Pese a los sustos que nos ha deparado agosto, los datos disponibles para España son alentadores
ÁNGEL LABORDA
Como suele ser habitual en los últimos años, los mercados financieros nos depararon más de un susto en agosto. Hay sobrados motivos para ello. La economía china presenta numerosos y grandes desequilibrios: burbujas de todo tipo, sobreinversión en capital productivo, caída de la rentabilidad, pérdida de competitividad, necesidad de cambiar la estructura de su gasto interno (más consumo y menos inversión) y, como consecuencia, su estructura productiva, etcétera. El crecimiento de su economía se desacelera más de lo deseado y sus autoridades tratan de controlar la situación y realizar un aterrizaje suave, pero está por ver si lo consiguen.
Todo ello, sumado a otras causas, está provocando correcciones severas en los mercados de la energía y materias primas, lo que perjudica a los países productores. Debido a esto y a los efectos del esperado inicio de la normalización de la política monetaria en EE UU, sus monedas se deprecian, lo que les hace difícil digerir la elevada deuda en dólares. También algunos de estos países se ven afectados por problemas propios, originados por una gestión económica que no ha prestado atención al surgimiento de desequilibrios. Muchos países tienen que endurecer sus políticas monetarias y fiscales. Todo ello provoca disminución del crecimiento o recesión. Brasil es el máximo exponente de esta situación.
El caso es que el contexto exterior a la zona euro se está deteriorando más de lo previsto, lo que acabará por afectar a las exportaciones. A ello se suma que el consumo de la zona apenas despega y, lo que es peor, la inversión está estancada o en retroceso. El BCE acaba de revisar a la baja en una décima para este año y en dos para los siguientes las perspectivas de crecimiento. La conclusión es clara: Europa debe estimular cuanto antes su gasto interno y el principal (y casi único) país que puede hacerlo es Alemania, ya que tiene un enorme superávit en la balanza de pagos por cuenta corriente, fruto de que todos los agentes económicos, incluido el Estado, gastan menos de lo que ingresan como renta disponible. Alemania lleva ahorrados 100.000 millones de euros en intereses de su deuda pública por su papel como refugio de los inversores durante la crisis del euro. Es hora de que devuelva a la zona algo de estas ganancias.
Los datos disponibles para España son más alentadores. La recuperación se va consolidando. El PIB creció a una tasa trimestral anualizada del 4% en el segundo trimestre y el empleo, según la contabilidad nacional, lo hizo en un 3,7%. Al contrario que en el resto de la zona euro, la demanda interna se recupera con fuerza, destacando la inversión en bienes de equipo, a la que se ha unido la construcción. Las exportaciones se comportan bien atendiendo al debilitamiento del comercio internacional, pero su crecimiento sigue siendo superado por el de las importaciones, lo que hace que la aportación del saldo exterior al crecimiento del PIB sea negativa. A pesar de ello, se mantiene el superávit de la balanza de pagos por cuenta corriente, ya que la caída de los precios del petróleo y otras materias primas importadas lo compensa.
En principio, si las cosas no van a más, el deterioro del contexto internacional no debiera provocar un impacto negativo importante en las previsiones de crecimiento a corto plazo, pues ello puede verse compensado por el estímulo para la demanda interna de la bajada de los precios del petróleo y el adelanto de la rebaja fiscal prevista para el año próximo al segundo semestre de este año. Además, los indicadores de confianza y clima económico no muestran ningún deterioro hasta agosto. Pueden mantenerse, por tanto, las previsiones de antes del verano, que ya contemplaban una ligera desaceleración del ritmo de crecimiento en la segunda mitad de este año. Los últimos datos de afiliaciones a la Seguridad Social parecen apuntar en este sentido.
Ángel Laborda es director de coyuntura de la Fundación de las Cajas de Ahorros (Funcas).
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