Emilio Ontiveros
No pocas empresas, desde luego aquellas con proyección internacional, estarán estos días revisando sus previsiones de cierre del año y, más concretamente, asentando sus primeros borradores de presupuesto para 2016 en las alteraciones que han tenido lugar en el entorno internacional. Pero también las empresas volcadas en el mercado doméstico tendrán que revisar los puntos de partida asumidos hace apenas dos meses. Los presupuestos de las administraciones públicas, por su parte, también deberán hacerlo, dado su nivel de endeudamiento y la dependencia o elasticidad de sus ingresos y gastos respecto del crecimiento económico y del comportamiento de los mercados de bonos. En las notas que siguen se comentan los tres cambios más significativos —demanda internacional más débil, condiciones financieras más frágiles y menor crecimiento de la economía española— que probablemente tendrán un mayor impacto en los costes e ingresos de los agentes económicos españoles.
1. Debilitamiento de la demanda global. En el origen del deterioro del entorno internacional se encuentran las dificultades de diversa naturaleza en la economía china, que se han hecho mucho más explícitas durante el pasado agosto. Básicamente dos: la verificación de un crecimiento algo inferior al previsto y la inestabilidad de su sistema financiero, especialmente particularizada en sus mercados de acciones y en la salud de sus bancos.
La economía china ha debilitado su ritmo de expansión. Desde luego en comparación con la tasa de crecimiento de las dos últimas décadas, pero también respecto a las previsiones para este año. Frente a ritmos del 10% de crecimiento anual mantenido en los últimos veinte años este año se anticipa que lo haría algo al 7%. Ahora, sin embargo, emergen evidencias de que es probable que crezca incluso menos.
Junto a ello, en otras importantes econnomías emergentes como Sudáfrica, Rusia o Brasil, de especial significación para algunas grandes empresas españolas, problemas específicos acentúan el deterioro de las posibilidades de crecimiento en 2016.
Por todo ello, los organismos económicos internacionales han revisado a la baja sus previsiones de crecimiento global para este año y para el que viene. También es la principal razón que asiste a los que reclaman de los principales bancos centrales prudencia en sus decisiones de política monetaria, sugiriendo el aplazamiento de la normalización prevista, del endurecimiento relativo, por parte de la Reserva Federal estadounidense.
2. Condiciones financieras menos favorables. El deterioro de las condiciones financieras en el conjunto de la economía mundial no tiene una sola causa. La decisión adoptada en agosto por autoridades chinas de devaluar el tipo de cambio de su moneda, con independencia de las motivaciones fundamentales para hacerlo - normalización de su régimen cambiario o compensación de su debilidad exportadora- ha sido un importante factor de perturbación, en especial para las economías emergentes más sensibles a variaciones de los precios relativos. A las devaluaciones sucesivas en pocos días se han añadido evidencias de cierta precariedad en los mercados chinos de acciones y deterioro en la calidad de préstamos al sector privado y público, altamente endeudados.
Esos episodios han contribuido a los importantes ajustes en los mercados de acciones de todo el mundo que se han registrado en las últimas semanas. Las pérdidas de riqueza financiera han sido importantes, pero quizás sea más relevante la sensación de precariedad que se ha instalado los mercados de renta variable de todo el mundo. Al día de hoy, los mercados financieros chinos han registrado intensas intervenciones que les aleja aún más de su normal funcionamiento.
Una consecuencia de la reducción en el volumen de reservas de esa economía, y de la asignación de las existentes a propósitos más domésticos, es la menor capacidad para seguir financiando al resto del mundo al ritmo que lo venía haciendo, desde luego a la deuda pública de EEUU.
En definitiva, es difícil que la economía global disponga en el próximo año de condiciones financieras tan cómplices del crecimiento como las que han presidido buena parte de este año. A pesar del aplazamiento de la elevación de tipos de interés por la Reserva Federal, el inicio del endurecimiento monetario en EEUU no se demorará y tendrá efectos en las condiciones de financiación de las economías emergentes.
3. Menor crecimiento de la economía española. No hace falta precisar demasiado la influencia que el entorno internacional ha tenido en el crecimiento diferencial que la economía española mantiene los dos últimos años. Ha sido muy importante. Desde un punto de partida de mayor depresión que el promedio de las economías de la eurozona, la caída en los precios de los hidrocarburos, la contribución de las instituciones europeas a la capitalización de nuestro sistema bancario, la política monetaria expansiva del BCE y la asociada depreciación del euro, ha beneficiado más a nuestra economía que al resto. Junto a ello, la contención de las rentas salariales y su influencia en la correspondiente de los costes laborales por unidad de producto, han impulsado esa contribución del sector exterior al crecimiento.
La cuestión es hasta qué punto esos factores externos propulsores del crecimiento seguirán manteniendo la misma influencia. Y si así fuera, hasta qué punto pueden verse afectados por factores estrictamente domésticos que con más intensidad que en el pasado pueden deteriorar la confianza en la economía española. Me refiero, claro, a la incertidumbre política a la que todos los agentes económicos, nacionales y extranjeros, es probable que se muestren más sensibles a partir de ahora.
Las señales emitidas hasta ahora por los mercados de deuda no son del todo representativas. Los inversores en bonos y acciones no suelen reaccionar a la nueva información relevante de forma gradual, y no cabe descartar que los escenarios asociados a las dos convocatorias electorales que tendrán lugar en los próximos meses, motiven cierta retracción de los activos españoles, incluida la ralentización de flujos de inversión directa en nuestro país. Perturbaciones tales no favorecerán el proceso de desendeudamiento público y privado, a su vez condición necesaria para el fortalecimiento de la inversión. Esta última es una de las condiciones necesarias para favorecer la transición a un patrón de crecimiento más intensivo en ventajas competitivas basadas en el conocimiento y en la mejora de la calidad empresarial, propias de una economía moderna. Menos vulnerable, en definitiva, a perturbaciones en el entorno como las que han cambiado el panorama económico el pasado agosto.
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