Autor: Ryan McMaken
Con la creación del banco de los BRICS y ahora el Asian Infrastructure Investment Bank (AIIB), las grandes economías del mundo esperan poner los cimientos para un mundo financiero multipolar más allá del control unilateral de Estados Unidos. Debido al enorme tamaño de la economía de EE. UU., unido al estatus de reserva del dólar de EE. UU., el gobierno de Estados Unidos ha sido capaz desde hace mucho tiempo de alcanzar objetivos estratégicos y militares haciendo demostraciones de fuerza de su poder financiero. Este poder ha permitido durante mucho tiempo al gobierno de EE. UU. comprar aliados y amigos entre regímenes extranjeros, financiar guerras por delegación y amenazar el crecimiento potencial de economías extranjeras siempre que el gobierno de EE. UU. lo considerara necesario.
Sin embargo hoy, con una enorme deuda e inflando rápidamente la oferta de dólares, EE. UU. se ha convertido en vulnerable a la guerra financiera dirigida a recortar la capacidad del gobierno de EE. UU. de financiar su deuda y mantener bajo control la inflación de precios. No es sorprendente que numerosos regímenes extranjeros, incluyendo los países BRICS de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, perciban que hay una posibilidad de abandonar esta hegemonía financiera global por primera vez en décadas.
Poder militar y financiero
Desde la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha disfrutado de una capacidad a menudo sin trabas para proyectar su poder tanto por medios militares como financieros.
El aspecto militar de este poder fue siempre evidente gracias a la naturaleza tangible de los misiles balísticos intercontinentales, las cabezas nucleares, los bombarderos de largo alcance y lo que ahora de llaman “botas sobre el terreno”. Ni siquiera los soviéticos, gracias a su economía socialista de bajo rendimiento, pudieron nunca igualarse a EE. UU. en términos de capacidad para dar el primer golpe p los medios para establecer grandes cantidades de tropas más allá de la fronteras del país. Mientras los soviéticos se veían obligados a mantenerse cercanos a sus propias fronteras y buscaban el expansionismo en regiones vecinas como Afganistán y Europa Oriental, EE. UU. podía intervenir en el otro extremo del planeta en lugares como Indochina o Corea.
Por debajo de todo esto, por supuesto, estaba el hecho de que la economía capitalista estadounidense permitía a EE. UU. pagar largas líneas de suministro, bases extranjeras y guerras lejanas. Los soviéticos pueden haber tenido el Ejército Rojo, pero EE. UU. tenía poder financiero.
Este poder financiero podía usarse para subvencionar aliados militares, como en el caso del Plan Marshall, y podía usarse para persuadir a regímenes del Tercer Mundo para que se alejaran de la Unión Soviética y cayeran en la órbita estadounidense. Pero también podía usarse para amenazar o arruinar regímenes foráneos sin disparar un solo tiro.
La guerra financiera y la crisis de Suez
Durante la primera mitad del siglo XX, un beneficiario particularmente importante del poder financiero estadounidense había sido el Imperio Británico. Durante ambas guerras mundiales, EE. UU. había apoyado a los británicos a financiar su gasto bélico y ayudado a los británicos a inflar su oferta monetaria para cubrir costes. EE. UU. hizo esto comprando libras esterlinas (o, más precisamente, bonos en libras esterlinas) y guardándolas como reservas.
Esto resultó ser un problema para los británicos durante la crisis de Suez, en la que su deuda y una débil libra esterlina sellaron el destino de Gran Bretaña como potencia de segunda línea.
Durante la década de 1950, EE. UU. había tratado de alejar a los egipcios de los soviéticos ofreciendo ayuda financiera para construir la enorme presa de Asuán. El hombre tras el acuerdo, John Foster Dulles, anunciaba este al mundo a finales de 1955, pero en 1956 (probablemente por razones personales insignificantes) Dulles decidió retirar la oferta, humillando al líder egipcio, Gamal Nasser. En respuesta, Nasser decidió restaurar su prestigio apropiándose y nacionalizando el Canal de Suez, que había estado controlado por los británicos. Británicos, franceses e israelíes empezaron entonces operaciones militares contra Egipto en un esfuerzo por recuperar el canal.
Por diversas razones estratégicas y para ser percibido como opositor al colonialismo europeo, el presidente Eisenhower se opuso al uso de fuerza miliar contra Egipto y recurrió a una solución no militar:
La diplomacia no había convencido a los británicos o franceses a abandonar [Egipto]. Estados Unidos era reticente a intervenir con fuerzas militares contra aliados de la OTAN. Como alternativa, Eisenhower empleó la guerra financiera. Con solo tres golpes ofensivos, Estados Unidos logró sus objetivos políticos inmediatos de obligar a Gran Bretaña y luego a Francia a abandonar el Canal de Suez. Los tres ataques de guerra financiera fueron: (1) bloquear al Fondo Monetario Internacional (FMI) para que proporcionara 561 millones de dólares de crédito pendiente a Gran Bretaña; (2) bloquear al US Export-Import Bank para la concesión de 600 millones de dólares de crédito a Gran Bretaña y (3) amenazar con deshacerse de las existencias estadounidenses de bonos en libras esterlinas si Gran Bretaña no abandonaba Suez. El bloqueo crediticio paralizó la capacidad británica de tomar prestado y le devolvió a su flujo negativo de caja, llevándole a una quiebra efectiva. La amenaza de la libra esterlina aumentó enormemente el riesgo percibido de usar la divisa británica. Ese riesgo, si se ejecutaba, habría afectado directamente a la capacidad británica de comerciar internacionalmente.
El mundo espera un momento “crisis de Suez” para EE. UU.
El estatus de Gran Bretaña como potencia mundial acabó con la crisis de Suez en 1956 porque se hizo evidente que los británicos no podían actuar en el escenario global sin la aprobación de Estados Unidos. EE. UU. tenía el poder para perjudicar a la economía británica sin un solo disparo.
Los opositores a la hegemonía global estadounidense hoy son muy conscientes del episodio de Suez y también de que Estados Unidos, como el Imperio Británico en 1956, está profundamente endeudado y necesita, al menos en parte, regímenes extranjeros que guarden dólares estadounidenses y compren deuda estadounidense. Sin demanda extranjera de dólares y deuda, el gobierno de EE. UU. tendría que pagar más intereses sobre su deuda y probablemente se encuentre incapaz de pagar sus facturas. La quiebra (o una masiva monetización de deuda a través de la Fed) vendría enseguida.
¿Es ahora mismo EE. UU. tan vulnerable como lo eran los británicos en 1956? Eso está menos claro. En 1956, la libra esterlina ya afrontaba una dura competencia con otras divisas. El dólar había sido entronizado como la divisa de reserva mundial en el acuerdo de Bretton Woods en 1944. Así que los británicos estaban limitados en cuánto podían inflar su divisa y por tanto había recurrido a organizaciones como el FMI.
El dólar no ha afrontado aún una competencia seria de divisas extranjeras, al menos no de la misma manera. Sin embargo, omo sugería Ron Holland ya en 2011, si los aliados petrolíferos de EE. UU. abandonan el petrodólar, la situación podría cambiar muy rápidamente. Por otro lado, el yen y el euro están siendo ambos furiosamente inflados por sus propios bancos centrales respectivos.
Pero aquí es donde aparecen el banco de los BRICS y el AIIB. Dada la historia de los estados-nación, es extremadamente probable que los países BRICS (y especialmente los rusos y los chinos) esperen que estas dos nuevas instituciones financieras puedan usarse para ayudar a potencias mundiales distintas de EE. UU. a iniciar guerras financieras propias.
Igual que EE. UU. usó su control del FMI para ejercer presión financiera sobre los británicos, una banco BRICS con éxito o un AIIB con éxito podrían (ofreciendo préstamos a gobiernos endeudados) ser usados en el futuro para aplicar presiones similares en otras situaciones. Además, estas instituciones pueden recurrir a dar préstamos en divisas distintas de los dólares, lo que debilitaría el estatus del dólar como reserva de recurso.
Y una vez que estas instituciones hubieran disminuido así el valor de los dólares guardados, los tenedores extranjeros de grandes reservas en dólares y deuda estadounidense (como los chinos) podrían deshacerse más agresivamente de dólares y deuda, igual que los estadounidenses amenazaron con deshacerse de los bonos en libras esterlinas en 1956.
Y, por supuesto, independientemente de este plan, el banco de los BRICS y el AIIB pueden usarse para atraer estratégicamente a naciones en desarrollo alejándolas de la órbita de EE. UU. hacia alianzas con chinos, rusos o cualquier estado que pueda ofrecer los términos más atractivos para ayuda externa (y los acuerdos más agradables para los políticos).
Es imposible conocer el plazo sobre cómo pueden producirse estas evoluciones. Recientemente, los chinos humillaron al gobierno de EE. UU. atrayendo a múltiples socios europeos al AIIB, que ha denunciado el gobierno de EE. UU. Pero incluso con un amplio apoyo de los regímenes europeos, el AIIB aún está capitalizado solo con en torno a 50.000 millones de dólares. En otras palabras, por sí mismo, el AIIB todavía sigue ofreciendo solo una competencia menor.
Sin embargo, con múltiples instituciones de este tipo implantadas, las reglas del juego pueden cambiar con rapidez, y pueden aparecer repentinamente grandes reveses, como pasó con los británicos en 1956 y los soviéticos en 1989.
Buena parte del mundo espera una oportunidad para imitar la estrategia de Eisenhower en Suez y, salvo que algo cambie mucho en Washington, el mundo es probable que tenga su oportunidad.
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