Federico Jiménez Losantos
Nadie es sin tener algo, aunque sólo sea la vida. Y con la vida, la libertad de ser o de intentar ser lo que uno quiera, incluso rico.
De todas las noticias políticas de las últimas semanas, en las que parece
haberse acelerado locamente el lánguido declinar de la sociedad española, la más
deprimente, desde el punto de vista liberal, es el anuncio en cupones del
programa económico de Ciudadanos,
último refugio de los que hasta la traición búlgara de Rajoy
en 2008 votábamos al Partido Popular como mal menor para defender las libertades individuales y
la propia nación española. No es que el PP de Aznar defendiera del todo la
nación ni respetado todas las libertades, pero comparado con el PSOE, IU y los
nacionalistas, era un voto-refugio prácticamente ineludible.
Con Rajoy la traición al PP clásico fue tan evidente que dos partidos de
centro-izquierda, UPyD y Ciudadanos, y uno de derecha, VOX, han
empezado a recibir, en oleadas, el voto del PP anti-rajoyano. De los tres, la
suerte, el liderazgo o las infinitas circunstancias que de pronto cristalizan en
una idea, han hecho del partido de Albert Rivera el heredero natural de esa parte esencial, troncal, de
España, que votaba al PP. Que es, grosso modo, la que trabaja y la que paga
impuestos, la que cree que su propiedad es o debería ser sagrada, la que cree
que los políticos no tienen derecho a saquearla fiscalmente (PSOE, PP, IU) o
robarla (Podemos), la que, en fin, esperaba que Ciudadanos entendiera que
la defensa de su propiedad es una parte esencial de la defensa
de la libertad individual, uno de esos derechos sagrados que como españoles
deberíamos tener y que Ciudadanos defiende casi heroicamente frente a la
dictadura colectivista del separatismo catalán.
El viejo programa económico de C's
Sin embargo, sintiéndose heredero de ese voto desengañado del PP, que puede
llevarle a la Moncloa antes de fin de año, Ciudadanos ha debido pergeñar un
programa de gobierno. Y hay que decir que, en lo económico, muestra hacia la
propiedad un recelo, una ambivalencia tan semejante a la de los socialistas que
es imposible que resulte buena para España y harto dudoso que resulte
atractiva para el votante del PP, que es el que, solo o en compañía de
otros, le llevará o no al Poder en las elecciones de Noviembre.
La parte buena no es nueva: reducir tramos y bajar el IRPF al 40%, limitar exenciones y dejar el
impuesto de Sociedades en el 20%, y limitar el IVA a dos tramos básicos, lo que
supondrá la subida de ciertos productos considerados de primera necesidad, hoy
indirectamente subvencionados. Esas tres cosas -reducción de la presión fiscal,
simplificación de tramos y fin del boscaje de las deducciones- pertenecen al
acervo de los grandes proyectos reformistas liberales exitosos,
desde el de Reagan-Stockton de 1980-82 hasta el de Aznar de 1996-2002, cuando
decidió no reformar más.
Pero la parte nueva del programa económico de C's no es tan buena. En rigor,
es tan vieja como todas las que el socialismo europeo y americano ha puesto en
marcha como alternativa al reformismo genuinamente liberal. El afán
antiliberal se ve en esa especie de cheque de renta básica por defecto,
cuya prolijidad lo hace intransitable y sólo burocráticamente descifrable, y,
sobre todo, en la recuperación de dos impuestos que creíamos a punto de
extinguirse: el de Patrimonio y el de Sucesiones.
La rebaja que nos anuncia en el IRPF –y que casi todos los partidos nos
anuncian, el último el PP- no debería engañarnos. La imposición en toda España
del impuesto de Patrimonio –llamado, como en Francia, "de las grandes fortunas",
cuyo ruinoso efecto en la clase media ha obligado a abolirlo a Manuel
Valls- y el de Sucesiones que, pese a la brutal presión de Montoro, ya
habían desterrado varias autonomías, con la de Madrid a la cabeza, tienen una
carga antiliberal muy superior a la que pudiera suponer una rebaja del IRPF o
del Impuesto de Sociedades. En el caso de que se produjeran, claro, y dudo de
unos números que incluyen la cantidad de miles de millones de euros que se van a
conseguir luchando contra el fraude fiscal. De esas cuentas de la lechera se
ríen hasta los niños de teta.
Por qué son peor Patrimonio y Sucesiones que el IRPF
¿Por qué creemos los liberales más grave un impuesto, aunque sea bajo, sobre
Patrimonio y Sucesiones, que rebajar, aunque sea mucho, el IRPF? Pues porque
ataca de lleno el derecho de propiedad, sin el que no puede
existir una libertad real y efectiva, protegida por la Ley y a salvo de los
abusos del Gobierno. No hay libertad sin propiedad, porque la
libertad, que estriba en la propia dignidad de la condición humana -para los
creyentes, por estar hechos a imagen y semejanza de Dios; para los ateos, por la
integridad de nuestro cuerpo, ideas y principios- es inseparable de lo que, en
uso o como fruto de esa libertad tenemos o podemos tener.
Dice Rothbard que "la libertad es el derecho a hacer lo que se quiera con lo
que se tiene". Y dirá cualquier tontiprogre que, según eso, puedo matar a mi
vecino o quitarle una maceta a mi vecina con mis propias manos. Pues no, porque,
desde el punto de vista liberal, la vida de mi vecino es suya, no mía, y la
maceta de mi vecina es parte de su libertad, que es su propiedad. La oposición
académica entre Tener y Ser es una estupidez. Nadie es sin
tener algo, aunque sólo sea la vida. Y con la vida, la libertad de ser
o de intentar ser lo que uno quiera, incluso rico, no lo que otros quieran que
sea, que seguro será pobre, o más pobre de lo que mi trabajo me permitiría.
El pestífero prestigio del socialismo ha llegado en la sociedad española a
tal extremo que la mayoría de los votantes de Ciudadanos considerarían
irrenunciable la libertad de religión, ideas, reunión, asociación y expresión,
amén del habeas corpus y otros elementos del Estado de Derecho. Pero aceptarían
como algo natural que se les prive de la libertad de conservar y legar el fruto
de la libertad de trabajar, comerciar, crear o inventar algo, una capacidad tan
ligada a la libertad básica del individuo que cualquier merma o limitación nos
parece intolerable. Pues bien, la propiedad es la base de la
libertad, porque para ser libre uno tiene que ser propietario de sí
mismo, en lo físico, en lo moral y en lo material. Y aunque los socialistas de
todos los partidos, incluidos los garicanos de Albert Rivera, nos quieran
convencer de lo contrario, ningún Gobierno tiene derecho a multarnos vivos por
haber conseguido un Patrimonio tras pagar impuestos y, menos aún, a multarnos
muertos impidiéndonos legarlo en su integridad a los hijos o a quien sea. Ni el
5% ni el 10%, ni nada. Tienen, como dirían ellos, cero derecho a tocar lo que es
nuestro, que es nuestra propiedad, que es, lo repito, nuestra libertad.
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