La actual desaceleración económica obliga a Pekín a tomar medidas para evitar un aumento del desempleo y mantener la estabilidad social
Ante la progresiva desaceleración del crecimiento de la segunda economía mundial, China debe acelerar la implementación de reformas estructurales para evitar que el menor crecimiento repercuta en los niveles de empleo. Esta es la principal conclusión del último informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre el país, en el que sus autores apoyan el cambio de modelo económico en China y aseguran que, a largo plazo, un mayor protagonismo de las fuerzas del mercado en la economía y la transformación hacia un sector servicios más potente y el fomento del consumo interno son las claves para evitar un aumento del paro.
La tasa de desempleo urbano en China se ha mantenido alrededor del 4% en los últimos años (la cifra no se calcula en las zonas rurales). El Gobierno chino se ha fijado como objetivo para 2015 crear 10 millones de puestos de trabajo, un objetivo que se alcanzará teniendo en cuenta que hasta junio ya se habían creado 7,1 millones. A pesar de que la economía sufre una progresiva desaceleración en los últimos tres años, China ha logrado mantener sus niveles de empleo gracias al cada vez mayor protagonismo del sector servicios en detrimento de la industria, los movimientos migratorios y el hecho que las grandes compañías estatales no han reducido plantilla a pesar de estar ganando cada vez menos.
El FMI cree que China necesitaría crecer entre un 6% y un 6,5% en los próximos años para asegurarse la creación de 10 millones de empleos anuales
El análisis de los economistas del FMI considera que, de seguir con la senda de reformas, China necesitaría crecer entre un 6% y un 6,5% en los próximos años para asegurarse la creación de 10 millones de empleos anuales. Si los cambios en el modelo económico del país se encallan, auguran que la tasa de paro podría llegar al 6% en 2020. El país creció un 7,4% en 2014 y la cifra se ha reducido hasta el 7% durante el primer semestre del año.
"A corto plazo, la reforma de las empresas estatales y el ajuste en sectores con exceso de capacidad empujarían la tasa de desempleo hacia arriba, pero facilitarían la transformación hacia una senda de crecimiento más sostenible", asegura el texto. Por el contrario, un retraso en la implementación de las reformas "acumularía vulnerabilidades, debilitaría las perspectivas económicas a largo plazo y potencialmente empeoraría el desempleo".
Tras años creciendo a tasas anuales de doble dígito gracias a una economía impulsada por la inversión pública y las ventas en el exterior, China da por agotado este modelo ante la cada vez menor competitividad, reducción de la oferta laboral, la creciente desigualdades sociales y el fuerte impacto medioambiental. El objetivo es virar hacia un patrón más sostenible, con un cada vez mayor protagonismo del sector servicios y el consumo de los ciudadanos en la economía. La transformación es dolorosa porque supone una reconversión industrial que podría dejar a millones de personas sin trabajo y se realiza en un momento en que el sector inmobiliario flaquea y el crecimiento global no despega. Ante este reto, Pekín juega con el difícil equilibrio de estimular su economía sin socavar los esfuerzos de reforma realizados durante los últimos dos años.
El objetivo de China es crecer un 7% este año. Se trata de una cifra que parece difícil de lograr después de un tercer trimestre protagonizado por el mayor terremoto bursátil de la historia reciente del país y una mala racha de indicadores económicos que apuntan a una mayor desaceleración. El Gobierno, sin embargo, ha respondido con un aumento del gasto fiscal y nuevos recortes de los tipos de interés. El FMI, por su parte, augura que el gigante asiático crecerá un 6,8%, dos décimas menos de lo que estima Pekín.
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