- Asia arrastra a los parqués europeos, que se dejan entre un 1,5% y un 2,5%
Lejos de disiparse, los problemas de los países emergentes se multiplican. Las crecientes dudas sobre la economía china, el frenazo en seco del comercio mundial, el abaratamiento de las materias primas y el fin, cada vez más cercano, de los estímulos en los países ricos han creado un peligroso círculo vicioso para una un ramillete de naciones —desde Brasil hasta Indonesia pasando por Turquía o Rusia— que han visto caer el valor de sus exportaciones, desplomarse su divisa y, aún más importante, han sufrido una fuga de capitales sin parangón en las dos últimas décadas. Este jueves la incertidumbre se cebó con las Bolsas chinas, se trasladó en forma de volatilidad a Europa y EE UU. Y continuó en Latinoamérica, donde solo escapaba a las pérdidas por poco Brasil, cuya divisa ha perdido este año un 23%.
Atras quedan ya los años en los que los emergentes se erigían en auténticas locomotoras del crecimiento mundial y amenazaban con derrocar el orden económico a base de saciar la voracidad de materias primas. Su fortaleza apenas se vio trastocada por la crisis financiera que, pese a impactar con fuerza en el mundo desarrollado, solo fue una leve ventisca para sus economías. Sin embargo, las tornas se han dado la vuelta en el último año: la debilidad, cada vez más evidente, de la economía china, el abaratamiento de las commodities y el cada vez más próximo final de las políticas ultraexpansivas han levantado un huracán de consecuencias difícilmente previsibles para este bloque de países que representan más de la mitad del PIB mundial.
La triple devaluación del yuan chino la semana pasada, para muchos la antesala de una guerra de divisas en Asia, y el nerviosismo sobre una próxima subida de tipos en EE UU y Reino Unido ha sido el último detonante. En menos de dos semanas, el peso mexicano ha caído más de un 3% frente al dólar, lo que lleva a hacerle perder un 11,8% en lo que va de año. En Brasil, en cambio, el Real se recupera en los últimos días. Pero la mejoría no alcanza, ni de lejos, para invertir los números rojos de 2015. En lo que va de año ha perdido un más de un 23% frente al billete verde, lo que le convierte en la peor divisa del mundo en este periodo, seguida del peso colombiano (22,4%) y la lira turca (19,85).
Tampoco el rublo ruso, el rand sudafricano, el ringgit malasio y la lira turca han corrido mejor suerte en las últimas semanas frente al dólar estadounidense y, en muchos casos, cotizan en mínimos en más de una década.Este jueves, Kazajistán, una economía eminentemente petrolera y muy vinculada a la debilitada Rusia, ha sido el último país en sumarse a la fiesta: su Gobierno siguió los pasos de China y Vietnam y liberalizó parcialmente su divisa, el tenge, que perdió la cuarta parte de su valor en una sola jornada. La depreciación de estas monedas, de la que los analistas consultados son incapaces de pronosticar con certeza su final, tiene un efecto positivo inmediato para sus economías: las exportaciones, sobre todo materias primas, son más competitivas. Y uno muy negativo: encarece la mayoría de sus deudas referenciadas en dólares.
El problema, sin embargo, dista de ser únicamente cambiario. La participación de los emergentes en el menguante comercio mundial se ha reducido notablemente, con sus importaciones cayendo a doble dígito, y las Bolsas más representativas del bloque continúan cediendo posiciones: este jueves se han dejado un 1% y caen un 10% en la última semana.
Con todo, lo que más preocupa es la fuga de capitales, una señal inequívoca de que una economía no marcha como debiera. En los últimos 13 meses, casi un billón de dólares (cerca de 900.000 millones de euros) han volado casi íntegramente en dirección a EE UU y a Europa, donde la rentabilidad es más baja pero el riesgo también es menor. Esta cifra, calculada por el banco holandés NN Investment Partners, duplica a la fuga posterior a la crisis financiera de 2008 y 2009 y representa un importante cambio de tendencia respecto a los seis años anteriores, cuando la entrada de capitales en los emergentes fue de dos billones de dólares (casi 1,8 billones de euros). Lejos de concluir, la previsión de esta entidad es que esta pauta se acentúe en los próximos meses.
“Se ha generado una clara aversión al riesgo en los emergentes”, explica por correo electrónico Álvaro Ortiz, economista jefe de BBVA para los emergentes. “La situación de China, primer consumidor mundial de materias primas, la devaluación del yuan y la desconfianza sobre el grado de control que mantienen las autoridades de la economía china se ha transmitido a toda Asia a través de las cadenas de valor”, subraya. De la misma opinión es Michael Boye, del departamento de renta fija de Saxo Bank. Alicia García Herrero, economista jefa de Natixis para Asia Pacífico apunta, por su parte, a la incidencia de una posible subida de tipos en Estados Unidos. “Ha llegado la hora de la verdad. Todo el mundo tiene claro que va a ser en septiembre y que EE UU va a atraer más capital del resto del mundo”, concluye.
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