PS20, situada en el complejo Solúcar, Sevilla. (Abengoa)
Agustín Marco
Cuando un ciudadano le debe 1.000 euros a un banco, esa persona tiene un problema en carne propia. Además de que le aplican una sangrante comisión por impago, corre el riesgo de embargo. Cuando la deuda es de 1.000 millones, el contratiempo es del prestamista y no del cliente al que se le concedió esa cantidad. Si el dinero a devolver asciende a 20.265 millones, como es el caso de Abengoa, el dilema para las entidades financieras alcanza una dimensión sistémica.
Como ocurrió en su día con Sacyr, FCC o ACS, Abengoa se ha convertido en un riesgo sector financiero, motivo por el cual el llamado G6 -HSBC, Santander, Caixabank, Bankia, Popular y Sabadell- acordó la semana pasada respaldar la ampliación de capital de 650 millones en el grupo y la concesión de un crédito de 120 millones a la familia Benjumea, principal accionista de la empresa de ingenieria.
Según documentación interna de los acreedores, la exposición de la banca a la compañía sevillana es de 20.265 millones, de los que 4.300 millones se corresponden a préstamos o líneas de crédito otorgadas por bancos españoles. Una cifra que supone la mitad del rescate financiero, casi multiplicar por tres el pasivo por el que Martinsa Fadesa ha entrado en liquidación o cinco veces el agujero de Pescanova. Pero sobre todo, supera con creces los números oficiales que el grupo andaluz presenta a los inversores y a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), ya que sostiene que su deuda neta es de 6.700 millones.
La realidad es que, según la citada documentación (ver cuadro adjunto) el dinero comprometido por la banca es el triple. Incluyendo la deuda corporativa, el circulante, los avales y la financiación de proyectos, a Abengoa le han prestado 20.265 millones, de los que la mitad se corresponden a lo que se denomina deuda sin recurso. Es decir, créditos que tienen de garantía cualquier activo -planta solar, fotovoltaica, etc.- y que no van contra el balance de la compañía.
Pero el problema más preocupante de Abengoa es el circulante, el dinero que pasa por la caja y que utiliza en el día a día para atender sus obligaciones. La empresa monitorizada desde ahora por Banco Santander, HSBC y Crédit Agricole tiene 7.631 millones en líneas de financiación, con el banco presidido por Ana Botín como el mayor acreedor. La entidad cántabra le ha prestado 1.558 millones, de los que dos tercios se corresponden al circulante.
El segundo banco con riesgo es HSBC, que tiene comprometidos 660 millones tanto desde su central en Londres como desde su sucursal en Tokio. El siguiente en el 'ranking' de acreedores es el sueco EKN, especializado en importaciones, seguido por Bankia (582 millones), Caixabank (570 millones) y Crédit Agricole (457 millones). Pero entre las entidades pilladas en Abengoa hay también bancos tan exóticos como el qatarí Mashreq o el sudafricano Santam, así como el americano Liberty y el mexicano ACE Finanzas Monterrey.
El riesgo del Estado
Todo lo contrario que dos organismo públicos. Por una parte, el Instituto de Crédito Oficial (ICO), que tiene 161 millones de euros pendientes de cobro entre deuda corporativa y deuda de proyectos, y Cesce, la aseguradora de crédito de capital público, que también le prestó 49 millones cuya devolución dependerá de que la compañía cumpla el plan de choque impuesto por la banca. Si se suma el crédito de Bankia, participada en un 60,89% por el Estado, el riesgo total de este es de casi 800 millones.
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