Historias imprescindibles de la bolsa y los mercados: los bancos centrales
Mayer Amschel Rothschil: "Dadme el control de la moneda de un país y no me importará quién haga las leyes". Los bancos centrales son los nuevos druidas, las nuevas estrellas mediáticas
En toda biblioteca sobre finanzas es imprescindible algún libro que nos ayude a entender los bancos centrales, probablemente las instituciones más poderosas del último siglo. Ya lo dijo Mayer Amschel Rothschil: “Dadme el control de la moneda de un país y no me importará quién haga las leyes”.
Los bancos centrales son los nuevos druidas, las nuevas estrellas mediáticas. Draghi o Bernanke son más conocidos que los Rolling Stones. Si tuviesen Twitter tendrían más seguidores que Justin Bieber. Pero no siempre ha sido así. Explica Liaquat Ahamed en su magnífico libro Los señores de las finanzas cómo funcionan los bancos centrales a través de la historia. Este libro recibió el premio Pulitzer de Historia en 2010. La FED nace el 22 de diciembre de 1913 para tratar de evitar pánicos bancarios como el ocurrido siete años antes.
El crash bursátil de 1907 y su posterior pánico bancario, como nos explicó en primera persona Jesse Livermore, no acabó en debacle gracias a John Pierpont Morgan, de la banca JPMorgan, al liderar un salvamento organizado entre bancos privados. Está actuación de 1907 fue la semilla de la creación de un banco central en Estados Unidos, la futura Reserva Federal (FED).
Los bancos centrales son los nuevos druidas, las nuevas estrellas mediáticas. Draghi o Bernanke son más conocidos que los Rolling Stones
Este excepcional libro cuenta cómo pensaban y actuaban los cuatro gobernadores de los cuatros grandes bancos centrales del planeta en la época. Según el epígrafe del libro, se narran las relaciones que se establecen entre el enigmático Norman Montagu, gobernador del Banco de Inglaterra; el xenófobo Émile Moreau, director de la Banque de France; el arrogante Hjalmar Schacht, presidente del Reichsbank alemán, y Benjamin Strong, gerente de la FED de Nueva York, en el periodo entre la I y la II guerra mundial.
Según el autor, su obstinada lucha contra la inflación llevó el mundo al abismo, estableciendo las raíces de lo que acabaría convirtiéndose en la segunda guerra mundial. En medio de los cuatro banqueros centrales aparece continuamente John Maynard Keynes, “el economista más importante de su generación a pesar que tan solo tenía 36 años en su primera aparición en 1919”, según el autor del libro. “Keynes resultó ser un provechoso contrapunto de los otro cuatro personajes de esta historia. Todos ellos eran grandes señores de las finanzas, abanderados de una ortodoxia que parecía aprisionarlos. Por el contrario, Keynes era un moscón, un catedrático de Cambridge, un millonario hecho a sí mismo, escritor, periodista y autor de best-sellers que escapaba del paralizador consenso que acabaría conduciendo al desastre. A pesar de ser solo diez años más joven que los cuatro grandes, bien podría haber nacido en una generación totalmente diferente.”
Continuando con las citas de este extraordinario libro:
Al finalizar la primera guerra mundial, el sistema financiero mundial se encontraba entre sus innumerables víctimas. Durante la segunda mitad del siglo XIX se había construido sobre los cimientos del patrón oro una compleja maquinaria de crédito internacional, centrada en Londres, que había traído consigo una importante expansión del comercio y de la prosperidad en el mundo entero. En 1919 esta maquinaria estaba en ruinas. Gran Bretaña, Francia y Alemania estaban al borde de la quiebra, sus economías estaban oprimidas por las deudas, su población se había empobrecido a causa del aumento de los precios y su moneda se desplomaba. Solo Estados Unidos había salido reforzada económicamente de la guerra.
Los gobiernos creían que lo mejor era dejar los asuntos financieros a los banqueros, así como la tarea de reactivar la economía…..
Este libro describe cómo, durante un breve periodo de mediados de la década de los años veinte, pareció que lograban su objetivo: las monedas eran estables, el capital empezó a circular libremente por el mundo y resurgió el crecimiento económico. Sin embargo, bajo la superficie del rápido desarrollo urbano empezaron a aparecer grietas y el patrón oro, que todos habían creído que actuaría como paraguas de la estabilidad, resultó ser una camisa de fuerza. Los últimos capítulos del libro describen los frenéticos y a la postre inútiles intentos de los banqueros centrales por evitar que la economía mundial se sumergiese en la espiral de la Gran Depresión. La década de los veinte fue una época en la que, al igual que hoy, los banqueros centrales estaban investidos de un poder excepcional y gozaban de un prestigio excepcional.
Estos cuatro personajes se situaron en el centro de los acontecimientos… –la historia del lamentable y pernicioso fracaso de la paz, de las deudas e indemnizaciones de la guerra, de la hiperinflación, de la difícil situación en Europa y la bonanza en América, del auge económico y la subsiguiente quiebra– desde una perspectiva más humana y manejable.
Hay algo muy conmovedor en el contraste entre el poder ejercido un día por estos cuatro hombres y su casi desaparición total de las páginas de la historia. Estos cuatro nombres, en su día muy conocidos, a los que los periódicos denominaban “el club más exclusivo del mundo” quedaron sepultados bajo los escombros del tiempo y actualmente no significan nada para la mayoría.
Durante el siglo XIX los gobernadores del Banco de Inglaterra y del Banco de Francia fueron personajes misteriosos, conocidos en los círculos financieros, pero apartados de la luz pública... En cambio, en la década de los veinte, igual que sucede hoy en día, los banqueros centrales se convirtieron en foco de la atención pública. Rumores acerca de sus decisiones y reuniones secretas llenaban las páginas de la prensa diaria, mientras se enfrentaban a las mismas cuestiones y problemas que sus sucesores actuales: movimientos drásticos en los mercados de valores, moneda inestable y grandes oleadas de capital que pasaban de un centro financiero a otro.
Sin embargo, tenían que actuar con medios anticuados y solamente disponían de herramientas y medios de información primitivos. La recopilación de estadísticas económicas no había hecho más que empezar. Los banqueros se comunicaban por correo –cuando una carta tardaba una semana en llegar de Nueva York a Londres– o en casos de verdadera urgencia, por telégrafo. Únicamente como último recurso podían llegar a contactar por teléfono, y en tal caso con cierta dificultad. El ritmo de vida era diferente. Nadie volaba de una ciudad a otra. Era la época dorada de los transatlánticos…
El mundo en el que actuaban era a la vez cosmopolita y a la vez sorprendentemente provinciano (...), donde los estereotipos raciales y nacionales se asumían como algo normal… Jack Morgan, hijo del todopoderoso John Pierpont Morgan, podía negarse a conceder un préstamo a Alemania argumentando que los alemanes eran “gente de segunda categoría”, u oponerse al nombramiento de judíos y católicos en el Consejo de Supervisores de Harvard porque 'un judío es antes judío que estadounidense, y me temo que con demasiada frecuencia un católico romano es papista primero y estadounidense después'…..A finales de del siglo XIX y principios del XX había una gran división en el mundo financiero, tanto en Londres como en Nueva York, Berlín o París. Por un lado estaban las grandes entidades bancarias anglosajonas: J.P. Morgan, Brown Brothers y Barings; y por otro, las firmas judías: las cuatro sucursales de Rothschild, Lazard, las sociedades bancarias judías alemanas Warsburg y Huhn Loeb, y disidentes como sir Ernest Casel.
Para entender mejor cómo funciona el complejo sistema bancario os aconsejo este artículo de uno de los economistas españoles más clarividentes, Juan Rallo.
Como ha cambiado el mundo, en mi opinión, los banqueros centrales actuales en lugar de ser demasiado rígidos son demasiado flexibles e influyen en todos los aspectos de la economía y mercados financieros. No solo eso, también deciden prestar indirectamente a los gobiernos, lo que les permite cometer excesos a los políticos. Aconsejo ver mi post reciente sobre la economía española “Endeudarse en 732.000 millones para generar 39.000 millones”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario