China está realizando cambios enormemente importantes
para modernizar sus instituciones, incluyendo su dudoso sistema
estadístico.
Javier Santacruz Cano
China está realizando cambios enormemente importantes para modernizar
sus instituciones ya con un claro sesgo pro-mercado.
Dentro de estas instituciones, una de las más destacadas es el
sistema estadístico, una de las columnas vertebrales de cualquier
economía de mercado no sólo como fuente esencial de datos para la toma de
decisiones por parte de los agentes económicos, sino también como muestra de
transparencia ante la comunidad internacional.
Ciertamente, una economía planificada invalida cualquier cálculo
económico (léase, por ejemplo, a economistas como Ludwig von Mises),
incluidas las estadísticas como fuente fiable de conocimiento. Por ello,
conforme la economía china ha ido avanzando hacia la apertura, el sistema
estadístico también lo está haciendo a un ritmo intenso con especial hincapié
desde 1985, cuando el Consejo de Estado aprobó la creación del
Sistema Nacional de Cuentas, que utilizó por primera vez la metodología del
Producto Interior Bruto (PIB) como forma de medir la riqueza generada por el
país en un año. Hasta aquel momento, China usaba el denominado "Producto Social
Agregado" heredado de la Rusia soviética.
El avance en las estadísticas chinas está prácticamente correlacionado uno a
uno con la integración y articulación de los territorios que forman la actual
China. En este proceso, dos son las dificultades más
importantes a considerar a finales de los años ochenta y durante buena
parte de los noventa: por un lado, el carácter primitivo de los
registros contables existentes y, por otro lado, la
imposibilidad de reunir una información medianamente representativa con un país
que tiene una extensión de 9,6 millones de kilómetros cuadrados y una población
en el umbral de los 1.000 millones de personas.
La integración de los mercados se convierte, por tanto, en uno de los motores
de mejora de la calidad de los datos, a lo cual se une también la innovación en
las técnicas de selección de datos, procesamiento y estimación. Desde hace casi
diez años, el National Bureau of Statistics cuenta con
presupuesto propio y varios acuerdos de colaboración con otros servicios
estadísticos de diferentes partes del mundo.
Pero, sin duda, el avance más importante de los últimos tiempos es la
adopción de la metodología estadística del Fondo Monetario Internacional
(FMI) para el cálculo de la balanza de pagos con periodicidad mensual.
Este paso dado por el Gobierno chino forma parte de la negociación con el FMI
para incluir al yuan dentro de su cesta de divisas y, con ello,
dar un paso más en la internacionalización del yuan. El beneficio, por tanto,
viene por dos vías diferentes: colocar al yuan en igualdad de condiciones
respecto a divisas de referencia como el dólar americano, el euro o el yen y, de
paso, contribuir a la mejora de las estadísticas.
A pesar de ello, la sombra de la duda sobre las estadísticas
chinas sigue planeando. Para ello, se ponen como ejemplos los beneficios de las
empresas públicas o los precios de la vivienda donde, según varios autores, el
Gobierno chino interviene para ocultar una supuesta debacle económica en forma
de pinchazo de la burbuja inmobiliaria.
Esta tesis encierra algo evidente: la confusión entre "manipulación" y
"precisión" de las estimaciones. Pongamos como ejemplo el índice de
precios de la vivienda en las setenta ciudades más importantes de
China. Si agregamos los datos, nos encontramos con un índice cuya media es 98,01
y su error estándar es 5,53 puntos. En este sentido, si
calculamos el coeficiente de variación, vemos que es superior a 5 puntos
porcentuales. Para hacernos una idea: coeficientes superiores a 3 puntos ya
tienen que preocuparnos en torno a la representatividad de la media
calculada.
Hablar de medias, en este caso y en otros muchos, nos da una imagen
distorsionada del mercado con cuatro ciudades cuyos precios
inmobiliarios siguen creciendo: Beijing, Shanghái, Guangzhou y Shenzhen.
Éste no es más que un ejemplo, en suma, de cómo el mercado chino dista de ser
único (el precio de una barra de pan puede variar más de un 5% de una manzana a
otra de la capital, Pekín) y, por tanto, la necesidad de analizar las
estadísticas no desde la manipulación, sino desde su necesaria evolución
desde la práctica inexistencia hacia la modernidad.
Javier Santacruz Cano es economista socio de China
Capital y profesor de IEB.
© Libertad Digital SA
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