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jueves, 18 de febrero de 2016

Seis cuestiones clave sobre el acuerdo entre Reino Unido y la UE


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Todo apunta a que la cumbre europea que hoy termina se sellará con un acuerdo diseñado para evitar el Brexit (la salida de Reino Unido de la UE). No en vano, la Unión se muestra dispuesta a aceptar mecanismos como el freno de emergencia británico sobre las decisiones de la eurozona que puedan perjudicarlo; por su parte, el premier David Cameron tiene prisa por convocar el referéndum en junio y ganar tiempo a los euroescépticos.


Sin embargo, lo máximo que puede ofrecer la cumbre de Bruselas es un gesto político que Cameron aún tendrá que vender en casa, en un momento en que las dos posiciones ante la consulta están igualadas. Por tanto, queda trabajo por hacer para que el Brexit deje de ser una opción y se consume una separación perjudicial para todos.

1. ¿Cómo quiere Cameron restringir la inmigración en Reino Unido?

Las leyes europeas prohíben limitar la libertad de circulación, pero Cameron pretende reducir las prestaciones que reciben los trabajadores europeos en el Reino Unido.

Son reducciones fiscales que se añaden al salario de los empleados con ingresos modestos, parecido a la prima de actividad francesa, aunque de importes mucho mayores y con ayudas de alojamiento. El argumento del líder británico es que no es justo que los inmigrantes reciban estas ayudas nada más comenzar a trabajar, cuando aún no han contribuido a la financiación del sistema de protección social.

Al reducirlas durante sus primeros años en el país (la duración es uno de los puntos sensibles de la negociación), espera menguar el atractivo del Reino Unido para los inmigrantes. Downing Street no se ha arriesgado a calcular el efecto que tendría esta medida en los flujos migratorios. El Gobierno solo indica que 84.000 hogares estarían afectados por la reducción.

Además, David Cameron quiere disminuir las asignaciones familiares a los hijos de inmigrantes que no residan en Gran Bretaña. Son 32.000, dos tercios en Polonia, un 0,3% del total. Las prestaciones se calcularían sobre el baremo del país de residencia de los hijos y no del Reino Unido.

Algunos expertos opinan que estas medidas no causarán ningún efecto sobre la inmigración. "Si los europeos afluyen a Gran Bretaña es porque encuentran trabajo y no porque esperen recibir ayudas", considera Jonathan Portes, del National Institute of Economic and Social Research.

Además, el Gobierno está tramitando una subida del salario mínimo significativa, en concreto, del 7,5% el próximo mes de abril. Esta medida cancelaría el efecto de la bajada de las ayudas.

2. ¿Otros países podrían hacer lo mismo?

En teoría, las nuevas normas obtenidas por Londres podrán aplicarse en toda la unión. Para evitarlo, el proyecto de acuerdo cuenta con salvaguardias. Para restringir prestaciones, los Estados miembros deben demostrar que se enfrentan a una inmigración europea "de magnitud excepcional durante un periodo prolongado". El Reino Unido, que ha acogido a más de un millón de trabajadores en la última década, responde a este criterio.

Los países del este querrían que el texto fuera más preciso. "La formulación actual no deja lugar a ambigüedades; en la práctica, solo afecta al Reino Unido", les respondía el miércoles un diplomático europeo. Aparte de la restricción, estas medidas solo se aplicarán a los recién llegados y no a quienes ya se han instalado.

En cuanto a la reducción de las ayudas familiares, el primer proyecto de acuerdo es más confuso y preocupa a los países del este. Toma? Prouza, ministro checo de Asuntos Europeos, exige que esta medida también afecte solo a los futuros emigrados. Además, quiere garantizar que los demás países no puedan hacer lo mismo. Alemania, con muchos trabajadores polacos cuyos hijos viven en Polonia, estaría afectada en primer lugar.

3. ¿'La City' quedará exenta de las normas de la UE?

París se niega a que Londres se arrogue un lugar aparte en la gobernanza económica europea a raíz de las negociaciones.

Hay dos informes sobre la mesa. El primero es el asunto de la relación de Gran Bretaña con los países que han adoptado la moneda única. Westminster teme que, en un futuro, una zona euro más integrada imponga su ley al resto de Europa por el gran número de países que la componen. Se le ha concedido que se pueda llevar a examen una ley europea polémica por el más alto nivel político, es decir, el Consejo Europeo donde se reúnen los jefes de Estado y de Gobierno.

"Eso no debe impedir la toma de decisiones ni constituir un veto", advierte un diplomático francés. París también quiere que este proceso no se inicie hasta que haya varios países descontentos, mientras que Londres querría atribuirse ese derecho en solitario.

El segundo informe espinoso es la regulación financiera. El texto inicial parecía dar la posibilidad a la City de aplicar normas distintas a las del resto del mercado único. El texto se ha clarificado pero el Gobierno francés permanece alerta para asegurarse de que el británico no pueda impedir la extensión de la supervisión europea a nuevos actores financieros.

4. ¿Se está instaurando una Europa 'a la carta'?

Los eurófobos británicos lo han hecho su caballo de batalla. Están empeñados en tirar por la ventana la fórmula de una Unión cada vez más unida, presente en los tratados europeos. Es un símbolo, dicen, de la maquinaria europea que les obligaría poco a poco a abandonar esferas de soberanía sin que pudiesen decir nada. En muchos aspectos, es pura fantasía porque esta fórmula no ha impedido a Londres negarse a entrar en el euro o en Schengen, los dos principales logros comunitarios.

Para contentar a David Cameron, Donald Tusk, presidente del Consejo Europeo, ha aceptado introducir en el acuerdo entre Reino Unido y sus socios europeos un párrafo que exime a Londres de esa unión cada vez más unida.

El problema es que varios países, sobre todo Bélgica, temen que la redacción sea imprecisa y constituya una concesión que coloque un velo sobre el futuro común. "El principio de una unión cada vez más unida no tiene valor jurídico porque no es la base en la que se apoya el Tribunal de Justicia de la UE para justificar la extensión de las competencias comunitarias. Pero tiene mucho valor político y no puede descartarse la idea de que los estados miembros comparten un objetivo común", opina un diplomático francés.

Una fuente europea se alarma ante una reforma "que instauraría el principio de que los miembros de la UE pueden tener destinos diferentes". La eurodiputada socialista Pervenche Berès opina que tal excepción de los principios permitiría "a cualquier estado oponerse en un futuro a los procesos de armonización social o fiscal".

Ante esta gran resistencia, los europeos tienden a encontrar una fórmula lo bastante vaga como para contentar a todo el mundo. "Nuestro objetivo es hacer como Magritte: pintar una pipa y titular el cuadro: Esto no es una pipa", bromea un diplomático.

5. ¿Es necesario revisar los tratados?

Varios estados, y en especial Francia, lo han advertido: no conviene abrir la caja de Pandora de las revisiones de los tratados europeos (y las consultas populares que las acompañan) al hilo de las negociaciones del Brexit.

Las reformas acordadas en Londres solo serán avaladas en forma de un compromiso de los jefes de Estado y de Gobierno que tendrá valor jurídico vinculante.

Todavía quedan puntos borrosos. Londres quiere, de hecho, conseguir que ciertas reformas se integren en las tablas de la ley europea en la próxima revisión de tratados. "Se nos pide que realicemos un cambio de los tratados sin saber cuál será el texto exacto de esa revisión y eso es, cuando menos, problemático", señala un diplomático.

Bélgica exige que se afirme claramente que el texto del compromiso negociado con Gran Bretaña quedará obsoleto si esta última decidiera marcharse de la UE a pesar de todo. Se trata de circunscribir claramente las concesiones a Gran Bretaña como el precio de su permanencia en la UE.
"Se corre el riesgo de que otros estados miembros quieran adoptar estos acuerdos después", prevé un diplomático europeo. Cita a países como Polonia, Dinamarca o los Países Bajos, que podrían lanzarse a una batalla similar a la emprendida por Londres.

6. ¿Los británicos están convencidos?

Por mucho que David Cameron dedique todas sus fuerzas a conseguir el mejor acuerdo posible, es poco probable que las reformas contenten al electorado, a la vista de lo que el primer ministro ha obtenido en un primer momento, solo el 21% de los votantes esperan un "buen acuerdo", frente al 58% que opina lo contrario, según una encuesta de ComRes.

El partido conservador está profundamente dividido. Según The Guardian, más de 65 diputados se disponen a lanzar una campaña por el Brexit.

Otros euroescépticos electos se muestran más discretos para no apartarse de la dirección del partido. Muchos votantes conservadores continúan indecisos. Por eso, Cameron quiere contar con el máximo de figuras del partido en su campaña. Confía en el apoyo de Boris Johnson, alcalde de Londres, que ha cuestionado la postura del primer ministro.

El gran enigma es el electorado de izquierdas. Mayoritariamente se opone al Brexit pero ¿se movilizará masivamente a favor de un escrutinio que favorecería la posición de Cameron?

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