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jueves, 11 de junio de 2015

Algo ocultan los balances bancarios

¿Alguien se ha parado a pensar qué ocurriría con algunas entidades financieras tras una abrupta caída de la renta fija? El BIS sí, y está preocupado

 
Foto: Sede del BIS en Basilea.
Sede del BIS en Basilea.
 
 
¿Cómo conseguir un sistema financiero sano y que apoye el crecimiento de la economía real? Existen numerosas medidas, pero la regla más básica parece obvia: evitar que el mundo financiero genere crisis propias que se contagien. Para ello, y especialmente tras la presente crisis financiera, los reguladores del mundo entero han decidido penalizar la excesiva asunción de riesgo. No solo han conseguido su objetivo, sino que actualmente la acumulación de activos ‘seguros’ representa el mayor peligro para el sector.
 
El BIS ha publicado este lunes una consulta en la que plantea a los bancos incrementar los requisitos de capital por el riesgo potencial de una subida de los tipos de interés. La propuesta no es novedosa, viene hablándose y debatiéndose desde hace más de 10 años. Si bien, por algún motivo ‘desconocido’, ahora les ha entrado la prisa… Vamos, que en el BIS creen que la subida de tipos actual es un riesgo real, bien porque el mercado puede reaccionar de forma abrupta, bien porque algunas entidades concretas pueden quedar muy tocadas si se producen pérdidas en su cartera de renta fija.
 
¿Hasta qué punto estamos ante un riesgo importante? Los bancos cuentan en su activo con enormes posiciones en renta fija, teóricamente muy seguras pero cuyo desempeño futuro está por ver. Y es que incluso el activo más ‘seguro’ puede resultar peligroso si su precio es demasiado elevado, algo que ocurre en la renta fija por los incentivos regulatorios y por las compras de los bancos centrales. Por ejemplo, aunque la deuda pública alemana presente un riesgo crediticio mínimo (Alemania es un país acreedor en términos netos), nada nos garantiza que no podamos perder dinero si vendemos antes del vencimiento, ya que el precio fluctúa a diario y actualmente podría estar sobrevalorado.
 
El ‘banking book’ se ha convertido en una potencial fuente de problemas que además no podemos calcular, pues su regulación fluctúa entre entidades
 
Nadie parece haberse planteado que, si todas las entidades financieras compran al mismo tiempo los mismos activos, y aun encima los bancos centrales las ayudan, los precios se disparan, por lo que la teórica seguridad crediticia se difumina ante la inseguridad de la fluctuación de los precios. Un activo con un precio burbujeado no es un activo seguro, al igual que el ladrillo español tampoco lo era a pesar de ser ladrillo y de que ‘nunca bajaba’. Y al igual que el auge del ladrillo parecía beneficiar a todo el mundo y por eso no se frenó a tiempo (incremento de la recaudación de impuestos, incremento de la riqueza de las familias, negocios millonarios…), aquí ningún gobierno protestará porque le compren demasiada deuda o por pagar muy poco por ella, ningún inversor protestará porque se incremente el valor de su cartera… hasta que sea demasiado tarde.
 
No solo nadie parece haberse planteado las consecuencias, además se crucificaron las posiciones en el trading book (donde se contabilizan las posiciones ‘especulativas’) y se premiaron las del banking book (posiciones a vencimiento), con menores requisitos de trasparencia y capital. Añadamos un entorno propicio para la compra de deuda pública, y obtenemos que el banking book se ha convertido en una potencial fuente de problemas que además no podemos calcular, pues su regulación fluctúa entre entidades y países. Y es que ¿para qué controlar algo ‘sin riesgo’? ¿Quién iba a pensar que comprar un activo de máxima calidad y mantenerlo a vencimiento podría ser peligroso?
 
La renta fija posee otra característica, y es que resulta perfecta para un banco. En un entorno como el actual, en el que los bajos tipos de interés perjudican el negocio tradicional, complementa la cuenta de resultados. Y viceversa. En un entorno de subida de tipos, la renta fija puede perder dinero, pero es ahí cuando el negocio bancario debe volver a funcionar, por lo que nuevamente cumple su papel. Todo son incentivos para comprar: la naturaleza del negocio, la compra de los bancos centrales, la regulación bancaria, la abundante liquidez… Todos esos incentivos han creado una torre que puede desplomarse si se confirma la actual tendencia.
 
Puede parecer que todo va bien si miramos a la contabilidad, ya que el banking book limita las pérdidas derivadas de las fluctuaciones del mercado (lo expuesto es una generalidad, ya que existen numerosas variaciones permitidas por la regulación), por lo que a priori las cuantiosas posiciones de renta fija no tendrían que convertirse en un problema. Si el emisor de la deuda pública es solvente basta esperar al vencimiento. ¿Por qué preocuparse si el activo es seguro y es posible esperar?
 
¿Qué ocurriría con un negocio tan apalancado a corto plazo como el bancario, si el mercado se da cuenta de que una entidad sufre ‘problemas tácitos’?
 
La regulación parece tener sentido. Tiene sentido premiar la seguridad, y tiene sentido que, si las posiciones se mantienen a vencimiento, se permita una contabilidad más laxa que si hablásemos de posiciones especulativas. Lo que la legislación no contempla es que esos activos ‘seguros’ puedan llegar a fluctuar de una manera tan violenta como para perjudicar seriamente la solvencia de una entidad. Vamos, que de contabilizarse esas pérdidas a mercado se minorase el capital por debajo de lo exigido. ¿Qué ocurriría con un negocio tan apalancado a corto plazo como el bancario si el mercado se da cuenta de que una entidad sufre ‘problemas tácitos’?
 
Por mucho que una entidad no tenga que declarar ciertas pérdidas contablemente, sí puede perder la confianza del mercado si estas son significativas. Y sin confianza la banca no funciona. Se da el caso, además, de que las entidades que más impacto podrían sufrir serían aquellas cuyo negocio tradicional no acaba de arrancar (y así hay varias), que son precisamente las que más han recurrido a la renta fija para cumplir con los resultados prometidos a los inversores. De hecho, aunque finalmente la sangre no llegue al rio, si el BIS decide incrementar los requisitos de capital por los riesgos potenciales ante la subida de tipos, verán como su rentabilidad recibe un nuevo golpe. Todo lo contrario a un win-win.
 
En resumidas cuentas, los balances bancarios ocultan una dura realidad: posiciones en deuda soberana que, contabilizadas de una forma u otra, sufrirán minusvalías muy importantes en los próximos meses. No nos lo dirán en sus informes, pero en las entidades más débiles dichas pérdidas pueden ser sustanciales e incluso graves. Tanto que podría afectar a la confianza de los inversores, tanto que los reguladores se plantean tomar cartas en el asunto. Y eso que esto acaba de empezar, a saber cuánto nos queda aún por ver en esta nueva ‘crisis de los activos seguros’.

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