El Maquiavelo de las finanzas que desahucia a las Koplowitz del antiguo Imperio FCC
Nicolás Maquiavelo fue uno de los grandes pensadores políticos del Renacimiento por su virtud para el análisis de los señores feudales que gobernaban ciudades, países o imperios. Sus libros, como El Príncipe, deberían ser leídos por todos los concejales, consejeros y ministros de medio pelo que deambulan por el país, sin nada ya que robar porque se lo han llevado todo. También por los capataces de cortijos empresariales que se creían vestidos de oropeles cuando estaban desnudos. Sin embargo, el apellido del italiano pasó a la historia como un instigador capaz de montar cualquier conspiración para facilitar el acceso al poder de sus amigos en beneficio común y privado.
Las dos acepciones se le podrían aplicar a Juan Béjar, el vicepresidente y consejero delegado de FCC, quien, con un cuidado exquisito, ha forzado el desalojo de la familia Koplowitz, los fundadores del Imperio constructor que creó en los años 40 y 50 Ernesto Koplowitz Sternberg. Un empresario de origen polaco que llegó a España huyendo de las persecución de la Alemania nazi a las personas de origen judío. El padre de Alicia y Esther Koplowitz se abrazó a la dictadura de Franco, como hicieron los Entrecanales, para beneficiarse de las obras que se concedían al calor de la reconstrucción del país tras la guerra.
Muchos años después de aquello, tras la salida de Alicia, la hermana lista,a principios del 1998, la familia perderá en los próximos días el control de FCC por incapacidad manifiesta de Eshter y de su hija, Eshter Alcocer Koplowitz, presidenta sin cetro de un grupo que es un juguete roto en manos de una banca a la que debería agradecer el trato tan exquisito –ya lo quisieran todos los ejecutados por Bankia y BBVA- que han tenido con un apellido de rancio abolengo.
Porque, aunque las Eshteres, madre e hija, han tratado de difundir queGeorge Soros es el socio amigo que les permitirá superar una crisis financiera que consideran puntual, lo cierto es que el magnate estadounidense no es ni más ni menos que el rescatador de un grupo que estaba en concurso virtual de acreedores y que desembarcará en FCC por obra y gracia de Juan Béjar, cuya relación con los todavía dueños es entre fría y congelada. A la niña, que hace unos meses atrás aseguró en un cocktail que “con Miguel esto no hubiera pasado” -en referencia a Blesa, el corrupto expresidente de Caja Madrid- no la puede ni ver, no le aguanta ni una. Por elegancia, omite su opinión en público.
Aunque el directivo llegó a principios de 2013 a la constructora nombrado por la familia, Béjar supo desde el primer momento que los que habían provocado la crisis eran la Señora y la cohorte de bufones que le reían las gracias, que se arrodillaban a su paso y que cometieron un sinfín de errores estratégicos, como la compra de un negocio de residuos en Reino Unido por 2.000 millones -la mitad de esa inversión ha ido a la basura- o la entrada tardía en las energías renovables por 1.000 millones, una aventura de la que apenas han recuperado 300. En total, pérdidas fallidas por 3.000 millones, un dinero que hubiera llevado a los tribunales a cualquier directivo.
Por ello, Béjar coligió que la única solución para salvar FCC era sacar por la fuerza a la familia del capital y de la gestión. Porque en la compañía no se hacía nada sin que la Señora y, en menor medida su progenitora, dijeran que sí o que no sentadas ante su espejito mágico. Y la mejor forma de ahogar a las Koplowtiz era dejarlas sin la única fuente de ingresos con la que podían pagar sus milmillonarias deudas personas: el dividendo. “Lo suspendemossine die, hasta que la compañía sea rentable”, sentenció Béjar con la tranquilidad y contundencia que le permiten su experiencia a la hora de torear como familias de postín, como anteriormente hizo con los Del Pino en Ferrovial.
Al impedir que la madre y la hija usaran a la compañía para su beneficio personal en perjuicio del resto de accionistas, Béjar puso en marcha la cuenta atrás para deshauciar a las Koplowitz. Primero llegó a un acuerdo con los 37 acreedores de una deuda corporativa de más de 5.000 millones para que le dieran unos meses para ampliar capital en FCC a sabiendas de que, como la familia no podría acudir a la emisión de las nuevas acciones, se diluirían lo suficiente para perder cualquier capacidad de mando, de meter mano y de interferir en la buena gestión de un grupo con 60.000 familias de apellidos anónimos que viven de la nómina.
Y aquí es donde llega Soros, acostumbrado a hacer grandes negocios derribando gobiernos si es necesario, como hizo con Inglaterra cuando forzó la devaluación de la libra esterlina. En consecuencia, Koplowitz no significa nada para un inversor que trata de tú a tú a presidentes de países tan poco relevantes como los Estados Unidos. El veterano magnate, en coalición con Béjar, solo busca sacar la mayor rentabilidad para su inversión en FCC, de la que se podrán beneficiar todos los accionistas. Por ello, pondrá su músculo financiero para que, por ejemplo, la compañía pueda presentarse a concursos internacionales en el rentable negocio del agua, con un margen del 20%, al que ahora no puede concurrir por falta de tela. Pero por el camino, como el grupo aún adeudará más de 6.000 millones por todo su pasivo, irá troceando las divisiones para hacer una liquidación ordenada.
Las Koplowitz solo serán meras espectadoras de una gestión que ya no será paternalista, sino profesional, y de la que Béjar sacará un buen partido. Porque Soros le ha prometido que en cuanto se siente en el consejopropondrá un jugoso plan de stock options que incentive la consecución de unos objetivos corporativos con el que ganen dinero, mucho dinero, los accionistas y los principales directivos. El anterior plan que aprobó la Señora no llegaron ni a olerlo de lejos los beneficiarios debido al hundimiento de la acción hasta mínimos históricos.
Madre e hija, preocupadas principalmente por enviar fotos retocadas a través de una agencia de comunicación ajena ya a FCC, han demostrado no haberse enterado de nada acerca del plan del consejero delegado al que trataban como un empleado más del cortijo. Primero aseguraban que, pasara lo que pasara, seguirían manteniendo el 50% de FCC y por tanto el poder. Después hablaban que nunca bajarían del 30%, el límite para rechazar una OPA hostil, y posteriormente ya daban por bueno retener el 25%.
La foto final será aún peor. Apenas pasarán del 20% y en cinco años, cuando tendrán que pagar los 1.000 millones que Bankia y BBVA le han perdonado por enésima vez, tendrán un 5% en el mejor de los casos. Serán unas simples ricas rentistas, mucho para cualquier de nosotros, pero pobres para una familia que hizo su fortuna cuando gobernaba un hombre bajito con bigote desde El Pardo. La democracia empresarial, y más ahora, es otra cosa.
Sean felices.
No hay comentarios:
Publicar un comentario