Estaba cantado. La recaída del crudo no iba tardar en abaratar de nuevo la cesta de la compra, medida por el IPC. Y así ha ocurrido en agosto, según el dato adelantado que ha anunciado el INE
El bajón de los precios en agosto es más acusado de lo que reflejaban las previsiones, que esperaban una variación del IPC del -0,1%. Además, la tasa de agosto es la más baja desde el -0,6% de abril. Antes de la interrupción de junio y julio, los precios encadenaron 11 meses cosecutivos a la baja en España, con tasas que llegaron a ser del -1,3% en enero de este año.
Tras la recaída de agosto figura, una vez más, un claro protagonista: el petróleo. En agosto de 2015, el barril de crudo Brent, de referencia en Europa, registra un precio medio de 48 dólares -en euros, 43 euros-, cuando en el mismo mes de 2014 el precio medio fue de 103,5 dólares -78 euros-. Este efecto escalón entre la cotización de 2014 y la de 2015 es la que explica fundamentalmente el retroceso de los precios en España.
Vuelve la amenaza deflacionista
Los datos de agosto confirman lo que, con toda seguridad, no solo se verá en España, sino que será una tendencia en Europa y buena parte del mundo: el retorno de las presiones deflacionistas. Con las materias primas cayendo y marcando los precios más bajos de los últimos años y con las divisas emergentes, como el yuan chino, el real brasileño o la lira turca, depreciándose y por tanto exportando productos más baratos al mundo, el temor al surgimiento de un brote de deflación -caída general y continuada de los precios- se está abriendo paso en la economía.En este sentido, el Banco Central Europeo (BCE) ya ha aclarado esta semana que "actuará sin ambigüedad" en caso de que la estabilidad de precios se vea más amenazada en la Eurozona. Es decir, llegado el caso reforzará el programa de expansión cuantitativa (QE) que ya tiene en marcha para contener las posibles presiones deflacionistas adicionales que pueden llegar.
Con toda seguridad, la entidad reiterará este mensaje, apelando a la flexibilidad que tiene el QE, en la reunión de política monetaria que celebrará el 3 de septiembre. Sobre todo, porque este tipo de intervenciones verbales también persigue otro fin: el de enfriar la reciente subida del euro. En un contexto desinflacionista que puede derivar en deflacionista, la apreciación de la divisa supone un factor adicional para acelerar el descenso de los precios. Consciente de estos efectos, los mensajes del BCE también perseguirán frenar al euro.
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