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miércoles, 17 de febrero de 2016

La política de tipos cero deja a la banca española sin rentabilidad




Las comisiones, la venta de 'activos tóxicos' y los ahorros de costes mantendrán los beneficios.
El sector ha perdido un 54% de los ingresos por créditos en cinco años, al deprimirse el negocio


Lourdes Miyar / Eva Contreras
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La banca española, una vez alcanzados unos niveles de solvencia aceptables, tiene desde años el foco puesto en ganar rentabilidad. Con una menguante demanda de créditos, en un entorno de crisis económica y decrecientes tipos de interés, ha reducido sus ingresos a mínimos históricos sin que el esfuerzo en el recorte de gastos logre obtener ganancias de sus clientes por encima del coste de su capital.

Si el año pasado se hubiera preguntado a los principales banqueros españoles si en 2016 iban a mejorar los ratios de rentabilidad la respuesta unánime hubiera sido afirmativa, pero el arranque de año ha sido pésimo. Por un lado, han vuelto con más fuerza las dudas sobre el crecimiento chino y esta desaceleración golpea las previsiones para el resto de emergentes, también duramente castigados por la caída del precio del petróleo, lo que ha tenido impacto en las cotizaciones. Pero hay más. El recelo sobre la solvencia de las entidades italianas, el efecto de la debilidad de las petroleras en las francesas y el miedo a impagos de bonos en el Deustche Bank, ha provocado una volatilidad adicional en el mercado.
Ese miedo a la recesión forzará a Mario Draghi, presidente del BCE, a tomar medidas adicionales en marzo que pasan, según los analistas, por aumentar los tipos negativos a los que ahora cobra a la banca por aparcar en sus arcas los depósitos.
Todas estas circunstancias entorpecen la mejora de márgenes de la banca, que deberá recurrir a otros recursos no recurrentes para presentar a final de año unos crecientes beneficios que no defrauden ni al mercado ni a sus accionistas.
En este año, nuevamente complicado, estarán especialmente atentos a varios factores que pueden aliviar o penalizar su cuenta de resultados.

Dificultad para ampliaciones

El inicio bursátil del año ha sido nefasto. Las cotizaciones de la banca, a pesar del rebote de ayer, pierden entre el 38,78 por ciento de Liberbank y el 10,55 por ciento de Bankinter. Esto les ha devuelto a niveles no visto en años. En el caso de Bankia, por ejemplo, los precios de los títulos suponen aproximadamente cerca de la mitad al que fue vendido por BFA un paquete del 7,5 por ciento de Bankia hace dos años. El precio de venta se estableció en 1,51 euros por acción, mientras al cierre de ayer quedó a 0,74 euros. Otro caso similar es el del Santander, que en 2008 llevó a cabo una ampliación de capital de 7.200 millones a un precio de 4,5 euros. Los títulos cotizan ahora a 3,48 euros. El desplome en este mes y medio de 2016, al ser generalizado, no les expone a recibir una oferta hostil de compra, pero sí entorpece nuevas ampliaciones y les obliga a busca nuevos alicientes, entre ellos mimar el dividendo, para retener a sus inversores y convencer a nuevos.

La solvencia no preocupa

Tras años de acumular provisiones y subir capital -más de 300.000 millones desde 2008-, la principal preocupación en los momentos más duros de la crisis financiera, ya no es tal. Los niveles de solvencia media de la banca española, medida como CET1 fully loaded, se situó en el 10 por ciento, frente al 11,8 por ciento de la banca europea en los test de estrés de 2014. No se sitúa en cabeza, pero le hace pasar holgadamente el porcentaje considerado como razonable por las autoridades europeas.
Lejos quedan, pues, los tiempos en que el sector español levantaba recelos por su salud y que en 2012 obligó a recibir un rescate de más de 40.000 millones, además de crear el banco malo para aparcar allí los abultados activos tóxicos atascados en su balance.
Esa situación trajo, no sólo acumular dotaciones y capital, sino una reducción sin precedentes de la capacidad instalada, con merma de plantilla, fusiones de entidades y venta de negocios no core.
Desde 2008 las entidades han cerrado el 53 por ciento de todas las sucursales extinguidas en la zona euro, 26.859 oficinas. Son responsables del 34,6 por ciento del ajuste de plantilla, con 74.854 prejubilaciones y despidos.
Un ahorro de costes que apenas mejoró una rentabilidad que aún se encuentra, en la mayoría de los casos, por debajo del coste de capital y que sí constituye ahora la gran preocupación.

Rentabilidad imposible

Los márgenes se estrechan y cada vez hay menos negocio, casi 600.000 millones de euros desde el año 2008, aproximadamente un tercio. En los últimos cinco años los ingresos por su cartera de créditos a familias y empresas han caído un 54 por ciento. En parte porque el stock, a pesar del repunte de nuevo crédito, contigua menguando y en parte por el desplome de los tipos de interés.
En los dos últimos años el margen entre las operaciones de préstamo y los depósitos ha subido del 0,8 por ciento al 1,018 por ciento, gracias a que la retribución que se ofrece al cliente por su dinero también se encuentra en mínimos históricos. En un año, la banca se ha ahorrado casi 6.700 millones de euros en el pago de intereses a familias y a las empresas por la menor retribución de su pasivo. Pero esta leve mejoría es insuficiente para recomponer las cuentas, ni dar un soporte de cara al futuro. La bajada de los depósitos se acerca a su suelo, el nuevo crédito sigue siendo insuficiente y los tipos de interés están en caída libre.

Draghi juega en contra

El euribor ha roto hace unos días una barrera impensable, al situarse en terreno negativo y es una tendencia que viene para quedarse. El BCE, en su intento de reactivar la todavía frágil economía de la eurozona, anuncia más medidas para el próximo mes. Se da por descontado que bajará el tipo que aplica a los bancos que dejen su dinero allí, que ya se encuentra en -0,3 por ciento, entre otras decisiones.
Para los bancos todo esto supone adentrarse en un terreno desconocido, teniendo que lidiar no con tipos bajos sino por debajo de cero. Un euribor negativo no sólo erosiona la rentabilidad de sus hipotecas, sino que con tipos bajos las inversiones alternativas se vuelven más complicadas. El mercado de la deuda soberana también se encuentra en negativo y para conseguir rendimiento a los activos hay que asumir riesgos superiores, que acaban por penalizar el capital.
Atrás también quedaron los tiempos en que tanto margen de intereses como margen bruto se alimentaban en un buen porcentaje de las operaciones de compraventa de deuda y de los cupones recibidos. Según datos de Analistas Financieros Internacionales (AFI), en 2013 el 40 por ciento del margen bruto se construyó con la operativa en renta fija, y en 2015 este porcentaje disminuyó al 30 por ciento. El único efecto positivo es que se quita presión a los clientes, aliviando la morosidad.

Modelo de negocio en crisis

La superación de la crisis no llegará cuando se vuelva a hacer la misma banca de antes sino cuando el sector se adapte a los nuevos tiempos. La tendencia demográfica es contar con un porcentaje creciente de población envejecida, que no contrata hipotecas. El crecimiento económico, cuando se acabe de consolidar, será lento, lo que descarta un boom de actividad. Las tasas de ahorro son bajas, como consecuencia de que las familias atraviesan la crisis consumiendo su hucha. En este contexto es difícil imaginar cuándo se puede parar la contracción de la cartera de créditos.
A pesar de que esta tendencia acompañará al sector durante años aún no está definido por éste el nuevo modelo de negocio que debe hacer a la entidad crecer de forma sostenible y no gracias a reducir costes, limpiar balance o desprenderse de filiales y otros negocios, todo ello no recurrente.

Comisiones al rescate

La banca precisa generar más comisiones para aumentar sus ingresos. Por ello, los depósitos, sin atractivo tampoco para el cliente, no es un objetivo de negocio. Los fondos de inversión, los seguros o los planes de pensiones, con comisiones más altas sí son una prioridad en la actividad de las sucursales.

Inestabilidad que viene de fuera

Lo advirtió el FMI y el mercado lo castiga. La ralentización de las economías iberoamericanas penaliza al Santander y a BBVA, que además debe navegar en la economía turca, que, tras la crisis de las materias primas, se tambalea con un importante desequilibrio en su balanza comercial y debe lidiar con los peligros geopolíticos. Los bancos domésticos tampoco están libres de dudas. Es el caso del Popular, que para activar su rentabilidad quiere desprenderse de hasta 8.000 millones en activos inmobiliarios.

Las bondades de la limpieza

Desprenderse de activos tóxicos, que sólo generan gastos, es la mejor manera de aumentar la rentabilidad. España se dedica con ahínco a la tarea. En 2015 suponen el 14 por ciento de los activos totales y a finales de 2016 se reducirá al 11 por ciento, estima Standard & Poor?s. Según AFI, los balances soportan 238.000 millones en activos improductivos, que si fueran vendidos los bancos podrían remontar en un 5,4 por ciento su rentabilidad, liberando provisiones y ahorrando los costes de gestión y mantenimiento. La buena noticia que tal cúmulo está respaldado por una red de dotaciones que equivale al 47 por ciento de su valor y la morosidad está en descenso (aunque no deja de haber analistas que esperan que aflore morosidad no reconocida).

La guerra siempre es perversa

Con el euribor negativo, arañar décimas a la rentabilidad sería sencillo si las entidades dejaran aparcada la guerra del activo e iniciaran una subida en el diferencial de las hipotecas. Es difícil. Se prefiere captar y fidelizar a nuevos clientes, que en el presente no dejan mucho margen pero que en el medio plazo les pueden empujar los ingresos. Si la situación no cambia, en todo caso, se prevé otra vuelta de tuerca en los ajustes, de oficinas y plantilla.

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