Antonio Hermosín
Tokio, 12 feb (EFE).- La Bolsa de Tokio terminó hoy una semana fatídica en la que ha perdido más del 11 %, su peor racha desde la crisis financiera de 2008, afectada por la apreciación del yen y por las nuevas turbulencias en los mercados globales.
El pasado lunes, el parqué tokiota arrancó con confianza y borró parte de las pérdidas del viernes anterior, pero este repunte sería sólo un espejismo ante lo que se avecinaba.
Desde el martes se dejaron notar en la capital nipona las nuevas sacudidas registradas en las principales plazas financieras de todo el mundo, a raíz de la interminable caída del precio del petróleo y de las dudas sobre la política monetaria de Estados Unidos y de la Unión Europea.
Así comenzó la caída libre del índice de referencia Nikkei, que acumuló hasta hoy una pérdida de más de 1.600 unidades y un 11,1 %, y se situó por debajo de la barrera de los 15.000 puntos, su nivel más bajo desde el 21 de octubre de 2014.
Y es que después de cimentar sus últimas escaladas hasta niveles récord en el abaratamiento del yen frente al dólar, el Nikkei está pagando muy cara la depreciación de la divisa estadounidense.
El billete verde tocó ayer su mínimo frente al yen en 15 meses, en una jornada marcada por las palabras de la presidenta de la Reserva Federal (Fed) estadounidense, Janet Yellen, que puso de manifiesto el freno del crecimiento a escala global.
Su comparecencia el miércoles ante el Congreso de EEUU corroboró las dudas de los inversores acerca de la situación de la primera economía mundial y dejó abierta la posibilidad de aplicar tipos de interés negativos.
Esta medida, dirigida a potenciar el crédito y la inversión de capital y que han aplicado recientemente el Banco de Japón (BoJ) y el Banco Central Europeo (BCE), es vista con desconfianza creciente en los mercados financieros, según señalan los analistas.
En particular, los inversores temen que los tipos negativos mermen los beneficios de las entidades bancarias y ahoguen los movimientos de capital en los mercados financieros, una percepción a la que se suman las perspectivas poco halagüeñas sobre la economía china, vista hasta hace poco como el motor del crecimiento mundial.
Ante este clima de desconfianza, muchos participantes en el parqué tokiota han buscado refugio en valores considerados seguros como el yen y en la deuda nipona, lo que ha incentivado aún más el alza de la divisa japonesa frente al dólar, destacaron los analistas locales.
Esta tendencia ha pasado factura a los grandes exportadores nipones de los sectores del automóvil, de la maquinaria industrial o de la electrónica, ya que sus beneficios quedan reducidos al ser repatriados.
El Gobierno nipón no ha tardado en reaccionar ante esta situación, y ha propuesto que los ministros del G20 debatan la volatilidad en los mercados internacionales -y en particular, la inestabilidad de los tipos de cambio- en su próxima reunión, que se celebrará el 26 y 27 de febrero en Shanghái.
"El cambio brusco de divisas y los movimientos rápidos en el mercado es algo que no queremos", dijo hoy el ministro nipón de Finanzas, Taro Aso, quien también llamó a "discutir políticas de cooperación" en el G20, en declaraciones a los medios nipones.
El auge del yen apenas se ha visto frenado por la bajada de tipos por parte del Banco de Japón (BOJ), pese a que esta medida debía en teoría desincentivar que los inversores apuesten por la compra de la divisa nipona.
La medida del BoJ sí favoreció que algunos optaran por pagar para prestar dinero a la administración japonesa, lo que empujó el precio del bono a 10 años a un crecimiento progresivo, hasta que su rendimiento ha entrado por primera vez en la historia en terreno negativo.
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