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miércoles, 4 de noviembre de 2015

Cuidado con lo que viene, una epidemia silenciosa y mortal arrasa Estados Unidos

Medio millón de muertes en 15 años son suficientes como para empezar a medir las consecuencias del aumento de las desigualdades sociales que han propiciado bancos centrales y gobiernos

 
Foto: Tierra de oportunidades (Enrique Villarino)
Tierra de oportunidades (Enrique Villarino)
 
Han coincidido en el tiempo un artículo y un informe muy reveladores sobre la verdadera realidad del mercado de trabajo de los Estados Unidos y sus enormes implicaciones sociales.
 
El primero de ellos lo firma ayer Martin Wolf en su columna semanal del 'Financial Times'.
 
El afamado analista se centra en la baja tasa de participación laboral que hay en la primera potencia económica del planeta o, formulado de otra manera y acotando el espectro, en el alto porcentaje de hombres (12%) y mujeres (26%) entre 25 y 54 años que ni trabajan ni están en búsqueda activa de empleo. Un nivel de abandono que sorprende en un país con tanta flexibilidad al contratar y despedir y que carece de un servicio de cobertura social a la europea que pudiera desincentivar al parado.
 
 
Se trata de un dato revelador que siempre ha estado ahí, recogido únicamente, en muchos casos, por blogs de los llamados despectivamente ‘apocalípticos’ por limitarse a cuestionar, con evidencias estadísticas, una cifra de desempleo EEUU en mínimos que necesariamente hay que ajustar por este factor, así como por la precariedad salarial y la temporalidad contractual.
 
Sea como fuere, el que Wolf se haya hecho de él, le da por fin una pátina de respetabilidad.
 
Al afirmar, además, el autor que el ‘America´s labour market is not working', titular de su entrada, cuestiona uno de los elementos esenciales, en ausencia de la inflación, para que la Reserva Federal de Estados Unidos -cuyo mandato es dual: precios y ocupación- suba los tipos de interés. Más bien al contrario, refuerza la tesis que solo unos orates defendemos de que un QE4 es aún posible bajo el mandato de Janet Yellen.
 
Pero no nos desviemos del tema.
 
Coincide en el tiempo esta pieza con un estudio casi tan interesante, si no más, elaborado por el Nobel de Economía 2015, Angus Deaton, y su mujer, la también economista Anne Case, recogido por Angel Martínez en El Confidencial e interpretado descarnadamente por el blog 'Naked Capitalism'. En él advierten de un preocupante aumento de la tasa de mortalidad de 1999 a 2013 entre los blancos no hispanos de 45 y 54 años, parte superior del rango de edad al que hacíamos referencia al inicio de este post.
 
Un hecho sin analogía alguna en los principales estados del Primer Mundo, como pueden ver en el siguiente gráfico, tomado del original.
 
 
Entre las causas que se señalan para esta ‘epidemia’, que se está cobrando silenciosamente miles de vidas, se encontrarían, precisamente, todas las secuelas asociadas a la falta de un puesto de trabajo y/o a la incapacidad de realización humana o económica a través del mismo: abuso de alcohol, de drogas o de cócteles de fármacos, y proliferación de enfermedades mentales -ansiedad, pánico o depresiones- que terminan en suicidio. Como hemos señalado con anterioridad, no se trata de un problema que afecta a grupos étnicos secularmente marginados sino a los pomposos WASP, con especial incidencia, eso sí, en los de peor nivel educativo.
 
Es evidente que no es la única razón para justificar una mayor mortandad en el colectivo seleccionado, especialmente teniendo en cuenta el amplio periodo de tiempo considerado y los momentos de auge/declive que han existido durante el mismo. Pero sirve para explicar el fenómeno, al menos parcialmente. Y es que la ausencia de esperanza laboral es una de las manifestaciones más sangrantes del paulatino aumento de las desigualdades sociales entre ricos y pobres, que es la verdadera raíz del problema.
 
Denles las gracias a gobiernos y bancos centrales y a su interés prioritario por las finanzas frente a la actividad real.
 
 
Un desencanto que, por lo que a las posibilidades de trabajar respecta, va a ir a más y no a menos.
Como ya hemos señalado en varias ocasiones en 'Valor Añadido', procesos como la globalización y la tecnificación son amenazas estructurales para el empleo en las economías desarrolladas. De críticas consecuencias en algunas naciones como, por ejemplo, España (VA, ‘Empleo en España: lo peor, sin duda, está por venir’, 18-08-2014). Son tendencias seculares contra las que no se puede luchar. Lo cual obliga a un replanteamiento tanto del proceso productivo (especialización y diferenciación) como de la cadena de valor (de la fabricación al diseño, el I+D+i y la posventa), las políticas de empleo o el régimen asistencial del Estado.
 
Casi nada.
 
En Estados Unidos alguien está gritando ya, alto y claro, que viene el lobo. Medio millón de muertes en 15 años han sido necesarias para que desde Princeton, un par de chalados en sus locos modelos matemáticos alcen la voz.
 
Más nos vale empezar a hacer caso a lo que dicen.

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