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miércoles, 13 de mayo de 2015

El experimento keynesiano de Corea del Sur se hace global


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[The Birth of Korean Cool, • Euny Hong • Picador Press, 2014]
 
Quienes hemos cumplido cierta edad recordamos los finales de la década de 1980 y principios de la de 1990 cuando se nos decía que los japoneses iban a dominar el mundo. Comprábamos sus automóviles. Jugábamos sus videojuegos. Usábamos su tecnología para casi todo. Los japoneses estaban destinados a la dominación mundial, nos decían. Jugaban mejor en equipo. Ponían más énfasis en el grupo que en el individuo. Trabajaban más duro. En 1992, un político japonés de alto rango, Yoshio Sakurauchi, declaraba que los estadounidenses eran “demasiado vagos” como para competir con los trabajadores japoneses y que un tercio de los trabajadores estadounidenses “ni siquiera saben leer”. La novela de 1992 de Michael Crichton, Sol naciente (y la adaptación cinematográfica de 1993) alimentaba aún más estas polémicas en las mentes de muchos estadounidenses.
 
Ya nadie piensa que los japoneses vayan a dominar el mundo. Resulta que la supuestamente acorazada economía japonesa estaba tan supeditada a trabajar duro y en equipo como a la planificación centralizada, el dinero fácil y el bienestar corporativo y las barreras comerciales. Así que el declive que siguió al auge no debería haber sorprendido a nadie.
 
Hoy, Corea del Sur (a la que llamaré simplemente “Corea” en este artículo) parece haber ocupado, en muchos aspectos el puesto que dejó Japón. La Sony de Japón ha entrado en una profunda decadencia, mientras que las coreanas Samsung y LG ahora son marcas internacionalmente respetadas. Hyundai, aunque todavía considerada como de baja calidad por muchos, se ha expandido sin embargo masivamente en la década pasada, construyendo una fábrica de miles de millones de dólares en Alabama en 2005 y una segunda el Georgia en 2009.

El ascenso de Corea en el escenario global

Pero los intentos de Corea de dominio global son distintos de los de Japón. Mientras que la música pop, películas y televisiones japonesas nunca consiguieron mucha popularidad fuera de Japón, la cultura pop coreana se ha convertido en un fenómeno global. Conducimos sus automóviles y usamos sus teléfonos móviles, pero los coreanos también quieren que oigamos su música y veamos sus películas.
 
Pocos en EE. UU. advirtieron el auge de la cultura pop coreana hasta 2012, cuando el vídeo musical de la canción “Gangnam Style” del rapero coreano PSY se convirtió en uno de los más vistos de todos los tiempos en YouTube. De repente, casi todos habían oído hablar del “K-pop”.
 
Además, cualquiera que siga las novedades de Netflix probablemente habrá advertido un importante aumento en el número de películas disponibles en coreano, incluyendo películas de éxito como el thriller de acción Old Boy, de 2003, y la película de monstruos The Host, de 2006.
 
El auge de música, cinematografía y TV coreanas (y también de los videojuegos) no es sin embargo un accidente de los mercados libres. Es el resultado de una política del gobierno coreano que coordina, subvenciona y protege los sectores de la cultura pop coreana, entre muchos otros.
 
En su nuevo libro, The Birth of Korean Cool, Euny Hong explica los orígenes y éxitos de este programa, fuertemente respaldado y coordinado por agencias del gobierno coreano y conocido como Hallyu o “la ola coreana”. No se trata solo de poder económico, sino de relaciones internacionales y el estado coreano usa el Hallyu como parte de un programa mayor pensado para proteger el poder blando coreano.

En Corea hacen las cosas de manera diferente

Hong, periodista, se acerca al tema a través de sus propias experiencias como étnicamente coreana nacida en Estados Unidos y que vivió en Corea en su adolescencia. Relata el desenfrenado nacionalismo en las escuelas y la sociedad coreanas, la necesidad de conformidad, la sumisión general de los coreanos al estado y la nación, mientras que el comportamiento “individualista” se considera como una especie de patología social.
 
Hong relata muchas anécdotas ilustrando esto, con una simpatía por Corea y los coreanos, aunque los occidentales con mentalidad de laissez faire probablemente vean esas experiencias con confusión y quizá incluso con tristeza. Ese tipo de personalidad tan estadounidense, el “chico malo”, tan importante en nuestra cultura popular, no existe en Corea, no cuenta Hong.
 
Esto se hace patente en la cultura popular del país. Lo más cercano que tiene la escena musical pop coreana a un “chico malo” es el rapero PSY, que se considera un rebelde porque no consiguió sobresalientes en la escuela y a veces decepcionó a sus padres.
 
Así que no es sorprendente, nos dice Hong, que la cultura popular en Corea esté regimentada, corporativizada, planeada y gobernada por una ética de compromiso con el grupo y la subversión del artista individual.
 
Mediante una institución pública llamada “Ministerio de la Creación Futura”, el gobierno coreano trabaja con empresas aparentemente del sector privado para maximizar la influencia de la cultura pop coreana tanto en el interior como en el exterior.
 
Históricamente, el gobierno coreano ha empleado proteccionismo para estimular la cultura pop coreana. Por ejemplo, Hong señala que en décadas pasadas el gobierno obligaba a los cines a proyectar películas coreanas un mínimo de 146 días al año y que “La empresas cinematográficas tenían que producir una película coreana por cada película no coreana que importaran. Se puede decir son seguridad que el sector cinematográfico coreano se beneficiaba de este tipo de proteccionismo. (…) El gobierno también abrió y dirigió cines de arte y ensayo”.
 
Sin embargo, desde la crisis financiera asiática de finales de la década de 1990, el gobierno coreano también ha generalizado la ayuda a la cultura pop coreana en los mercados internacionales, utilizando los impuestos para financiar el doblaje de programas coreanos a idiomas extranjeros y usando a los diplomáticos para negociar la emisión de programas coreanos en cadenas extranjeras de televisión.

La “cooperación” gobierno-grandes empresas

Todo esto se ajusta a las prácticas políticas establecidas de Corea.
 
Igual que la economía japonesa ha estado influida e incluso dominada desde hace mucho tiempo por grandes corporaciones relacionadas con el gobierno, conocidas como keiretsu y zaibatsu, Corea tiene unas corporaciones análogas conocidas como chaebols. Versión coreana de “demasiado grande para caer”, pero mucho más importante para la economía coreana, estas entidades han sido clave a la hora de ejecutar la política del gobierno coreano mediante “cooperación gobierno-chaebol”.
 
Hong señala que el auge de la cultura pop promovida por el gobierno en Corea no puede entenderse del todo fuera de este contexto y, en los últimos capítulos de su libro, examina esta tradición de cooperación grandes empresas-gobierno, analizando el caso de Samsung, LG y otras empresas de éxito reciente que se crearon sin embargo a partir de favores del gobierno e impuestos.
 
Hong escribe: “Como pasa con muchas de las historias de éxito de Corea explicadas en este libro, el ascenso de Samsung al escenario mundial es atribuible a (…) la intervención directa del gobierno coreano en momentos cruciales”.
 
Para que nadie piense que Samsung es solo una gran empresa más, Hong nos recuerda que “Solo Samsung genera un quinto del PIB del país”. No es difícil ver cómo el estado coreano vería a Samsung esencialmente como un adjunto. “Lo que es bueno para Samsung es bueno para Corea” es sin duda un sentimiento en los pasillos de las instituciones públicas de Corea.
 
Hong, como periodista, simplemente acepta la política del estado coreano tal cual. Por supuesto, toda esta planificación centralizada de la economía coreana ha sido un enorme éxito. Lo podemos ver en cómo ha crecido a pasos agigantados el nivel de vida coreano desde la década de 1960, cuando Corea era esencialmente un país del tercer mundo.
 
Solo es (se nos dice) otra historia de éxito del neomercantilismo keynesiano, en el que las grandes empresas propiedad del gobierno o subvencionadas por él ejecutan planes públicos para mejorar la economía, basándose en las decisiones de instituciones públicas.
 
Sin embargo, para cualquiera con conocimientos de economía clásica o austriaca, solo puede verse esta disposición económica y preguntarse que es “lo que no se ve” tras todo el favoritismo y la toma centralizada de decisiones del gobierno. ¿Cómo gastarían su dinero los coreanos si no se les confiscara y entregara a los chaebols ni se gastara en garantizar préstamos a las empresas favorecidas por el gobierno? ¿Qué innovaciones podrían producirse si las pequeñas empresas y nuevas fundaciones en Corea tuvieran la posibilidad de competir realmente contra empresas enormes demasiado grandes para caer? Nunca lo sabremos.

Cuentos de advertencia

Sin embargo, lo que sí sabemos es que cuando un gobierno nacional pone la mayoría de sus huevos en una cesta, como ha hecho el gobierno coreano, el éxito puede ser realmente fugaz. ¿Qué ocurre cuando a Samsung le pasa lo que a Sony? ¿O Hyundai sigue los pasos de General Motors? ¿Habrá simplemente más rescates, más “estímulo” y, como sugieren las experiencias japonesa y estadounidense, más oleadas de dinero fácil?
 
En una cultura en la que el ocio es considerado por muchos como sospechoso y se espera que los estudiantes estudien dieciocho horas diarias, es aparentemente posible continuar indefinidamente mientras se acumulan las malas inversiones y el gobierno inyecta cada vez más riqueza para promover sus empresas favorecidas. Pero, al final, como ha demostrado Japón (y cada vez más Estados Unidos), esas políticas acaban llevando al estancamiento y el consumo de capital. Bajo esas condiciones, los trabajadores japoneses y coreanos pueden trabajar más duro y más horas para mantener un nivel de vida, pero la renta disponible nunca parece aumentar.
 
Japón, el una-vez-futuro-gobernante-del-mundo es un cuento de advertencia aquí, pero también en Estados Unidos. Es verdad que la economía de EE. UU. es más diversa y empresarial que la japonesa o la coreana, pero ¿cuántas décadas más puede resistir la economía estadounidense su propia dedicación a impulsar un sector financiero y otras empresas amigas del gobierno a costa de contribuyentes y empresarios? Puede que ya estemos experimentando la respuesta a esta pregunta.
Una lectura de The Birth of Korean Cool nos dice que Corea todavía está en la fase de auge. Pero ya hemos visto antes esta película, aunque no en coreano.

Publicado originalmente el 20 de febrero de 2015. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí

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