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martes, 30 de junio de 2015

Sofismas económicos de Frédéric Bastiat es hoy más importante que nunca

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El gran economista Frédéric Bastiat habría cumplido hoy 214 años. Sus contribuciones a la libertad han sido muchas, pero mientras tantos defensores del libre mercado se centran en La ley, hay otro libro que representa mejor aún su legado: Sofismas económicos. Este breve trabajo de ensayos personifica quizás su contribución más importante: el uso de la lógica tensa y prosa convincente para llevar el árido terreno de la economía a cientos de miles de legos.
Bastiat, por lo general, no abrió nuevos caminos en el campo de la economía. Leyó a Adam Smith y a Jean-Baptiste Say y encontró poco que añadir a estos gigantes del pensamiento económico. Pero Bastiat poseía un ingenio agudo y un estilo de escritura conciso y claro. Sus escritos se han vuelto muy populares. Ciento cincuenta años después de su muerte, ensayos como “Una Petición…” todavía están en circulación como un efectivo antídoto contra la economía progresista.
Bastiat hace tres contribuciones centrales en Sofismas económicos. En primer lugar, nos recuerda que nos debería preocupar también el consumidor, no sólo el productor. En segundo lugar, desmonta el argumento de que no hay leyes económicas. En tercer lugar, y más generalmente, es uno de los pocos políticos y escritores que piensa con la cabeza, no con el corazón. Bastiat utiliza la lógica para establecer claramente las consecuencias de las acciones políticas en lugar de esconderse detrás de las buenas intenciones.

Excedente, no escasez

Sofismas económicos expresa un tema común una y otra vez: debemos elaborar políticas que se centren en los consumidores, y no en los productores.
Cuando Bastiat utiliza estas frases, es fácil malinterpretarle. Keynes, que escribió 100 años después de Bastiat, tergiversó los términos. Pero Bastiat no fue un keynesiano. Cuando explica que el consumo es el objetivo final de la economía, lo que quiere decir es: tener bienes (lo cual beneficia a los consumidores) es más importante que fabricar bienes (lo cual beneficia a los productores). Dicho de otra manera, los productores prefieren la escasez, ya que hace subir los precios. Los consumidores prefieren los excedentes por la razón opuesta.
Los productores abogan por todo tipo de métodos para reducir la cantidad total de mercancías (excepto las suyas, por supuesto). Los productores buscan gravar bienes de otros países que compiten con los suyos. Prohíben las máquinas que tomarían sus lugares. Los productores incluso favorecen políticas como la quema de alimentos para elevar sus precios, una política que causó mucha hambre cuando fue promulgada en los EE. UU. durante la Gran Depresión. Los consumidores, por el contrario, prefieren abundancia. Ellos son más felices cuando tienen una gran cantidad de bienes para elegir a un precio bajo.
Bastiat señala que todos somos consumidores, incluidos los productores. El hombre que produce ferrocarriles también utiliza su salario para comprar bienes. Uno puede imaginar un mundo sin productores, un paraíso en el que todas las necesidades del hombre se cumple por la naturaleza o un Dios benevolente. Pero uno no puede imaginar un mundo sin consumo. En un mundo así, el hombre no comería ni bebería, no tendría ropa ni adquiriría lujos. Son el consumo y la calidad de vida los criterios esenciales para medir la prosperidad económica de una sociedad.
Cuando promulgamos medidas respaldadas por los productores como aranceles, Bastiat argumenta, estamos favoreciendo los intereses de los productores por encima de los de los consumidores. Así demostramos preferir la escasez a los excedentes. Llevada a su extremo lógico, esta política es absurda. ¿Alguien realmente sostienen que la escasez absoluta es preferible a la abundancia?

El principio de no principios

En la época de Bastiat, estaba de moda afirmar que no existían principios reales. X podría causar Y, pero una X menor no tendría por qué causar una Y menor; podría causar en su lugar Z, o A. Hoy, vemos la misma lógica: las personas que dicen, por ejemplo, que un aumento del salario mínimo a 100 $ mataría empleos pero que aumento a 10,10 $ de alguna manera los crea.
Ensayo tras ensayo, Bastiat destruye este mito. La economía no es un pantano con niebla donde arriba es a veces abajo, la izquierda puede ser la derecha y no hay verdades absolutas. La economía no es como la nutrición, donde una copa de vino puede sanar mientras que dos galones pueden matar.
En economía, una causa producirá un efecto correlacional, sin importar qué tan grande es la causa. Si X pequeña causa una Y pequeña, una X grande causa una Y grande. Un aumento del salario mínimo a 100 $ eliminará muchos puestos de trabajo; un aumento del salario mínimo a 10,10 $ todavía eliminará algunos. El efecto no varía, solo su dimensión.
De hecho, una de las figuras retóricas más comunes de Bastiat es la reductio ad absurdum, o llevar un concepto a su conclusión lógica. Los opositores a la mecanización quieren forzar ferrocarriles a parar en una ciudad y descargar las mercancías, para generar fuentes de trabajo para los porteros. Muy bien, dice Bastiat. ¿Por qué no mejor hacerlos parar en tres ciudades? Seguramente eso generaría aún más trabajo para los porteros. ¿Por qué no parar en veinte ciudades? ¿Por qué no tener una vía férrea que consista únicamente en paradas, con el fin de darles trabajo a los porteros?
Al llevar los conceptos a su conclusión lógica, Bastiat proporciona un antídoto firme contra el pensamiento confuso de los defensores proteccionistas.

Piense con su cabeza

En la época de Bastiat, al igual que hoy, era popular pensar con el corazón. “¡Tenemos que hacer algo!”, era el grito de guerra; sin importar las consecuencias. Las buenas intenciones son suficientes.
Generar empleo, por ejemplo, siempre ha sido una política favorita de los que piensan con el corazón. Ellos ven a los hombres y las mujeres desempleadas y demandan que el gobierno tome medidas. A menudo, esta acción toma la forma de impedir el progreso humano: el uso de los porteros en lugar de ferrocarriles, por ejemplo. La primera consecuencia, para los porteros, es positivo: más logran emplearse. Pero Bastiat reconoce que este tipo de políticas, mientras pueden proteger a los porteros, perjudican a la economía en su conjunto. Aumentan los precios y crean escasez.
Bastiat vio algo más que la consecuencia directa de una acción. Examinó todos los resultados, utilizando tensas cadenas lógicas para demostrar cómo cada política afectaría a aquellos en quiénes él estaba más enfocado – el consumidor.

El legado de Bastiat

Bastiat no inventó nuevas herramientas o escuelas de pensamiento económico. Pero la lógica clara con la que pensaba a través de las ideas económicas, y la prosa clara e ingeniosa con la que arremetió contra los que no lo hacían, lo convirtieron en una de las figuras en economía más populares de todos los tiempos.
Las ideas de Bastiat en este texto han sido tomadas prestadas, reeditadas y republicadas por más de 150 años. Sus ideas han sido hechas suyas por decenas de pensadores prominentes. El más famoso, La economía en una lección de Henry Hazlitt, basada en gran parte en los ensayos de Sofismas económicos. A medida que hacemos tomamos nota del aniversario 214 de su nacimiento, tal vez deberíamos de hacer un brindis por el hombre cuyas ideas – en todos los formatos adoptados – han hecho tanto por la causa de la libertad.

Publicado originalmente el 29 de junio de 2015. Traducido del inglés por Edgar Duarte Aguilar. El artículo original se encuentra aquí.

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