45.000 personas, horas de espera, miles de fotos, decenas de preguntas y una expectación ilimitada. La cita anual con Warren Buffett y Charlie Munger nunca defrauda
¿Señores con mucho dinero haciendo colas de hasta siete horas en la madrugada para estar lo más cerca posible de una persona de 84 años y otra de 91? ¿Chinos sacándose fotos en la oficina de estos señores, a pesar de que no hay ni un sólo cartel con el nombre de la compañía que llevarse al objetivo?¿Un minibús que aparca en la casa de uno de ellos, del que bajan unas cuantas decenas de personas para hacerse fotos delante del porche?
Imposible imaginar con la mentalidad española lo que cada primer sábado de mayo suele suceder en Omaha, la ciudad en la que nacieron Marlon Brando, Fred Astaire, el tenista Andy Roddick o Malcom X, pero de la que quizá usted nunca habría oído hablar de no ser por Warren Buffett.
45.000 personas nos reunimos en el estadio CenturyLink de esta ciudad en la que dicen que empieza el Oeste, para lo que fríamente es una junta general de accionistas de una compañía, Berkshire Hathaway, el holding con el que Buffett ha ido obteniendo su fama y su fortuna, pero que en la práctica es algo muy distinto.
“Ven a disfrutar nuestro Woodstock de los capitalistas”, escribía el propio Buffett en la carta anual que envía a sus accionistas el primer fin de semana de marzo. Servidor y otros cuantos usuarios de Unience, la red social de finanzas, también estuvimos allí. Nos hicimos un viaje de 30 horas de ida y otras 30 de vuelta para vivirlo. Nos encontramos allí a otros españoles y también a algún gestor español, como Pablo González o Luis Urquijo.
Pero había gente que había hecho viajes mucho más largos. Quienes han asistido otros años destacan cómo el porcentaje de chinos e indios ha ido aumentando en los últimos años, hasta el punto de que Warren Buffett recibió personalmente a un grupo de asiáticos en privado al final de la conferencia.
También muchos padres con sus hijos, a los que quieren inculcar desde pequeños la necesidad de invertir, que el propio Buffett pregona. Dice el 'Oráculo de Omaha' que una de las cosas de las que se arrepiente es de no haber empezado a invertir antes y lo hizo con 11 años. Durante la conferencia, de hecho, animó a sus accionistas a inculcar los buenos hábitos de ahorro desde pequeños en sus hijos.
"Yo veo, él oye"
Buffett es la estrella, pero las conferencias no serán lo mismo cuando no esté su insperable socio Charlie Munger, 91 años, un ojo de cristal. “Yo veo, él oye”, formamos un equipo”, fue la presentación de Warren al inicio de la conferencia.
El estribillo de ambos durante estas conferencias es el mismo desde que hace 50 años se hicieron con el control de Berkshire Hathaway, value investing: comprar barato buenos negocios, en los que se pueda predecir qué pasará en los próximos cinco o diez años. Y olvidarse de las emociones. No entrar en pánico cuando los demás se ponen nerviosos, sino estar preparados para comprar más en esos momentos.
Dijo Buffett que las bolsas sólo están caras si uno espera que los tipos de interés van a subir drásticamente; comentó que están encontrando mejores valoraciones en Europa que en EEUU y que sería una sorpresa que no compraran una compañía alemana en los próximos meses.
Asumió su error cuando pronosticó que la política de bajos tipos de interés iba a generar inflación y defendió que haya una autoridad con el poder de calmar a los inversores cuando llegan los pánicos: “Siempre necesitas alguien que diga whatever it takes y la gente le crea”, comentó en referencia a Draghi, Bernanke y Paulson.
Para ser el Woodstock del capitalismo, podría sorprender la cantidad de preguntas de corte ‘social’ que le hicieron: le cuestionaron sobre el salario mínimo, sobre los despidos de trabajadores que estaba haciendo en algunas empresas su socio brasileño de capital riesgo 3G, sobre la necesidad de convencer a otros ricos para que donen mayor herencia, sobre la desigualdad…
Cinco horas respondiendo a todo tipo de preguntas: él con 84 años, y su amigo Charlie, con 91. Pero sin desvelar lo que a medio plazo más preocupa a los inversores que allí asistieron: quién les sucederá cuando ellos falten. “Lo único que tenemos claro es que lo hará igual o mejor que nosotros”, dijo el mejor inversor de todos los tiempos.De momento, el año que viene, con 85 y con 92 años, intentarán estar sentados allí de nuevo, frente a 45.000 accionistas, bebiendo sus cherry cokes y comiendo sus See’s Candies, dos de las compañías que más dinero les han hecho ganar. Un espectáculo que nadie querrá perderse de nuevo.
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