Autor: Mark Thornton
Los austriacos se oponen a toda la idea de tratar de medir adecuadamente la “inflación”, que los economistas ortodoxos ven como un aumento general en los precios. (Los austriacos ven la inflación como un aumento políticamente ideado de la oferta monetaria).
Hace pocos años, economistas ortodoxos como Paul Krugman reprendían a los austriacos por la falta de una inflación anticipada de precios de la economía. Sin embargo, su error fue una fijación con el Índice de Precios del Comuso (IPC). Si miramos en torno a otros precios en la economía, podemos ver precios más altos en casi cualquier otro mercado, como materias primas, petróleo, oro, bienes de producción, inmuebles y acciones.
Más recientemente, los economistas ortodoxos han vuelto a temores acerca de que no haya suficiente inflación y a su desmesurado miedo a la deflación. Para ellos, su temor justifica una Política de Tipos de Interés Cero (ZIRP, por sus siglas en inglés) y una flexibilización cuantitativa (QE, por sus siglas en inglés), pero no explican por qué debemos tener precios crecientes. En lo que se refiere al coste de la vida, la mayoría de la gente prefiere precios a la baja a precios al alza, una condición que caracteriza normalmente una verdadera economía de libre mercado.
La inutilidad de las mediciones de la inflación de precios
Los problemas prácticos con índices de precios como el IPC son los asuntos de qué precios hay que medir y qué “pesos” se asignarán a qué bienes. Otro problema es decidir qué hacer con los cambios en calidad. Por ejemplo, ¿qué haces cuando Apple presenta un iPhone nuevo y mejorado al mismo precio que la versión anterior?
Para tratar esto, los estadísticos del gobierno aumentan sistemáticamente el peso de los bienes que están bajando de precio y reducen el peso de los que aumentan de precio. Si la calidad de bien sube, los estadísticos reducen “hedonísticamente” el precio del bien.
Este tipo de ajustes no parecen justos para la mayoría de la gente normal. Si estás comiendo más ramén y menos costillas de cordero, te alegrará poco el hecho de que el IPC se mantenga dentro del rango del objetivo de la Fed. Además, bajo el sistema de ajustes hedonistas, cada vez que empresarios e ingenieros consiguen mejores productos para consumidores a precios más bajos, la Fed se atribuye el mantener la inflación bajo control.
Un debate sobre mediciones alternativas
Un economista que resulta una excepción a estos ajustes es John Williams, propietario de ShadawStats.com. Williams ofrece mediciones alternativas de estadísticas públicas, basadas en metodologías más antiguas en las que los bienes, pesos y ajustes cualitativos desempeñan un papel menor. Su medición del IPC, por ejemplo, muestra una inflación de precios mucho mayor que la de las estadísticas públicas. Sin embargo es difícil decir si los cálculos de Williams son más precisos que las estadísticas públicas, porque ambos se construyen sobre las mismas bases defectuosas de por sí.
Una crítica reciente de las estadísticas de Williams viene de Ed Dolan. Critica a Williams, no por su creencia en que el IPC subraye el impacto de la Fed sobre el coste de la vida, sino por la forma en que calcula su medición alternativa:
Nadie niega en realidad que el IPC, tal y como se calcula actualmente, infravalore la tasa de inflación comparada con una medición basada en una cesta fija de bienes que no cambia. Más bien lo que muchos economistas, yo incluido, encontramos difícil de aceptar es la estimación de Williams del grado de infravaloración.
Esta disputa amistosa no resuelve el problema de calcular el coste de la vida o la inflación de precios, sino que solo sirve para subrayar la inutilidad de esa tarea, algo que estableció Ludwig von Mises por primera vez.
Además, toda la discusión oculta el impacto real de la “política monetaria” del banco central. En ausencia de un banco central, generalmente se supone que la oferta monetaria crecería lentamente porque hay que gastar recursos reales para crear oro o plata (o cualquier otra cosa, incluido Bitcoin) para que sirvan como base monetaria.
En una economía de mercado en expansión, las mejoras en tecnología, eficiencia y productividad significan que se experimentaría un crecimiento económico real por cabeza de al menos un 2%-4% anual. Si la oferta de dinero aumentara más lento que la producción, entonces la economía experimentará deflación de precios y una divisa más fuerte.
¿Cuál sería el IPC con una oferta monetaria fija?
El impacto total de la política monetaria del banco central se describe mejor sumando la inflación de precios del consumo (precios más altos) y la deflación inevitable de precios. La cantidad combinada muestra una imagen más real del impacto negativo que tiene la política monetaria de la Fed sobre el asalariado corriente. El economista Mark Brandly proporciona una estimación de este daño para una economía que consista en buena parte en trabajadores con salarios fijos.
Calcula cuál habría sido el IPC entre 1959 y 2005 si la oferta monetaria hubiera sido fija. Utilizando datos sobre la oferta monetaria real y el IPC real, calcula que el IPC real en 2005 era 6,7 veces mayor que el IPC en 1959. En ausencia de aumentos en la oferta monetaria, calcula sin embargo que el IPC habría bajado un 80% de forma que el IPC real era treinta y cuatro veces mayor que el IPC que habría habido en ausencia de la Fed.
¿Qué significaría esto para el hombre común? Brandly proporciona unas cosas estimaciones acerca de cómo sería este mundo en términos de los precios de los bienes que el consumidor sufre hoy:
Pongámoslo en términos cotidianos. Supongamos que esta estimación representa los cambios en los precios de bienes de cómo hamburguesas, coches y viviendas. De acuerdo con estos números, una hamburguesa que hubiera costado 60¢ en 1959 habría costado 4$ en 2005. Sin embargo, si la oferta monetaria se hubiera fijado, esa hamburguesa costaría hoy solo 12¢. Igualmente, un coche de 20.000$ en 2005 habría costado un poco menos de 3.000$ en 1959. De nuevo, sin el efecto monetario en los precios, ese coche costaría solo 600$ hoy. El precio de una vivienda de 45.000$ en 1959 habría aumentado a 300.000$ en 2005. Con una oferta monetaria fija, esa casa costaría hoy 9.000$.
Sin embargo, en último término, “fijar” el IPC logrará poca cosa. La Fed continuaría haciendo un daño importante a la clase trabajadora y enriqueciendo a los ricos y a la clase política. La Fed ha destruido el incentivo para ahorrar y convertido los mercados financieros en casinos de compinches. Entretanto, la desigualdad económica es la peor en la historia estadounidense. La Fed ha inflado enormes burbujas económicas y está estancada con siete años de ZIRP y demasiado temerosa de cambiar el rumbo por miedo a hacer estallar la economía mundial. Entrometerse en el IPC no resolverá estos problemas.
Publicado originalmente el 29 de abril de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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