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miércoles, 18 de noviembre de 2015

¿Por qué y cómo industrializar África?

La inmigración descontrolada origina focos de miseria e inestabilidad
 
África es una oportunidad y amenaza a la vez; una se verá debilitada
 
 
La solidaridad con África está hoy mal entendida. Se enfoca a tolerar una inmigración descontrolada, sin relación clara con las oportunidades macroeconómicas reales de trabajo en nuestros países, y si, en cambio, con la presión de determinados grupos sociales que aprovechan para denunciar la situación sin proponer soluciones sostenibles. La inmigración descontrolada da origen a focos de miseria. Los cupos estrictos y realistas son más necesarios que nunca, de forma que solo se admita a las personas a las que podamos dar un trabajo digno en condiciones iguales a cualquier otro ciudadano, y que cumplan los requerimientos de adaptabilidad mínimos que vayan a posibilitarlo. De lo contrario podemos estar agravando el problema. Todas las personas, independientemente de su procedencia, deben ser bienvenidas, aunque solo sea por la riqueza cultural que nos aportan, pero sin meterles, por intentar ser piadosos, en trampas que arruinen su vida. Contra todo lo que parezca, la admisión controlada favorece la integración, el respeto, y es más humanitaria a medio y largo plazo. La acción más coherente, es que, poco a poco, no necesiten esa huida extenuante de su país, porque en su tierra tengan las cosas de valor que aquí tenemos. Y esto pasa por ayudarles a industrializarse.

¿Cómo debería enfocarse un tema tan difícil y con resultados a largo plazo? Solamente con una visión de futuro común de USA y Europa, a salvo de vaivenes políticos. Solo la iniciativa privada no es capaz. África es el continente más complejo; todo puede cambiar radicalmente en pocos kilómetros, o no hacerlo en miles de ellos. La primera idea es pues, diferenciar dejando aparte el naciente terror en la zona del Sahel y aledaños donde la corrupción y las dictaduras locales, dificultan cualquier iniciativa sana. La segunda idea sería simultanear la presencia de nuestras multinacionales con el desarrollo de una red de proveedores locales en la que creemos capacidad de evolución tecnológica dejando fuera la imagen de los occidentales sospechosos siempre de abusar y hacer las cosas en provecho propio. Esto cobra mayor sentido si se propone a los ciudadanos ya integrados de esos países que sean ellos los que lideren los negocios autóctonos. De esta manera, tendrían la oportunidad de volver a su tierra con ilusión, y con un bagaje técnico que garantice éxito apoyado en iniciativas como la creación de unas ?Escuelas de transmisión del Conocimiento? desde esas empresas occidentales como tercera idea. La cuarta idea es que los precios a los que se contrate deben permitir que las empresas autóctonas generen recursos para su I+D. Esto evitaría la creación de nuevos guetos y redundaría en mejoras drásticas de la calidad y la motivación de las personas. Pero cuando se asigna a una organización el papel de ?empresa tractora? de proveedores, se crea un cierto consentimiento mutuo de dependencia-exclusividad, que no es bueno. En África este inconveniente es muy probable que sea amplificado sin límites. La quinta idea es pues ayudar activamente a las empresas creadas a desarrollar una red de clientes tanto locales, como de países desarrollados. Hoy hay gérmenes minúsculos -pero valiosos- de iniciativas autóctonas en alimentación, reciclaje, potabilización de agua, salud... Algo básico, pero loable, e impulsado por las ONGs más pragmáticas que encuentran ganas en la gente. Y hay experiencias fomentadas por el líder aeroespacial europeo, de crear unidades de I+D en esta actividad de tecnología punta.
 
Otra experiencia negativa en la localización de fábricas en zonas en desarrollo, ha sido dotarlas de medios de fabricación pobres con respecto a nuestros estándares. La situación, se vuelve así en contra de los propósitos iniciales, y lleva a una productividad estancada, y a un servicio y calidad muy por debajo de lo esperado. De aquí sale la sexta idea: hay que colocar los medios de fabricación adecuados para garantizar los niveles de calidad y fiabilidad que requerimos, y capacitar a las personas para manejarlos.
 
Estas seis ideas permitirán que nuestras multinacionales tengan una visión de negocio a largo plazo con África. Eso requiere, por parte de los Gobiernos, de apoyo político-logístico para la implantación de nuestras empresas allí, así como de la elaboración de un Manual de Buenas Prácticas con visión de futuro también para los proveedores locales. No dejo de ver a África como una oportunidad y amenaza a la vez, tan entrelazadas, que si una de ellas prepondera, no habrá casi lugar para la otra. Blanco o negro. Industria y Gobierno tenemos la oportunidad y la obligación moral de hacer algo serio por un continente aún bastante puro y lleno de vida.
 
 
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