tan lejano. Los riesgos, desde luego, acechan
El mundo financiero está asistiendo a la paradoja de las paradojas. En un escenario en el que los bancos centrales han inuncado el planeta de dinero y en el que hay más deuda pública y privada en el mercado que nunca, la renta fija está sufriendo un deterioro tan profundo en su liquidez que amenaza con provocar una crisis de consecuencias impredecibles. Según los cálculos de la gestora Pioneer Investments, los volúmenes de contratación en los bonos soberanos estadounidenses ha menguado en un 70% desde 2008 -ver primer gráfico-, con el consiguiente riesgo de movimientos muchos más bruscos en los precios o de verse atrapado en los títulos porque se encuentra comprador cuando se quiere vender.
Pero es que el estrangulamiento del mercado no solo se está viendo en la deuda pública. La privada también lo está sintiendo. La gestora también destaca que la liquidez ha menguado un 50% en la deuda privada con grado de inversión, la categoría que distingue en los emisores más fiables, y un 30% en los títulos de alto rendimiento o basura -el bloque al que pertenecen los emisores menos fiables -ver segundo gráfico-.
Tanguy Le Saout, director de renta fija europea de Pioneer, menciona dos motivos fundamentales para explicar esta caída de la liquidez en la renta fija. El primero, las compras de los bancos centrales. Bajo los programas de expansión cuantitativa (QE) que han lanzado en los últimos años, entidades como la Reserva Federal (Fed) estadounidense o el Banco Central Europeo (BCE) han llenado sus balances de bonos públicos y privados. Estas compras han perseguido dos efectos: por un lado, inyectar más dinero en la economía, que es el propósito de un QE; y por otro, abaratar los costes de financiación, puesto que la rentabilidad de los bonos cae cuando el precio de los títulos sube.
Sin embargo, también tienen un lado menos bueno: a diferencia de otros compradores de bonos, los bancos centrales no los venden luego, sino que los atesoran. Como consecuencia, aunque en el mundo hay más deuda que nunca, en el mercado hay menos comprándose y vendiéndose, algo que perjudica a la liquidez existente realmente.
El segundo factor tiene que ver con aspectos regulatorios. El deseo de las autoridades de incrementar los requisitos de capital de los bancos y reducir su apalancamiento arroja entre sus consecuencias unas entidades de menor tamaño y no tan activas como antes en algunos segmentos del mercado por el consumo de capital que comportan. Entre las actividades que se están viendo claramente afectadas figura la de actuar como creadores de mercado dentro de la renta fija. Y sin la presencia de los bancos de inversión engrasando la maquinaria de los precios y la oferta y la demanda de los títulos, la liquidez se ve mermada.
Tras la calma... la tempestad
Los peligros que encierran estos motivos ya han empezado a sentirse este año. Lo manifiesta, por ejemplo, el bund, es decir, el bono soberando alemán a 10 años. Después de que su rentabilidad cerrara 2014 en el 0,54% y de que llegara a situarse por debajo incluso del 0,1% en abril, ahora se encuentra en el 0,64%, aunque ha llegado incluso a acercarse al 1%.
Esta evolución contrasta con lo que hubieran esperado los inversores. Por el camino se han acumulado acontecimientos, como la crisis griega o los problemas de China y otros mercados emergentes, ante los que supuestamente deberían haberse producido compras de bonos, con el consiguiente descenso del rendimiento. Sin olvidar que el BCE viene comprando deuda pública alemana desde marzo -hasta la fecha, ha destinado algo más de 68.000 millones de euros a comprar bonos germanos-. Pero nada de eso ha podido evitar el repunte del rendimiento ni el incremento de la volatilidad en la negociación del bund, una realidad que en el mercado interpretan como una constatación del descenso de la liquidez en torno a los bonos germanos.
Si un mercado menos líquido y profundo ya abona el terreno para sufrir sacudidas en los precios, el peligro se agrava por la presión que ejerce la liquidez diaria
La sensación, por tanto, es que la calma inducida por los medidas de los bancos centrales puede desembocar una seria tempestad en los mercados. "La abundancia de liquidez ha provocado una importante contracción del diferencial y eliminado la volatilidad", asegura Francesco Sandrini, director de soluciones multiactivo de Pioneer. Y añade ya a modo de aviso: "Ahora los inversores deben comenzar a pensar en un posible repunte del riesgo, sobre todo en renta fija, que puede hacer que la volatilidad aumente repentinamente. Aunque estos riesgos no sean visibles todavía, son reales y pueden tener un efecto devastador sobre el capital".
La presión de la liquidez diaria
Si un mercado menos líquido y profundo ya abona el terreno para sufrir fuertes sacudidas en los precios y, por tanto, en las rentabilidades de los títulos, la peligro se ve agravado por otra realidad: la presión que ejerce la liquidez diaria que deben ofrecer los fondos de inversión.
Este motivo tampoco es menor, puesto que el volumen de este tipo de productos se ha multiplicado en los últimos años. Según destacan en Pioneer, el patrimonio bajo gestión de los fondos de crédito que tienen liquidez diaria ha crecido un 76% desde 2008 y el número de fondos que tiene en sus carteras renta fija estadounidense se ha duplicado desde 2005. Por el contrario, el tamaño de las divisiones de los bancos dedicadas a la compra-venta de títulos se ha empequeñecido un 40% desde 2010.
Es decir, hay muchos más jugadores que ofrecen liquidez diaria y que invierten en renta fija en un mercado donde hay menos actividad negociadora, con lo que el terreno está abonado para acoger sustos de calado. "En caso de emergencia, creemos que los inversores en renta fija podrían encontrarse bloqueadas algunas de las rutas de escape y puede que se vean obligados a vender precipidamente a precios deprimidos", previene Sandrini.
Para complicar aún más la situación, junto al riesgo de liquidez, al que conviene ir dando un peso importante a la hora de configurar las carteras, figura el riesgo de crédito. Del mismo modo que la mano visible de los bancos centrales ha reducido los impagos por parte de las empresas, una progresiva normalización de las condiciones monetarias por parte de los bancos centrales podría desencadenar mayores problemas para encarar los compromisos financieros.
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