[Este artículo está extraído de Historia del pensamiento económico, vol. 1, El pensamiento económico hasta Adam Smith]
David Hume (1711–1776), el famoso filósofo escocés, era un amigo cercano de Adam Smith que fue llamado el ejecutor de Smith, cercano a Turgot y a los partidarios franceses de laissez faire y miembro de la élite moderada de la ilustración escocesa.
Nacido en Edimburgo e hijo de un lord escocés, Hume estudio en el continente, donde publico su notable trabajo filosófico, Tratado de la Naturaleza Humana (1739-1740), a la edad de 28 años. El Tratado de Hume fue crucial en su escepticismo corrosivo y destructivo, logrando desacreditar injustamente la filosofía de la ley natural, para crear una división artificial entre hecho y valor y así debilitar el concepto de derechos naturales en nombre del utilitarismo y degradar el análisis clásico-realista de causa y efecto.
No hay una figura más importante en la desafortunada desacreditación de la tradición filosófica clásica de realismo de ley natural, una tradición que había permanecido desde Platón y Aristóteles por lo menos hasta Aquino y los últimos escolásticos. En cierta forma, Hume completó el efecto corrosivo de la idea del filósofo francés del siglo XVII René Descartes de que solo las matemáticas y la analítica precisas pueden proveer conocimiento real. El empirismo escéptico e inestable de Hume fue la otra cara de la moneda cartesiana.
Altamente influyente en las siguientes décadas, el Tratado de Hume fue ignorado en su tiempo y después de escribirlo lo convirtió en breves ensayos sobre temas políticos y económicos, y eventualmente en su entonces famosa Historia de Inglaterra en diez volúmenes, que presentaba desde el punto de vista tory.
Excluido de la academia por su escepticismo y supuesta irreligiosidad, Hume se unió al cuerpo diplomático y sirvió como secretario a Lord Hertford , el embajador británico en Francia. En 1765 Hume se convirtió en encargado de asuntos británicos en Paris, y dos años más tarde ascendió al puesto de subsecretario de estado. Finalmente, en 1769 se retiró a Edimburgo.
La aportación de Hume a la economía es fragmentaria, y consta de aproximadamente 100 páginas de ensayos en sus Discursos Politicos (1752). Los discursos se distinguen por su lúcido e incluso brillante estilo, un estilo que brillaba en comparación con sus eruditos pero monótonos contemporáneos.
La aportación más importante de Hume fue su elucidación de la teoría monetaria, en particular su clara exposición del mecanismo de flujo metálico-dinero que equilibra la balanza de pagos nacionales y los niveles de precios internacionales. Estrictamente, en teoría monetaria, Hume vivifica la teoría cuantitativa del dinero de Locke con un maravilloso ejemplo, remarcando el hecho de que no importa qué cantidad de dinero exista en un país concreto: cualquier cantidad, pequeña o grande, es suficiente para hacer el trabajo del dinero de facilitar el intercambio. Hume señaló esta importante verdad postulando lo que pasaría si cada individuo encontrara que de la noche a la mañana su dinero se hubiera duplicado milagrosamente.
Supongamos que, milagrosamente, a cada hombre en Gran Bretaña se le pusieran cinco libras en su bolsillo por la noche: esto superaría en más del doble la cantidad de dinero que existe actualmente en el reino; sin embargo no habría, ni al día siguiente ni durante algún tiempo, más prestamistas ni variación alguna en los intereses.
Los precios por lo tanto, siguiendo la teoría cuantitativa del dinero de Locke, aumentarán proporcionalmente.
El mecanismo del flujo metáliso-dinero es la teoría cuantitativa extrapolada en el caso de muchos países. El aumento en la oferta monetaria en el país A causará que suban los precios; pero entonces los bienes en el país A ya no son tan competitivos comparados con otros países. Las exportaciones por lo tanto caerán, y aumentarán las importaciones de países con bienes más baratos.
La balanza comercial en el país A por lo tanto se volverá desfavorable, y el metálico saldrá del país A para pagar el déficit. Pero esta salida de metálico acabará causando una contracción aguda en la oferta monetaria en el país A, una caída proporcional en los precios, finalmente revirtiendo en el balance desfavorable.
Mientras los precios en A regresan a niveles previos, el metálico seguirá un flujo de regreso hasta que la balanza comercial se equilibre y hasta que el nivel de los precios en términos de metálico sea igual en cada país. Por lo tanto en el libre mercado hay actuando fuerza rápidamente autocorrectiva, que equilibra las balanzas de pagos y niveles de precios e impide que la inflación se incremente demasiado en cualquier país.
Mientras que la explicación de Hume es lúcida y cautivadora, supone un considerable deterioro respecto de la de Richard Cantillon. Primero, Cantillon no creía en la proporcionalidad agregada del dinero y cambios en el nivel de precios, sino que se adentra en un sofisticado análisis de microproceso del dinero pasando de una persona a la siguiente. Como resultado, los precios y el dinero no se incrementan proporcionalmente aun en el eventual nuevo estado de equilibrio.
Segundo, Cantillon incluyó el “efecto renta” de más dinero en un país, mientras que Hume se limitó al efecto del precio agregado. Resumiendo, si la oferta monetaria incrementa en el país A, se equilibrará no solo subiendo los precios en A, sino también por el hecho de que los activos monetarios y las rentas son mayores en A, y por lo tanto se gastará más dinero en importaciones. El efecto de esta renta, o más precisamente el balance de efectivo, generalmente trabajara más rápido que el efecto de los precios.
Hay más problemas en el análisis de Hume, además de la omisión de verdades previamente descubiertas. Pues aunque Hume concedía que no importa para la producción o la prosperidad cuál sea el nivel de la oferta monetaria, sin embargo sí daba gran importancia a los cambios en esa oferta. Es cierto que los cambios si tienen consecuencias importantes, algunas de las cuales ya había analizado Cantillon. Pero el punto crucial es que todos esos cambios son disruptivos y distorsionan la actividad del mercado y la asignación de recursos.
Pero David Hume, de manera prekeynesiana, alababa los supuestos efectos revitalizadores hacia la prosperidad de aumentar y disminuir la cantidad de dinero y exhortaba al gobierno a asegurarse de que la oferta monetaria siempre se incrementara al menos moderadamente. Dos prescripciones contradictorias de Hume pueden encontrarse en dos enunciados sucesivos:
De la totalidad de este razonamiento podemos concluir que no es de ninguna manera consecuente, con respecto a la felicidad domestica del estado, que el dinero exista en mayor o en menor cantidad. La buena política del magistrado consiste en mantenerlo y si es posible aumentarlo, porque eso significa mantener vivo el espíritu de la industria en la nación.
Hume continúa, de manera proto-keynesiana, afirmando que los efectos vigorizantes de incrementar la oferta monetaria se daba porque el empleo de mano de obra y otros recursos aumentaba mucho antes de que los precios empezaran a subir. Pero Hume se detiene (al igual que Keynes) justo cuando el problema se pone interesante: porque entonces debe preguntarse por qué había recursos previamente subempleados, y qué hay en un incremento de la oferta monetaria que pueda ayudar su empleo.
Como iba a señalar W.H. Hutt en los años 30, un análisis más profundo muestra que la única razón posible para un desempleo indeseado de recursos es que el dueño de los recurso exija un precio (o salario) demasiado alto por su uso. Y más dinero solo podría reducir este desempleo cuando los precios de venta suban antes que los salarios o los precios de los recursos, para que los trabajadores y otros dueños de recursos sean engañados para trabajar por un salario real más bajo, aunque no más bajo en dinero.
Además, ¿por qué deberían los recursos ociosos, como postula implícitamente Hume, reaparecer después de que los efectos del nuevo dinero hayan sido totalmente digeridos por la economía en forma de precios más altos? La respuesta solo puede ser que después de que se logre el incremento de los precios y se obtenga un nuevo equilibrio, los salarios y los precios de otros recursos se ponen al corriente y la “ilusión del dinero” se ha evaporado. Los precios reales de los recursos vuelven a ser extremadamente altos para que haya un empleo total de recursos.
Las contradicciones internas de Hume sobre la cantidad de dinero e inflación permean sus escasos escritos sobre economía. Por un lado, la inflación continua durante siglos se describe como un catalizador del crecimiento económico, y por otro lado, Hume favorecía firmemente el uso de moneda ultra fuerte con relación al sistema bancario. Por tanto Hume realizaba un fuerte ataque a la propia existencia improductiva e inflacionista del sistema de reserva fraccional. Escribió
esas instituciones bancarias, fondos y créditos de papel con los que estamos tan fascinados en el reino. Este papel inútil equivalente a dinero, circulando por todo el estado, sustituye el lugar del oro y la plata, incrementa proporcionalmente el precio de la mano de obra y las materias primas, eliminando de esa forma una gran cantidad de esos metales preciosos, o impidiendo su incremento futuro. ¿Que podría ser más miope que nuestro razonamiento en esto? Nos gusta, porque un individuo sería mucho más rico, si su cantidad de dinero se duplica, el mismo efecto positivo que tendría cuando el dinero de todos se duplique; sin considerar que esto incrementaría del mismo modo el precio de todas las materias primas, reduciendo a cada hombre, con el tiempo, a las mismas condiciones previas.
Hume notó constantemente los inconvenientes que genera incrementar el dinero genuino (metálico), pero por lo menos se ve “compensado por las ventajas que obtenemos por la posesión de estos metales preciosos”, incluyendo poder de negociación con otras naciones. Pero agregaba “no hay razón aparente para incrementar ese inconveniente con dinero falsificado, que los extranjeros no aceptarán como pago y al que cualquier gran desorden en el estado reduciría a la nada”. Por tanto “procurar incrementar” el crédito de papel “artificialmente”, meramente incrementa el dinero “más allá de su proporción natural con el trabajo y a las materias primas” aumentando así sus precios.
Hume concluía su penetrante análisis con una propuesta de política de dinero ultra-fuerte: una banca con reserva en metálico al 100%: “no debe permitirse que a ningún banco le pueda ser más ventajoso al guardar todo el dinero que recibe y nunca aumentar la moneda circulante” Hume agregaba que ésta era la practica de 100% de reserva en metálico del famoso Banco de Ámsterdam.
Otra falla importante en el análisis del dinero de Hume fue su propensión, señalada y magnificada por Smith, Ricardo y la escuela clásica, de saltar de un equilibrio a largo plazo a otro, sin preocuparse por el proceso dinámico a través del tiempo por el cual el mundo se mueve realmente de un estado a otro. Es esta brusca negligencia (o “estática comparativa”) la que lleva a Hume a omitir el análisis de Cantillon de micro cambios en balances de efectivo y rentas y provoca que ignore los efectos de la renta en el mecanismo de flujo metálico-dinero de ajuste monetario internacional.# Irónicamente, al hacer esto, y por tanto ignorar los “efectos de distribución” de los activos y rentas cambiantes durante el proceso, Hume (al igual que incontables economistas después de él) distorsiona lo que sucede con el propio equilibrio. Pues no pueden ver que el nuevo equilibrio será muy diferente del anterior. Por lo tanto, cuando cambia la oferta monetaria, no habrá un incremento igualmente proporcional en todos los precios.
El profesor Salerno plantea muy bien este punto:
hay algo de verdad en la afirmación de Keynes de que (…) “Hume comenzó la practica entre los economistas de subrayar la importancia de la posición de equilibrio comparada con la siempre cambiante transición hacia ella”. Ya que, al leer a Hume, uno tiene la inconfundible sensación, si no la total, de que es en el estado equilibrio a largo plazo en el que reside la economía la mayor parte del tiempo. Hume concibe la transición entre estos estados como algo que se producía rápidamente y termina antes de que otro cambio en los datos económicos pueda intervenir e impulsar a la economía hacia un nuevo equilibrio. Esta noción lleva a veces a Hume a truncar un análisis completo paso a paso de los datos cambiantes, aligerando u omitiendo completamente así los efectos a corto plazo para enfocarse en un análisis estático comparativo de sus últimas consecuencias.
En realidad, como han enfatizado los austriacos, la situación es precisamente la opuesta a supuesta por Hume y los clásicos británicos. En lugar de que el estado de equilibrio a largo plazo sea la realidad fundamental, éste nunca existe siquiera. El equilibrio a largo plazo provee la tendencia hacia la que el mercado se mueve siempre, pero nunca se alcanza porque siempre están cambiando los datos subyacente de oferta y demanda (y por lo tanto el punto definitivo de equilibrio).
Por lo tanto un análisis completo paso a paso de un cambo especifico en los datos es precisamente lo que se necesita para explicar el proceso sucesivo de estados de corto plazo el cual tiende a no alcanzar nunca el equilibrio. En el mundo real el “largo plazo” no es un equilibrio en absoluto, sino una serie de estados a corto plazo, que seguirá cambiando de dirección mientras los datos subyacentes se alteren.
Un último problema con las opiniones monetarias de Hume es que, en contraste con la escuela francesa del laissez faire, creía que el dinero no necesitaba ser un activo útil y comercializable sino una mera convención. En un escrito al Abad Andre Morellet (1727-1819), discípulo de Gournay y amigo de Turgot de toda la vida, Hume opina que el dinero funciona como tal por la creencia de que otros lo aceptarán. Muy cierto, pero esto no significa que el dinero sea una mera convención. Y Hume reconoce que debe ser hecho de materiales “que tengan valor intrínseco” porque “de otra forma se multiplicaría sin fin y sería reducido a la nada”
Las ideas de Hume sobre intereses son iluminadoras, aunque solo sea en contraste con la brillantez de la exposición de Turgot 20 años más tarde. Ya que el impacto del dinero se produce en definitiva solo en los precios, Hume demuestra que el interés solo puede ser un fenómeno de capital real y no monetario. Explica la relación entre tipo de interés y tasa de beneficio (es decir, las tasas básicas de retorno de una inversión). Aquí señala correctamente que “nadie aceptará bajas rentabilidades cuando puede obtener intereses altos, y nadie aceptará intereses bajos cuando puede obtener rentabilidades altas” En resume, los intereses y las tasas de rendimientos tienden a ser iguales en el mercado.
Muy cierto ¿pero cuál causa a cual, o cuál es la causa subyacente de ambas? Hume característicamente abandona la búsqueda de causas, y dice que “ambas surgen del comercio extensivo, y se impulsan mutuamente”. Böhm-Bawerk tiene sin duda razón cuando dice que esta idea es “algo superficial”.# Pero, más que esto, es incorrecta e invierte causa y efecto declarando que “el comercio extensivo, al producir grandes existencias (capital), disminuye tanto intereses como rendimientos”. Ya que no hay razón por la que mayores existencias de capital deban disminuir los tipos de interés o rendimiento, lo que sí hacen es disminuir los precios de los bienes de capital y de consumo.
La cadena causal va al revés: Tasas de preferencias temporales más bajas, que generalmente pero no siempre son producto de estándares de vida más altos y mayor prosperidad, causarán que el capital se acumule y que el rendimiento y las tasas de interés caigan. Las dos, como señalaría más tarde la escuela austriaca, son caras opuestas de la misma moneda.
Volviéndonos hacia otras áreas de la economía, es posible que algunos de los profundos fallos en la teoría del valor de Adam Smith sean resultado de la influencia de David Hume. Ya que Hume no tenía una teoría sistemática del valor ni idea alguna de la utilidad como determinante del valor. Más bien señalaba continuamente que la mano de obra era la fuente de todo valor.
En economía política, David Hume puede ser considerado como un librecambista y opositor al mercantilismo. Amigo y mentor de Adam Smith desde su primer encuentro en 1752, Hume llegó a conocer a los partidarios del laissez faire franceses durante sus años en ese país, y el propio Turgot tradujo sus Discursos Políticos al francés.
Publicado el 27 de abril de 2011. Traducido del inglés Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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