Per Bylund
Un artículo publicado recientemente en The Week, titulado “How can we unleash positive animal spirits into the economy? Change the narrative”, proporciona un ejemplo claro de lo que está mal en la percepción de la economía y de por qué las aproximaciones económica modernas, posiblemente tratando de enmendar los defectos “identificados” por esta percepción, no consiguen explicar nada importante.
Tal vez el título del artículo, escrito por John Aziz, sea suficientemente elocuente, pero echemos un vistazo a las suposiciones y afirmaciones en el primer par de párrafos y cómo se aplican (si es que se puede) a la economía. Aziz empieza:
La economía es una ciencia dura. La gente es complicada: tiene deseos diferentes (e inestables), reacciona de forma distinta ante acontecimientos y ve el mundo de formas variadas. Los mercados son interacciones complejas entre millones de personas diferentes.Parece que Aziz encuentra altamente problemático para la economía que la gente tenga deseos diferentes. Es realmente un problema para una ciencia tratar de entender o predecir esos deseos. En este sentido, siento lástima por los psicólogos que trabajan sobre estos temas. Pero, como economista, es difícil verse confuso por las declaraciones. Por el contrario, se siente interés por las “interacciones complejas” que menciona Aziz. Sí, esto es lo interesante: los fenómenos sociales que aparecen debido a las acciones delos individuos independientemente, concertadamente y dentro de un marco institucional. Aquí está la economía. Veamos a dónde nos lleva Aziz a partir de aquí:
A este respecto, comprender la economía requiere comprender las motivaciones de la gente. Esta invierte y gasta dinero (o evita invertir y gastar dinero) para cumplir ciertos deseos y objetivos, como obtener un beneficio, crearse unos ahorros o simplemente adquirir bienes y servicios útiles. A veces estas decisiones económicas son racionales. Otras, instintos como la avaricia (durante un auge económico) y el miedo (durante y después de un declive) pueden nublar nuestra racionalidad.Este párrafo es como mínimo desconcertante. La primera frase no tiene sentido: ¿Por qué “comprender la economía requiere comprender las motivaciones de la gente”? No tiene lógica. La economía no refleja las motivaciones, sino las acciones de la gente basadas en ellas. Para entender lo que le ocurre al agua cuando el hielo se derrite no necesitamos saber cuál es el origen del calor. Para entender la historia de la una novela no tenemos que entender en qué tipo de máquina fue tecleada o impresa. Igualmente, no necesitamos entender las motivaciones de la gente para estudiar el resultado de sus acciones.
Aziz continúa:
Los mercados pasan por fases de optimismo masivo y pesimismo masivo: auges y declives. John Maynard Keynes llamaba espíritus animales a las fuerzas por debajo de estas fases, a los factores emocionales e intuitivos que dirigen las decisiones económicas. Son una parte inevitable de la economía, ya que hay preguntas que no pueden responderse de una forma fácilmente cuantificable. Por ejemplo, ¿estoy invirtiendo en una empresa que vende bienes y servicios que quiere la gente? ¿Se está fortaleciendo o debilitando el mercado? ¿Tiene la gente más o menos confianza en el futuro? ¿Aumentarán o disminuirán en el futuro los tipos de interés (que establecen tanto costes de los préstamos como los intereses de nuestros ahorros)? ¿Qué pasa con la inflación?Más afirmaciones. Y está vez son todavía más extrañas. Evidentemente necesitamos considerar los “espíritus animales” ya que son “una parte inevitable de la economía” porque no son “fácilmente cuantificables”. Es difícil dar sentido a esta declaración. ¿Qué significa para el estudio de la economía que las motivaciones para las acciones que producen los fenómenos que estudiamos no sean fácilmente cuantificables? ¿Y cómo puede ser una mejora o una solución es este supuesto problema poner a “espíritus” como explanans? ¡Muy raro, de verdad! Por no mencionar lo completamente anticientífica que es esa afirmación arbitraria. (Y no pensemos en la absurda mezcla del artículo de la “comprensión” al estilo weberiano con datos “cuantificables”).
Consultemos el siguiente párrafo:
Los economistas han mejorado enormemente en ocuparse de estas cuestiones respecto de cuando escribía Keynes en la década de 1930; por ejemplo, ahora hay índices de confianza empresarial y de confianza del consumidor. Pero muchas de las acciones que tomamos siguen dependiendo de decisiones viscerales, tanto de consumidores como de gente de negocios.El poder de nuestros instintos animales y el peso de nuestra experiencia pueden superar los argumentos racionales.
Al menos aquí Aziz reconoce dónde se equivocó la economía: en John Maynard Keynes. “Mejorar” se traduce aquí como hacer más análisis baratos psicológicos y matemáticos que psicólogos y matemáticos estarían avergonzados de siquiera considerar. Y, por supuesto, crear índices de agregados de lo que no es “fácilmente cuantificable” no parece ser ningún problema para “decisiones viscerales” que de alguna manera necesitamos para entender la economía.
Tal vez sea interesante entender qué tipo de “decisiones viscerales” hacen que la gente compre jerséis azules en lugar de verdes en ese día soleado, pero es bastante irrelevante para el hecho de que aumentó la cantidad demandada de jerséis azules y disminuyó la de jerséis verdes (y de que esto causó cambios en precios relativos, estructura de producción, etc.). Salvo que, por supuesto, se piense que “comprender” la economía es lo mismo que ser capaces de predecir y conducirla en alguna dirección concreta. Por desgracia, muchos (incluyendo, parece, a Aziz… y a Keynes) parecen que pensar en la economía como una ciencia descriptiva de alguna manera no basta (o incluso, en un extraño retorcimiento de las palabras, no es científico), mientras que la ingeniería social es la forma adecuada de operar para “entender” la economía.
No hace falta pensar más que un breve segundo para darse cuenta de que hay aquí algo muy equivocado, a todos los niveles. No sorprende que la economía ortodoxa moderna no consiga explicar fenómenos económicos si los economistas comparten esta extraña percepción de lo que se necesita para entender la economía. Mezclar psicologización barata, índice de lo incuantificable y un grupo de espíritus animales difícilmente es una receta para el éxito científico.
Este tipo de tontería pseudocientífica es una insípida pérdida de tiempo en el mejor de los casos, pero parece estar muy de moda y parece esencial respecto de cómo la gente percibe (y realiza) economía ortodoxa. Aunque, por supuesto, no significa absolutamente nada. Antes o después, incluso los espíritus animales sucumbirán a este hecho.
Publicado el 3 de abril de 2014. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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