Keynes es probablemente el economista más famoso de la historia aunque como suele pasar, muy poca gente lo ha leído lo cual no tiene por qué ser malo salvo en el caso de los que hablan de oídas pretendiendo convencer a los demás usando como argumento teorías que en realidad no conocen. Dejando esto de lado, Keynes se ha politizado mucho contraponiendo sus argumentos a los de la escuela austriaca pero su figura va más allá de esta polémica. Por ejemplo, en La Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero hace una de las alegorías más famosas sobre la bolsa: la del concurso ficticio de belleza. Consistía en exponer que si en un periódico se preguntaba a los lectores sobre cual creían que iba a ser la chica más votada –no la más bella- en la decisión de cada uno pesaría lo que creían que pensarían los demás por encima de su propia opinión sobre cuál era la más guapa. Esa diferencia, según Keynes, es la que predomina en el especulador bursátil que buscará estrategias y formas de prever y anticipar el movimiento del resto de inversores para salir beneficiado antes que valorar la inversión en sí. De este modo, el creía que la bolsa estaba sometida a fuertes expectativas a corto plazo con poca base sólida sobre la que sostenerse. Es más, creía que incluso para el largo plazo lo que más importaban eran esas expectativas a corto plazo.
¿Tenía razón? Los analistas fundamentales creen que no. Creen que con el análisis de toda la información disponible de una compañía obtendrán una valoración objetiva de la misma. Una vez determinado si un valor cotiza caro o barato según esa información, se toma una decisión de inversión. ¿Por qué si esa información es pública no cotizan todas las acciones en su justo precio? La razón que dan es que el mercado es eficiente en el largo plazo pero ineficiente en el corto y gracias a ello se puede hacer un gran negocio comprando participaciones en empresas infravaloradas que, tarde o temprano, alcanzarán su justo valor. Es la teoría de los inversores “value” como Warrent Buffet: aprovechar ineficiencias en el corto plazo para obtener un gran beneficio en el largo plazo.
Como en todo, es probable que ambos tengan su parte de razón aunque hay algunos aspectos del análisis fundamental peligrosos, por ejemplo:
-Todos los inversionistas disponen de la misma información que es proporcionada por la propia compañía lo que ya hemos comprobado no tiene por qué ser cierto (Bankia, Gowex, Pescanova etc.) por lo que lo recomendable sería invertir en índices y no en acciones para evitar estos supuestos.
-La interpretación tampoco es la misma y hemos podido comprobar cómo diferentes analistas fundamentales otorgan valoraciones distintas al precio objetivo de una acción por lo que está claro que no hay un consenso claro.
-La interpretación tampoco es la misma y hemos podido comprobar cómo diferentes analistas fundamentales otorgan valoraciones distintas al precio objetivo de una acción por lo que está claro que no hay un consenso claro.
-El estudio sobre una empresa puede quedarse obsoleto antes de alcanzar ese valor “justo” y de hecho los analistas van variando sus recomendaciones según pasan las semanas.
-Hay muchos factores ajenos a la propia compañía que no sólo influirán en sus cotizaciones, también en su negocio lo que cambiaría todo el análisis, ¿O es que se puede juzgar con los mismos parámetros a un valor griego antes de 2010 y después? ¿Y a las compañías mineras y extractoras de petróleo? ¡Menuda diferencia de valoración de cuando el crudo estaba a 100$ barril a la actualidad! Y valores concretos pueden verse afectados por decisiones políticas puntuales como la denegación de una licencia para una televisión o un cambio normativo para una eléctrica que destroza cualquier previsión… o una multa a Volkswagen.
Se puede decir que en muchas circunstancias en el largo plazo hay cierta racionalidad y que los que compraron (índices porque en valores pudieron equivocarse a pesar de lo mucho que ha subido el mercado) en lo peor de la crisis norteamericana (de septiembre 2008 a marzo 2009) hoy ganan mucho dinero al igual que los que lo hicieron en lo peor de la española (verano de 2012) pero también hay muchos inversores de largo plazo –por ejemplo en Japón, Chipre, Grecia… o en Nokia, Citibank, RWE… ) que tienen pérdidas por creer a los analistas fundamentales.
Esta polémica que puede parecer farragosa ya no es exclusiva de los minoritarios inversores/especuladores ya que la creencia en la racionalidad del mercado accionarial a largo plazo es la base de la mayoría de planes de pensiones privados que son cada vez más numerosos. De hecho, incluso hay países –como Francia- que utilizan la bolsa como destino de parte de los fondos de la Seguridad Social para obtener una mayor rentabilidad. ¿Tiene razón Keynes y son las creencias sobre el comportamiento del grupo lo que determinan el corto plazo en los mercados financieros? Y si es así, ¿es cierto que esas creencias en el corto plazo acaban influyendo en el largo y nada tienen que ver con la racionalidad? ¿O tienen razón los analistas fundamentales que piensan que las caídas a corto que infravaloran cotizaciones son siempre oportunidad de compra porque a largo plazo acabarán ajustando su valor a su precio objetivo y por lo tanto el mejor plan de pensiones es invertir cuando más pesimista sea el ambiente bursátil? No es una pregunta baladí.
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