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jueves, 25 de junio de 2015

Devaluación de divisa y crecimiento económico



Un anuncio del 21 de septiembre de los ministros de finanzas del G-7 apoyaba una menor intervención en el mercado de cambio de moneda y disparaba una gran venta de dólares de EEUU. El día del anuncio, en relación con el final de agosto, la divisa de EEUU cayó un 4,8% frente al euro y un 4,1% frente al yen.
Muchos economistas han sugerido que el debilitamiento del dólar de EEUU podría realmente ser bueno para la economía, ya que un dólar más débil estimularía la producción de manufacturas, lo que a su vez aumentaría el empleo y todo esto pondría en marcha el crecimiento económico. De esto se deduce que la devaluación del dólar de EEUU es exactamente lo que se necesita para mantener en marcha la economía de EEUU.

La forma popular de pensamiento

De acuerdo con el pensamiento popular, la clave del crecimiento económico es la demanda de bienes y servicios. Se sostiene que el aumento en la demanda de bienes y servicios da lugar al crecimiento económico estimulando la producción e bienes y servicios. Aumentos o disminuciones en la demanda de bienes y servicios se encuentran tras los auges y declives en la producción de bienes de la economía. Por tanto, para mantener la economía en marcha, las políticas económicas deben prestar mucha atención a la demanda general.
Ahora bien, parte de la demanda de productos nacionales viene del extranjero. Al atendimiento de esta demanda se llama exportación. Igualmente, los residentes nacionales demandan bienes y servicios producidos en el extranjero, a lo que se llama importación. Advirtamos que mientras que un aumento en las exportaciones da lugar a un aumento en la demanda general de producción nacional, un aumento en las importaciones debilita la demanda. Por tanto, las exportaciones, según esta forma de pensar, son un factor que contribuye al crecimiento económico, mientras que las importaciones son un factor que resta crecimiento a la economía.
Como la demanda extranjera de los bienes de y servicios de un país es un ingrediente importante a la hora de establecer el ritmo de crecimiento económico, tiene sentido hacer que los bienes y servicios producidos localmente sean atractivos para los extranjeros. Una de las maneras de hacer que se demanden por los extranjeros más bienes producidos nacionalmente es haciendo más atractivos los precios de estos bienes.
Por ejemplo, el precio de una bolsa de patatas idéntica en EEUU es de 10$ en EEUU y de 10€ en Europa. Asimismo, la tasa de cambio entre dólar de EEUU y el euro es 1:1, es decir, uno a uno. Al tipo de cambio de 1€m a 1$, un europeo puede obtener por sus 10€ una bolsa estadounidense de patatas.
Una de las formas de estimular su competitividad es que los estadounidenses deprecien el dólar de EEUU respecto del euro. Supongamos que en respuesta a un anuncio de la Fed de que relajará drásticamente su postura monetaria, el tipo de cambio cae a 0,5€ por 1$. Consecuentemente, esto significaría entonces que 10$ valen 5€, lo que a su vez implica que una bolsa estadounidense de patatas en Europa se ofrezca por 5€. Consecuentemente, un europeo puede ahora comprar por 10€ dos bolsas estadounidenses de patatas en lugar de la que podía comprar antes de la depreciación del dólar de EEUU. En otras palabras, el poder adquisitivo de los europeos con respecto a las patatas estadounidenses se ha doblado.
Si aplicáramos el ejemplo de las patatas a todos los bienes y servicios, uno puede llegar a la conclusión de que, como consecuencia de la depreciación de la divisa, en igualdad de condiciones, probablemente aumente la demanda general de bienes producidos nacionalmente. Esto a su vez dará lugar a una mejor balanza de pagos y a su vez a un crecimiento económico más fuerte. Observemos que para aumentar la demanda de los extranjeros, los estadounidenses están ahora ofreciendo en el práctica dos bolsas de patatas por una bolsa europea de patatas. Esto también significa que el precio de la bolsa europea de patatas en EEUU es ahora el doble del que era antes de la depreciación del dólar de EEUU. Esto probablemente reduzca la demanda estadounidense de patatas europeas. Lo que tenemos aquí, en lo que respecta a EEUU, son más exportaciones y menos importaciones, lo que, de acuerdo con el pensamiento de la corriente principal, es una gran noticia para el crecimiento económico.
Igualmente, al tipo de cambio original de 1:1, una reducción en el precio nacional de las patas de EEUU de 10$ a 5$ también permitiría a un europeo intercambiar sus 10€ por dos bolsas de patatas. En resumen, los cambios en el tipo de cambio o en los precios en los países respectivos determinarán la llamada competitividad internacional, a la que se llama también el tipo de cambio real. Puede resumirse así:
Tipo de cambio real = (precio nacional/precio extranjero)* tipo de cambio
El tipo de cambio es la cifra de divisa extranjera por unidad de divisa nacional.
De acuerdo con esta fórmula, una caída en tipo real de cambio implica un crecimiento de la competitividad y un aumento implica una caída en la misma. Por tanto, siguiendo esta fórmula, la depreciación de la divisa (una caída en la cifra de divisa extranjera intercambiada por divisa nacional) llevaría a una caída en el tipo real de cambio y por tanto a un aumento en la competitividad internacional.
Sin embargo, una caída en los precios en el extranjero aumentará el tipo real de cambio y por tanto reducirá la competitividad. En esta forma de pensar, está bastante claro que la depreciación de la divisa (en igualdad de condiciones) es beneficiosa para el crecimiento económico.
Por ejemplo, en su estudio de investigación de la economía mexicana, Dornbusch y Werner han concluido que: “Si no se devalúa la divisa, el crecimiento no seguirá el ritmo del crecimiento de la fuerza laboral; aumentarán las divisiones en la sociedad mexicana y se verá amenazada la estabilidad nacional”.[1]
Además, según Dornbusch y Werner, “recientes devaluaciones importantes en Finlandia, Suecia, Italia, España y Reino Unido no llevaron a inflación (de hecho ha bajado, igual que los tipos de interés). La devolución ha hecho bien a estos países”. [2]
Parece que el mensaje que conlleva la ecuación de tipo real de cambio tiende a confirmar la experiencia en EEUU. Así, desde 1999, la competitividad de EEUU respecto de Japón ha estado cayendo constantemente. El tipo real de cambio, que estaba en 138 de noviembre de 1999, saltó a 176 en agosto de 2003. La caída en competitividad durante este periodo se asociaba con una economía inactiva. En resumen, los datos parecen apoyar la opinión de que un tipo real de cambio en aumento puede ser un importante factor contribuyente al crecimiento económico actualmente suave.
Además, nuestro análisis estadístico indica que la tendencia retrasada de crecimiento del tipo real de cambio muestra una buena correlación inversa con la tendencia de crecimiento de la producción industrial. Un aumento en la tendencia al crecimiento del tipo real de cambio (deterioro en la competitividad de EEUU) se ve seguido por una caída en la tendencia al crecimiento de la producción industrial. Una caída en la tendencia al crecimiento del tipo real de cambio (mejora en la competitividad de EEUU) se ve seguido por un aumento en la tendencia al crecimiento de la producción industrial.

Parece, por tanto, que tiene mucho sentido depreciar el dólar de EEUU para reavivar la economía.

Por qué estimular las exportaciones mediante una depreciación de la divisa no puede hacer crecer la economía

Cuando un banco central anuncia una relajación de su postura monetaria, esto lleva a una rápida respuesta por los participantes en el mercado de cambio de moneda vendiendo la divisa nacional en favor de otras divisas, llevando así a una depreciación de la divisa nacional. En respuesta a esto, los distintos productores encuentran ahora más atractivo potenciar sus exportaciones. Para financiar al aumento en la producción, los productores se dirigen a los bancos comerciales, que, contando con un aumento en las inyecciones monetarias del banco central, están encantados de expandir su crédito a tipos de interés más bajos.
Por medio del nuevo crédito, los productores pueden ahora conseguir los recursos requeridos para expandir su producción de bienes con el fin de acomodarse a la creciente demanda exterior. En otras palabras, por medio del crédito recién creado los productores desvían recursos reales de otras actividades. Mientras los precios internos permanezcan intactos, los exportadores registrarán un aumento en los beneficios.
Sin embargo, la llamada competitividad mejorada respecto de la depreciación de la moneda significa que los ciudadanos de un país están obteniendo ahora menos importaciones reales por una cantidad dada de exportaciones reales. En resumen, aunque el país se está haciendo rico n términos de divisas extranjeras, se está haciendo pobre en términos de riqueza real, es decir, en términos de los bienes y servicios requeridos para mantener la vida y el bienestar de la gente. Sin embargo, con el paso del tiempo, los efectos de la política monetaria laxa se filtran a través de un amplio rango de precios de bienes y servicios y acaban socavando los beneficios de los exportadores. En resumen, un aumento en los precios pone fin a intento ilusorio de crear prosperidad económica de la nada. Según Ludwig von Mises:
Las muy comentadas ventajas que otorga la devaluación en el comercio exterior y el turismo que se deben enteramente al hecho de que el ajuste de los precios y salarios internos al estado de cosas creado por la devaluación requiere cierto tiempo. Mientras este proceso de ajuste no se haya completado aún, se estimula la exportación y se desanima la importación. Sin embargo, esto significa únicamente que en este intervalo los ciudadanos del país devaluador están obteniendo menos por lo que están vendiendo en el exterior y pagando más por lo que están comprando en el exterior; por tanto, deben restringir su consumo. Este efecto puede parecer bueno en opinión aquellos para quienes la balanza comercial es la vara de medir el bienestar de una nación. En lenguaje llano, ha de describirse así: el ciudadano británico debe exportar más bienes británicos para comprar la cantidad de té que recibía antes de la devaluación por una cantidad menor de bienes británicos exportados.
Contrastemos la política de depreciación de la divisa con una política conservadora en la que el dinero no se expande. Bajo estas condiciones, cuando la existencia de riqueza real se expande, el poder adquisitivo del dinero seguirá la misma línea. Esto, en igualdad de condiciones, llevará a una apreciación de la divisa. Con la expansión en la producción de bienes y servicios y la caída de precios y por tanto de costes de producción, los productores locales pueden mejorar su competitividad y rentabilidad en mercados extranjeros mientras la divisa se aprecia en la práctica. Dentro del marco de una política monetaria laxa, las ganancias temporales de los exportadores lo son a costa de otras actividades en la economía, dentro del marco de una política monetaria firme las ganancias no son a costa de nadie más sino solo la manifestación de la generación de riqueza real.

¿Puede tener lugar una depreciación de una divisa en un mercado libre?

Todo el asunto de los supuestos beneficios de la depreciación de la divisa solo es relevante en una economía intervenida en la que el papel moneda es impuesto por el gobierno a través de su banco central. En una economía de libre mercado, no puede haber una depreciación de una divisa, que supuestamente pueda hacer crecer la economía.
Dentro del libre mercado no puede haber una depreciación de la divisa como tal. Como en una verdadera economía de libre mercado, el dinero es el oro, no puede haber una entidad independiente como un “dólar”. Antes de 1933, el nombre “dólar” se usaba para referirse a una unidad de oro que pesaba 23,22 granos. Como hay 480 granos en una onza, esto significa que el nombre dólar también equivalía a 0,048 onzas de oro. Esto a su vez significa que una onza de oro valía 20,67$. Ahora bien, 20,67$ no es el precio de una onza de oro en términos de dólares que tiene la opinión popular, pues no existe una entidad dólar. El dólar es solo un nombre para 0,048 onzas de oro. Sobre esto, Rothbard escribió: “Nadie imprime dólares en el mercado puramente libre porque de hecho, no son dólares, solo son productos, como trigo, automóviles y oro.”.[3]
Igualmente, los nombres de otras divisas se correspondían con una cantidad fija de oro. La costumbre de referirse a estos nombres como una entidad distinta del oro derivó de la aplicación del patrón en papel. Con el tiempo, al asumir el papel moneda una vida propia, se hizo aceptable establecer el precio del oro en términos de dólares, francos, libras, etc. Lo absurdo de todo esto llegó a nuevos niveles con la introducción del sistema de divisas flotantes.
En un mercado libre, las divisas no flotan entre sí. Se intercambian de acuerdo con una definición fija. Si la libra británica vale 0,25 onzas de oro y el dólar vale 0,05 onzas de oro, entonces una libra británica se intercambiaría por cinco dólares. Este intercambio deriva del hecho de que 0,25 onzas es cinco veces más que 0,05 onzas y esto significa el cambio de 5 a 1.
En otras palabras, el tipo de cambio entre las dos está fijado en su peso proporcional en oro, es decir, una libra británica = cinco dólares de EEUU. Lo absurdo de un sistema de divisas flotantes no es distinto de la idea de tener un precio flotante de mercado para dólares en relación a centavo. Cuántos centavos equivalen a un dólar no es algo que esté sujeto a fluctuaciones. Está fijado para siempre por definición.[4]
El actual sistema flotante de tipos e cambio es un subproducto del previamente desacreditado sistema de Bretton Woods de tipos de cambio fijos de divisas, que estuvo en operación entre 1944 y 1971. Dentro del sistema de Bretton Woods, el dólar de EEUU servía como la divisa de reserva internacional sobre la que todas las demás divisas podían acumular su dinero y crédito. El dólar a su vez estaba ligado al oro a 35$ la onza. A pesar de este supuesto enlace al oro, solo los gobiernos extranjeros y los bancos centrales podían redimir sus dólares en oro.
Un importante detonador del colapso del sistema de Bretton Woods fueron las políticas monetarias laxas del banco central de EEUU que empujaron el precio del oro en el mercado del oro por encima de los oficiales 35$ la onza. El precio, que estaba en 35$ por onza en enero de 1970 saltó a 43$ en agosto de 1971, un aumento de casi el 23% El creciente margen entre el precio de mercado del oro y los 35$ la onza oficiales (ver gráfico) creaba una enorme oportunidad de negocio, que algunos bancos centrales europeos decidieron aprovechar reclamando que el banco central de EEUU redimiera dólares por oro.

Como los estadounidenses no tenían suficiente oro para respaldar todos los dólares imprimidos, tuvieron que anunciar su efectiva bancarrota y eliminar todo enlace entre dólar y oro en agosto de 1971. Para salvar al sistema quebrado, los políticos siguieron la receta de Milton Friedman de permitir un patrón de flotación libre.
Aunque en el marco del sistema de Bretton Woods el dólar tenía algún enlace con el oro y todas las demás divisas estaban basadas en el dólar, todo eso ha desaparecido. En el marco flotante no hay más limitaciones a la impresión de dinero. Según Murray Rothbard:
Una virtud de los tipos fijos, especialmente bajo el oro, pero incluso hasta cierto punto bajo el papel, es que mantienen un control sobre la inflación nacional de los bancos centrales. La virtud de los tipos flotantes (que impiden crisis monetarias repentinas debido a las divisas valoradas arbitrariamente) es una bondad matizada, porque al menos esas crisis proporcionaban una restricción muy necesaria sobre la inflación nacional.
Mediante políticas de coordinación, los bancos centrales mantienen una inyección monetaria sincronizada para mantener las fluctuaciones en los tipos de cambio tan estables como sea posible. Evidentemente, en el proceso que esas políticas ponen en marcha, un proceso persistente de empobrecimiento mediante el consumo no está respaldado por producción de riqueza real.
Además, dentro de este marco, si un país trata de aprovecharse y depreciar su divisa por medio de una postura monetaria relativamente más laxa, corre el riesgo de que otros países hagan lo mismo. Por consiguiente, la aparición de devaluaciones competitivas es la forma más segura de destruir la economía de mercado y poner al mundo en un periodo de crisis.
Sobre esto, Mises escribió: “Una aceptación generalizada de los principios del patrón flexible debe producir una sobrepuja entre naciones. Al final de esta carrera se encuentra la completa destrucción de todos los sistemas monetarios nacionales”.

[1] Dornbusch R. y Werner A. 1994. “Mexico, stabilization. Reform and no growth”, Brookings Papers on Economic Activity, Vol 1, pp, 253-315.
[2] Ibíd.
[3] Murray N. Rothbard. ” Defensa de un dólar 100% oro“, en Llewellyn H. Rockwell, Jr., The Gold Standard: An Austrian Perspective (Lexington, Mass: D.C. Heath, 1985), pp. 1-17.
[4] Ibíd.

Publicado el 3 de octubre de 2003. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.

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