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viernes, 5 de junio de 2015

La presión por la deuda instala al Gobierno de Syriza en la confusión

 Las estimaciones del dinero que le queda a Grecia no existen y la sensación de que no tiene suficiente para hacer frente a los pagos de este mes no se basa en datos, sino en rumores

Foto: Tsipras con Juncker en Bruselas. (Reuters)
Tsipras con Juncker en Bruselas. (Reuters)
 
 
Las negociaciones de Atenas con los acreedores internacionales están en el equivalente político al famoso caso del gato de Schrödinger, aquel pobre animal que no se sabía si estaba vivo o muerto dentro de una caja sometida al principio de incertidumbre.
 
De puertas afuera hay encuentros a todos los niveles, políticos entrando y saliendo de salas de conferencias diariamente y movimiento con aires de negociación. Pero de puertas adentro es imposible saber a ciencia cierta en qué estado se encuentran ni Grecia y ni las negociaciones. ¿Puede pagar? ¿Tendrá dinero a final de mes? ¿Saldrá del euro? ¿Está cerca del acuerdo con los acreedores?
 
A pesar de que todo el mundo parece dispuesto a hablar, a veces se duda de que los propios negociadores salgan de la misma reunión o reciban los mismos briefings. Desde optimismo patológico de Varufakis al pesimismo enfermizo de Schäuble se despliega entre Bruselas y la capital helena una escala de grises que no dice nada del diagnóstico, si la maltrecha economía griega llegará a finales de junio con vida o en el euro.
 
Grecia tiene que afrontar una serie de pagos durante este mes que suman más de 1.500 millones de euros
 
Grecia tiene que afrontar una serie de pagos durante este mes que suman más de 1.500 millones de euros en varios plazos, el primero el de viernes. En la tarde del jueves pidió poder abonarlo a finales de mes. Esto no significa que Atenas esté en impago real, ya que según las normas del FMI hay 30 días para pagar desde la fecha en que vencen las obligaciones hasta que se declara insolvente. Pero esto no resuelve el problema ni contesta a las preguntas de si Grecia satisfará sus deudas, sino que sólo alarga la agonía.
 
Las estimaciones del dinero que le queda a Grecia no existen y la sensación de que no tenía suficiente para hacer frente a los pagos de este mes no se basaba en datos o en comunicados (nadie se fía de nadie), sino en que ya habían ‘tirado de la anilla’ del paracaídas en un par de ocasiones al menos: pidiendo (obligando) a las instituciones del Estado, incluyendo ayuntamientos u hospitales, a que les traspasaran liquidez y usando el fondo de emergencia del FMI (idea del presidente del Banco Central Griego, Yanis Sturnaras) para hacer frente a sus obligaciones.
 
Una imagen de la capital griega. (EFE)
Una imagen de la capital griega.
 Un Gobierno que se desmiente constantemente
 
La mayor diversidad de opiniones no viene, paradójicamente, de la capital de la UE. Si bien el FMI, el BCE y la Comisión Europa difieren en ocasiones, no existe un coro tan desafinado como el que se puede escuchar en Atenas.
 
Si un día Tsipras se reúne con Juncker (este mismo miércoles) para tratar de romper el hielo y a la salida dice que la reunión ha ido bien y que hay puntos de encuentro, al día siguiente (el jueves) un secretario de Estado, en este caso Thodoris Dritsas, vuelve a la retórica guerrera y dice que Atenas no se “rendirá” a las peticiones de los acreedores y los negociadores.
 
Tampoco se le puede acusar de ser el único, pues el propio Tsipras escribió una carta en Le Monde (el martes) en la que asegura, entre otras cosas, que si no hay acuerdo no es por “la intransigencia de Grecia”. Y así, remontándose en la hemeroteca, decenas de declaraciones y contradeclaraciones que se explican por la tensión dentro de Syriza y del grupo parlamentario.
 
Por un lado, los moderados (entre los que se encuentra ideológicamente Varufakis o Tsakalotos) y, por otro, los radicales, representados por la Plataforma de izquierda. En medio, Alexis Tsipras tratando de mantenerlos a todos unidos.
 
Un kiosko de Atenas. (EFE)
Un kiosko de Atenas. (EFE)
Contraprogramación
Otro ejemplo de contraprogramación dentro del propio partido lo hemos encontrado en el cumplimiento de los pagos al FMI. "Si no hay acuerdo el viernes o el lunes, no sé exactamente cuándo, no pagaremos”, aseguraba taxativamente el diputado de Syriza y portavoz Nikos Filis el miércoles en la cadena privada Mega. “Lo que parece que se ha discutido y ha sido propuesto por el señor Juncker no cumple nuestras expectativas”, remachaba.
 
“No hay tiempo para más compromisos. Estamos esperando que el otro lado asuma sus responsabilidades”, añadía el ministro de Trabajo, Panos Skourletis, en otra televisión privada, Skai. Hasta Yiannis Dragasakis, vicepresidente del Gobierno y mano derecha de Tsipras en economía, no era menos tajante. “El Gobierno no aceptará ningún ultimátum de la Comisión Europea, el Banco Central Europeo o el Fondo Monetario Internacional", dijo.
 
Y este jueves el propio Varufakis desmentía a todos en la radio helena: "Como ministro de Finanzas no puedo más que decir que el Estado griego encara y siempre devuelve a sus acreedores”. Algo parecido a lo que Tsipras había dicho tras reunirse con Juncker: que no había que “preocuparse”, ya que Grecia pagará. Y al final el jueves por la noche pidieron el aplazamiento.
Muy significativamente, y no es para menos, el mismo jueves el periódico de Syriza, Avgí, publicaba un editorial y llamaba a apretar filas: “Debemos estar todos juntos, desde el último afiliado hasta Tsipras”.
 
Una trabajadora arregla las banderas de Grecia y la UE. (EFE)
Una trabajadora arregla las banderas de Grecia y la UE. (EFE)

Presiones y rumores
 
Elena Panaritis tenía el currículum perfecto para el puesto que el ministro Varufakis le tenía reservado: una economista con buena reputación, una académica que trabajó en el Banco Mundial, para sustituir a Thanos Catsambas como representante ante el FMI. Pero el núcleo izquierdista de Syriza dio un puñetazo encima de la mesa: la responsable de las reformas económicas del Perú de Alberto Fujimori (muy polémicas y a las que muchos culpan de dejar en la pobreza a muchos peruanos) y exdiputada del Pasok, firmante de los memorándums, no podía ocupar un puesto tan importante.
 
Finalmente, Panaritis renunció por estas presiones, aunque no sin protestar: "Nunca pedí ocupar esta posición, y tan sólo la acepté para ayudar al Gobierno con mi experiencia sobre el funcionamiento del FMI y organizaciones similares, por lo que me resulta imposible aceptar el nombramiento en medio de reacciones negativas diputados y miembros de Syriza", aseguró en una carta abierta.
 
No se recuerda un sólo mes desde el 25 de enero en que no se haya especulado en Atenas y en Europa con elecciones anticipadas. Tras la boutade de Tsipras en el diario francés volvieron a surgir. En todo caso, los hipotéticos comicios no servirían para descabalgar del poder a Syriza, sino todo lo contrario: con la ley electoral en la mano y el sólido apoyo que conservan, la victoria sería incluso mayor que la de hace unos meses.
 
De momento, el Ejecutivo ha convocado una sesión parlamentaria extraordinaria mañana a las 17 hora española para tratar el monotema en Atenas: el acuerdo con los acreedores.




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