Autor: Nicolás Cachanosky
Argentina tendrá elecciones este año y varias provincias elegirán gobernadores. Buenos Aires, la capital, tiene elecciones a alcalde y Mauricio Macri, que deja el cargo de alcalde, es el favorito para convertirse en el próximo presidente. Hacia el final del año habrá elecciones presidenciales y Cristina Kirchner, tras dos mandatos consecutivos, tendrá que dejar el cargo porque no puede ser reelegida.
Como Chávez y Maduro en Venezuela, Argentina puede describirse como un país que cayó víctima del populismo extremo durante las administraciones de Néstor y Cristina Kirchner, que empezaron en 2003. Doce años después, este proyecto político populista está a punto de acabar.
La política económica del populismo se caracteriza por la intervención masiva, el alto consumo (y la baja inversión) y los déficits públicos. Esto es insostenible y podemos identificar varias etapas al irse acercando a su inevitable fracaso económico. La última década de populismo extremo en Argentina puede describirse siguiendo el siguiente patrón.
Después de observar la experiencia populista en varios países latinoamericanos, Rudiger Dornbusch y Sebastián Edwards identificaron cuatro etapas universales en el populismo en su artículo “Macroeconomic Populism” (1990). Aunque el populismo puede presentar una amplia variedad de políticas, ciertas características parecen estar presentes en la mayoría de los casos.
El populismo normalmente favorece la movilización social, la propaganda política y el uso de símbolos y prácticas de mercadotecnia pensadas para apelar a los sentimientos del votante. El populismo se dirige especialmente a las rentas bajas, incluso so el partido gobernante no puede explicar el origen de las altas rentas de sus líderes. Los gobernantes populistas encuentran sencillo usar cabezas de turco y teorías conspirativas para explicar por qué el país pasa por malos tiempos, mientras al mismo tiempo se presentan como salvadores de la nación. No sorprende que para algunos el populismo esté asociado con la izquierda y los movimientos socialistas y por otroa con la derecha y las políticas fascistas.
Las cuatro etapas del populismo identificadas por Dornbusch y Edwards son:
Etapa I
El diagnóstico populista de lo que está mal en una economía se confirma durante los primeros años del huevo gobierno. La política macroeconómica muestra buenos resultados, como el crecimiento del PIB, una reducción del desempleo, un aumento en los salarios reales, etc. Debido a los diferenciales de producción, las importaciones pagadas con reservas del banco central y las regulaciones (precios máximos unidos a subvenciones a empresas), la inflación está en buena parte bajo control.
Etapa II
Los efectos de cuello de botella empiezan a aparecer porque las políticas populistas han primado el consumo sobre la inversión, el uso de reservas para pagar importaciones y el consumo de existencias de capital. Empiezan a ser necesarios cambios en los precios relativos importantes y esto a menudo lleva a una devaluación del tipo de cambio, cambios de precios en servicios públicos (normalmente mediante regulación) e imposición de controles de capitales. El gobierno intenta, pero no puede, controlar el gasto público y los déficits presupuestarios.
La economía sumergida empieza a aumentar al tiempo que empeora el déficit fiscal, porque los costes de las subvenciones prometidas tienen que tener en cuenta la inflación ahora creciente. Son necesarias reformas fiscales, pero el gobierno populista las evita porque van contra su propia retórica y su núcleo de apoyos básicos.
Etapa III
Los problemas de escasez se convierten en importantes, la inflación se acelera y, como el tipo nominal de cambio no sigue el ritmo de la inflación, hay un flujo de salida de (reservas de) capital. La alta inflación empuja la economía a una desmonetización. La divisa local se usa solo para transacciones nacionales, pero la gente ahorra en dólares de EEUU.
La caída en la actividad económica afecta negativamente a los receptores de impuestos, aumentando aún más el déficit. El gobierno necesita recortar subvenciones y aumenta el tipo de cambio, depreciación. La renta real empieza a caer y empiezan a aparecer señales de inestabilidad política y social.
Etapa IV
Un nuevo gobierno llega al cargo y se ve obligado a realizar ajustes “ortodoxos” , posiblemente bajo la supervisión del FMI o una organización internacional que proporcione los fondos requeridos para realizar las reformas políticas. Como se ha consumido y destruido capital, los salarios reales caen a niveles aún menores que los que existían al inicio de la elección del gobierno populista. El gobierno “ortodoxo” es entonces responsable de recoger los pedazos y cubrir los costes de las políticas fracasadas dejadas por el anterior régimen populista. Los populistas se han ido, pero los destrozos de sus políticas continúan manifestándose. En Argentina, la expresión “bomba económica” se usa para describir los desequilibrios económicos que un gobierno deja al siguiente.
El populismo económico está vivito y coleando
A pesar de que Dornbusch y Edwards escribieron su artículo en 1990, las similitudes con la situación de países como Venezuela, Bolivia y Argentina son notables. En años recientes, para mantener las ideas populistas en las mentes de los votantes, Venezuela creó el Ministerio de la Felicidad y Argentina creó una nueva Secretaría del Pensamiento Nacional.
Estas cuatro etapas son en realidad cíclicas. El movimiento populista utiliza la cuarta etapa para criticar al partido ortodoxo y argumenta que durante el mandato populista las cosas iban mejor. La opinión pública, descontenta con la etapa IV, permite al movimiento populista ganar las nuevas elecciones, recibir una economía en crisis o recesión y el ciclo empieza de nuevo desde la etapa I. No sorprende que los gobiernos populistas normalmente aparezcan tras los tiempos duros creados por una crisis económica. Un gobierno populista más audaz podría evitar la etapa IV encontrando una manera de seguir en el cargo, cancelando las elecciones o creando resultados falsos de elecciones (como en el caso de Venezuela). En ese punto, el gobierno populista consigue convertir el país en una nación completamente autoritaria.
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