La competitividad de la economía española. El antes y el después de la crisis. La productividad aparente del trabajo como fuente de competitividad
Ana Cristina Mingorance Arnáiz, Universidad San Pablo - CEU
La grave crisis que ha afectado a la economía mundial, y que en línea con algunos indicadores económicos de previsión, tales como el indicador IFO o el ZEW, ambos referidos a la economía alemana, todavía tiene algunos coletazos que dar, hace difícil que la recuperación de la economía española pueda basarse exclusivamente en la demanda interna. Así, la demanda externa y la competitividad son elementos claves que requieren una atención especial.
Responder a interrogantes como: ¿es la economía española una economía competitiva?, ¿ha logrado mejorar su competitividad como consecuencia de la crisis?, de ser así, ¿qué factores son los que han ayudado a esa mejora de la competitividad?, ¿qué pueden hacer las instituciones y organismos públicos para hacer de España un país cada vez más competitivo?, es el objetivo de una breve serie de documentos de análisis económico dedicados al estudio de la competitividad, los factores de los que depende, así como las políticas para impulsarla.
Cuando se habla de competitividad se puede hacer desde dos puntos de vista. Así, es posible hablar de competitividad interna, que hace referencia a la capacidad de las empresas para ampliar su cuota de mercado en el mercado nacional, y de competitividad externa, concepto más amplio y complejo, vinculado al saldo de la balanza comercial y a la capacidad del país para vender en mercados extranjeros. Es precisamente este último concepto de competitividad el que merece nuestra atención.
España es un país tradicionalmente caracterizado por la existencia de un fuerte déficit comercial que pone de manifiesto nuestra dependencia del exterior. Pero mientras existe un fuerte déficit en lo que al comercio de bienes se refiere, el de servicios ha presentado siempre superávit.
Saldo de la balanza por cuenta corriente de la economía española
(Datos en porcentaje del PIB)
Fuente: Eurostat (2014)
Esta dependencia exterior que caracteriza a España sólo ha logrado superarse, o al menos recuperarse parcialmente, en los periodos de crisis, en parte debido a nuestra menor capacidad importadora y en parte por las devaluaciones que con fines competitivos han aplicado los diferentes gobiernos. El problema surge cuando las laxas políticas monetarias aplicadas durante el periodo de expansión favorecieron las importaciones y el endeudamiento de la economía española, y porque la moneda única no nos ha permitido recurrir, durante el periodo de crisis, a las tradicionales devaluaciones que se adoptaron en 1967, 1976, 1982 y 1992. Surge entonces la duda sobre qué factores han favorecido la recuperación que se observa en el sector exterior de la economía española.
En este sentido cabe señalar que la recuperación del sector exterior se ha logrado gracias tanto a un crecimiento de las exportaciones como a una reducción de las importaciones, más de la partida de bienes que de la de servicios. En definitiva, la recuperación del saldo exterior pasa irremediablemente por mejorar la competitividad de la economía con independencia del modo en que ésta se logre. Ahora bien, a falta de las devaluaciones es necesario analizar cómo ha logrado España recobrar su competitividad.
En los próximos documentos nos iremos ocupando del papel que la productividad de la mano de obra, los costes laborales, el tipo de cambio efectivo real, los diferenciales de inflación, el tamaño empresarial o la flexibilidad del mercado de trabajo y del mercado de bienes, entre otros, han podido jugar en el proceso de recuperación de la competitividad de la economía española.
No obstante, y antes de dar por cerrado esta primera entrega, cabe preguntarse si la recuperación de la competitividad ha supuesto, en el caso de la economía española, no sólo un aumento de sus exportaciones, sino también de su cuota de mercado. En este orden cabe señalar que, aunque la mejora competitiva y exportadora no nos ha ayudado a ganar cuota en el mercado mundial, sí nos ha permitido, al menos en el caso de los bienes, aunque no tanto en el de los servicios, perder menos cuota que otros países de nuestro entorno. Así, sólo logran mejores resultados Estados Unidos, que aumenta su cuota desde 2007, y Portugal, Grecia y Dinamarca, que pierden cuota, aunque menos que España.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Como ya dijimos, el sector exterior de la economía española se ha recuperado durante el periodo de crisis, pero a diferencia de lo que ha ocurrido en crisis precedentes, no ha sido fruto de devaluaciones competitivas llevadas a cabo por el Gobierno. Las ganancias de competitividad que se observan tienen su origen en otros factores, entre ellos el comportamiento positivo de la productividad de la mano de obra.
Una mayor productividad, con independencia del motivo que la impulse, y siempre que no lleve aparejada incrementos salariales, reduce los costes de producción. Si las empresas optan por mantener sus mark-up, el crecimiento de los precios de venta se contiene o incluso se reduce, lo que nos ayudará a ser más competitivos a nivel internacional y consecuentemente a colocar más fácilmente nuestros productos en el exterior.
Una rápida visión a los datos de la tabla nos permite afirmar que, a diferencia de lo que ha ocurrido en la mayoría de los países de nuestro entorno, la crisis económica ha permitido la recuperación de la productividad de la mano de obra, que pasa de tener un crecimiento medio anual del (-0,04%) en el periodo 2001-2007, a tenerlo del (2,18%) a partir del 2008. Mientras en el resto de países de la UE-15, con la excepción de Irlanda y Portugal, la tasa media de crecimiento de la productividad de la mano de obra se desacelera, pasando en muchos casos de tener tasas de crecimiento positivas a tenerlas negativas durante el periodo de crisis.
Por otro lado, y si nos detenemos en el análisis de lo que ocurre en los diferentes sectores económicos, debemos mencionar que la situación es, con mayor o menor intensidad, y con la única excepción del sector primario, una réplica de lo que ocurre a nivel global. La productividad española, irlandesa y portuguesa se acelera con la crisis, especialmente en los sectores de la construcción y en los servicios, al contrario de lo que ocurre en el resto de países.
Que en España se ha producido durante el periodo de crisis una mejora en la productividad de la mano de obra es algo que nadie pone en duda. Ahora bien, hay que preguntarse cuáles son las razones que se esconden detrás de esta mejora. A nivel teórico las mejoras pueden basarse en dos hechos. En primer lugar, en avances tecnológicos y aumentos en la calidad de los factores productivos, lo que traería consigo incrementos de productividad prolongados en el tiempo. En segundo lugar, en la destrucción masiva de empleo, en cuyo caso el crecimiento de la productividad sólo será sostenible mientras el empleo no se recupere.
Llegados a este punto debemos ofrecer una respuesta a la siguiente pregunta: ¿será posible mantener a largo plazo el crecimiento de la productividad generado con el inicio de la crisis? En este sentido, y desde que se inició la crisis, el empleo ha contribuido positivamente al crecimiento de la productividad. Así, la destrucción de puestos de trabajo, más que el crecimiento de la producción, apoyan los incrementos productivos.
Contribución al crecimiento de la productividad total de la economía española*
* La variación del empleo se ha cambiado de signo para ver mejor su contribución al crecimiento de la productividad. La destrucción (creación) de empleo se refleja en el gráfico con variaciones positivas (negativas). Fuente: Eurostat (2014)
Pero, ¿por qué España ha destruido tanto empleo? La razón se esconde en nuestra estructura productiva, basada en sectores intensivos en mano de obra de baja cualificación, que han quedado especialmente afectados por la crisis. Así, destaca el elevado peso del sector de la construcción, que representaba en 2007 cerca del 13,5%, tanto en términos de producción como de empleo, y que ha llegado a perder casi 8 puntos en términos de producción y 5 puntos en términos de empleo. A él hay que unir el de los servicios inmobiliarios y el de las actividades vinculadas al ocio y la restauración, que guardan una estrecha relación con el turismo y cuyo peso en la producción era del 6,5% y del 27% respectivamente antes de la crisis. Además, el sector industrial, aunque cuenta con menor relevancia que en otros países europeos, es también un sector que emplea mucha mano de obra con mínima formación y que, dada la escasez de financiación y de inversión extranjera, también ha sufrido las consecuencias de la crisis.
Así, no es de extrañar que sean los sectores de la construcción e industrial aquellos en los que, dada la elevada destrucción de empleo, esté creciendo más la productividad. Si bien es el sector servicios el que merece una atención especial, pues la variación que se experimenta en la tasa media de crecimiento de la productividad, de más de 2 puntos, es fruto tanto de la destrucción de empleo como del aumento de la producción.
Descomposición del crecimiento de la productividad de la economía española por sectores
Fuente: Eurostat (2014)
De lo dicho hasta ahora se concluye que, si no hay otros argumentos que apoyen el aumento de la competitividad de la economía española, los resultados positivos que observábamos en nuestro sector exterior serán sólo un espejismo de corto plazo. Por eso debemos preguntarnos qué ha ocurrido con el comportamiento de la productividad total de los factores, la que se mantiene en el tiempo, y si hay otros elementos que estén apoyando la competitividad de la economía española.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Frente al comportamiento de la productividad aparente de la mano de obra, que en algunos países, entre ellos España, mejora por el simple empeoramiento económico, cabe preguntarse también por la Productividad Total de los Factores (PTF) o también llamada Productividad Multifactorial, que mide la eficiencia tecnológica de la economía. Una evolución positiva enviaría señales de que la mejora de la competitividad podría ser sostenible a largo plazo.
La PTF depende no sólo de la tecnología e innovación existentes, sino también de la cantidad y calidad del capital físico y humano, así como de las infraestructuras y las estrategias empresariales, es decir, del modo en que se combinen los diferentes factores productivos. Son precisamente los elementos que se esconden tras la PTF, y la imposibilidad de improvisar los mismos, los que nos llevan a considerar a estos factores como motores del crecimiento de la productividad y la competitividad en el largo plazo.
Un rápido análisis del comportamiento de la PTF nos permite afirmar que, tal y como ocurría en el caso de la productividad aparente del trabajo, también la productividad total parece tener un comportamiento contra-cíclico, siendo además el único país entre los considerados que muestra un comportamiento de este tipo. El decrecimiento de la PTF durante el periodo expansivo impidió que España convergiese en productividad y competitividad con los países de su entorno, que son además sus principales socios comerciales.
No obstante, y pese al mal comportamiento que mostró la PTF durante los años de expansión, la crisis parece haber invertido esta tendencia. Así, entre 2008 y 2013 se observa un comportamiento positivo de la PTF, al contrario de lo que sucede en el resto de países de la Unión Europea considerados. El hecho de que algo parecido ya se observase en el caso de la productividad aparente de la mano de obra nos lleva a preguntarnos si el crecimiento experimentado durante el periodo de crisis asentará las bases para corregir el gap competitivo generado durante la expansión. En este sentido, la descomposición de la PTF en su componente ciclo y tendencia, recogida en el gráfico siguiente, nos muestra, no solo el carácter contra-cíclico de la PTF tendencial, sino también un cambio en favor de las ganancias de competitividad que será posible mantener en el tiempo, pues la tendencia recoge el comportamiento de la variable en el largo plazo.
Pero, ¿en qué se basa el crecimiento actual de la PTF? Si lo que se esconde tras este crecimiento es, una acumulación de capital productivo, una mejor formación de la mano de obra, una mejor organización de la actividad empresarial, o un cambio estructural hacia sectores con mayor crecimiento de la PTF, la productividad será sostenible, y con el tiempo se observarán mejoras de competitividad, pero en caso contrario todo habrá sido un espejismo.
En este sentido, hay que señalar que, de todos los factores que pueden impulsar la PTF, es el capital humano el que está jugando un cierto papel en el crecimiento de nuestra productividad, pues aunque durante la expansión la inversión productiva privada ha sido importante, especialmente en tecnologías de la información y la comunicación (TIC), el destino de ésta, como menciona la Fundación BBVA (2010), no ha sido el adecuado, lo que impide que ahora se puedan rentabilizar las inversiones. La contribución negativa del capital que se observa en el gráfico anterior apunta en este sentido.
La inadecuada inversión en capital productivo, el retraso tecnológico y los limitados cambios organizativos llevados a cabo durante la expansión, limitan, al menos en parte, el crecimiento actual de la PTF en la economía española. Si bien, la causa que subyace a todo ello no es otra que la estructura productiva de nuestra economía. El elevado peso de los sectores intensivos en mano de obra de baja cualificación, tales como la construcción y algunos servicios, no apoya el aumento de la inversión tecnológica, como tampoco anima a la reestructuración organizativa dentro de la empresa, muy anquilosada en viejas costumbres. Además, nuestra producción industrial, muy basada en actividades maduras y de escaso contenido tecnológico, tampoco resulta de gran ayuda. En definitiva, España presenta un retardo en la incorporación de tecnología y una estructura productiva que se han convertido en un lastre para el crecimiento de la productividad y la competitividad sostenibles.
Lograr una mayor productividad a largo plazo debe ser uno de los objetivos para aumentar la competitividad y las exportaciones de la economía española. Este hecho redundará en beneficio global para el país, pues se reducirá la tasa de inflación, aumentará el nivel de vida de la población, se crearán mayores oportunidades de trabajo y se eliminarán conflictos sociales. Pero también se verán beneficiados, como se menciona en Cuadrado y Maroto (2012), los trabajadores (mayores salarios, mejores condiciones de trabajo, estabilidad laboral, desarrollo de habilidades profesionales…), los consumidores (mejores precios y productos de mayor calidad), las empresas (mejor posición competitiva y mayores posibilidades de inversión y creación de empleo) y el gobierno (mayores recursos para programas sociales).
Estos beneficios, en los que se debe ahondar, son más que suficientes para justificar, por un lado, una modernización de la estructura productiva que dote de peso a los sectores más intensivos en capital y mano de obra cualificados, y por otro, un cambio en el tejido empresarial, con empresas de mayor tamaño que son las que más gastan en I+D, y también las más ágiles y flexibles a la hora de adoptar tecnología, diversificar la producción y mejorar la organización empresarial.
Referencias
Cuadrado y Maroto (2012), El problema de la productividad en España: causas estructurales, cíclicas y sectoriales, Ed. Fundación de las Cajas de Ahorro, Madrid.
Fundación BBVA (2010), “La productividad en España: crecimiento y crisis”, Serie Capital y crecimiento nº 3 de la Fundación BBVA.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Como sosteníamos en la entrega anterior, la inadecuada inversión en capital productivo, el retraso tecnológico y los limitados cambios organizativos que han caracterizado a la economía española, fruto de nuestra especialización productiva, han marcado el retraso de su productividad y de las pérdidas de competitividad. Y si bien la restructuración de los sectores productivos a la que ha obligado la crisis, con pérdidas de peso, tanto en términos de producción como en términos de empleo de los sectores intensivos en mano de obra de baja cualificación, han ayudado a recuperar parte de la competitividad, lo cierto es que el aumento de la productividad, aunque es un factor importante que puede mantener la competitividad en el largo plazo, es sólo uno de los factores capaces de explicar esa mejora, especialmente si tenemos en cuenta que ésta ha sido lenta. Por eso debemos preguntarnos qué otros hechos han podido acaecer en la economía española para que la competitividad haya mejorado de la manera en que lo ha hecho.
En este sentido y como sosteníamos en la primera entrega, debemos recordar que tradicionalmente, y mientras la peseta fue nuestra moneda de cambio, España recurrió, de forma temporal, a las devaluaciones competitivas para impulsar sus exportaciones. Este hecho, que mejora el saldo de la balanza comercial, supone, sin duda, un empobrecimiento de los españoles frente a los ciudadanos de otros países. Si bien esta medida, al menos de una manera directa, no es factible desde que el control de la cantidad de dinero en circulación, y por lo tanto del tipo de cambio, no depende exclusivamente de las decisiones de las autoridades monetarias españolas. El euro, que ha tenido efectos muy positivos sobre la economía española, como la estabilidad comercial o la caída del tipo de interés, nos ha privado de esta medida a la hora de corregir el déficit exterior. No obstante, existen formas alternativas para conseguir efectos similares.
Así, una leve mejora de la productividad, acompañada de una reducción de los salarios y de los costes laborales, que terminen por trasladarse a precios, puede tener los mismos efectos que una devaluación de la moneda. En definitiva, es posible sustituir la devaluación nominal de la moneda por una devaluación interna. Este hecho se refleja claramente en el comportamiento del tipo de cambio real, del que nos ocuparemos en próximas entregas, pues consideramos prioritario conocer antes el comportamiento que han mostrado los salarios y los costes laborales como consecuencia de la crisis.
En lo que a los salarios se refiere, y a diferencia de lo que cabría esperar, durante el periodo de expansión el salario medio de los españoles mostró un decrecimiento medio anual de 0,38 puntos porcentuales. Si bien, este mismo salario se incrementó durante el periodo de recesión, especialmente en los primeros años de la crisis, pues a partir del 2010 el crecimiento pareció moderarse para hacerse negativo a partir del 2011. La justificación se encuentra en que durante la expansión aumentó el empleo de la mano de obra de baja cualificación, contratada con altos salarios, pero siempre más bajos que los de la mano de obra cualificada, por lo que el salario medio de los españoles experimentó algún retroceso. Por su parte, durante los primeros años de la crisis, las empresas españolas trataron de sortearla, como ya hemos comentado en entregas anteriores, con el despido de la misma mano de obra que fue contratada durante la expansión. Sólo una situación de crisis perdurable ayudó a corregir a la baja los salarios. Así, como se observa en el Gráfico 1, Grecia, Portugal, España e Irlanda, a los que se une el Reino Unido, son los países que durante el periodo 2010-2012, han reducido su salario medio en más de 1 punto porcentual. No cabe otra cosa que decir que la economía española reaccionó a la crisis, aunque lo hizo con algún retardo.
Gráfico 1. Variación media anual del salario medio (2010-2012)
Del mismo modo, España mostró durante la expansión un claro encarecimiento de sus costes laborales, fruto de problemas estructurales que lastraban el funcionamiento del mercado de trabajo. Este crecimiento, sólo superado por el que se llevó a cabo en Luxemburgo, fue especialmente elevado a partir del año 2002, y se mantuvo en dichos niveles hasta el año 2008, cuando el crecimiento de los costes laborales superó el 5,5%. Pese a la respuesta tardía que el mercado de trabajo tuvo ante la crisis, lo cierto es que España ha sido el único país, junto a Grecia, Irlanda y Portugal, capaz de corregir el excesivo crecimiento mostrado por sus costes laborales durante el periodo de expansión precedente (véase Cuadro 1).
Cuadro 1.
No obstante, esta corrección de los costes laborales no se ha producido del mismo modo y con la misma intensidad en todos sectores de la economía (Gráfico 2). Mientras la corrección ha sido especialmente intensa en el sector de la construcción (con una caída acumulada de más de 18 puntos porcentuales) y en el primario (de más de 2 puntos porcentuales de media anual), apenas se ha dejado notar en el sector industrial, mientras que el sector servicio sólo ha mostrado ligeras caídas en el periodo 2010-2012, siendo la variación acumulada a lo largo del periodo de crisis positiva (1,0%).
Gráfico 2. Evolución de los costes laborales unitarios en España según sectores (1995-2013)
No obstante, es necesario saber si la reacción a la baja de los salarios, y sobre todo de los costes laborales, han tenido su efecto positivo en los precios y en el tipo de cambio real, así como si dicho efecto ha sido lo suficientemente intenso como para mejorar la competitividad de la economía española frente a nuestros principales socios comerciales. De estos hechos nos ocuparemos en las próximas entregas.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Hasta ahora hemos visto cómo la inadecuada inversión en capital productivo, el retraso tecnológico y los limitados cambios organizativos que han caracterizado a la economía española han marcado el retraso de su productividad y sus pérdidas de competitividad. Además, una estructura productiva basada en sectores intensivos en mano de obra, sumado a la diversidad contractual que existe en nuestro país y a la regulación del mercado laboral, excesivamente protectora para los trabajadores indefinidos, han empujado a las empresas a optar por el empleo temporal, cuyos costes de despido son, para el empresario, mucho más reducidos.
No obstante, esta elevada temporalidad (en torno al 30%), muy por encima de la que presentan otros países de nuestro entorno, no sólo agrava el comportamiento cíclico del mercado de trabajo, sino que también reduce la productividad de la mano de obra, pues la formación que reciben los trabajadores temporales dentro de la empresa es menor que la de los trabajadores indefinidos, existiendo también una fuerte tendencia empresarial a sustituir capital productivo por mano de obra temporal en periodos de expansión. Es precisamente este hecho el que ha marcado, durante todo el periodo de expansión, el crecimiento de los salarios del que hablábamos en la cuarta entrega, pero también el que ha ayudado a que durante la actual crisis se haya producido una reestructuración de los sectores productivos y una moderación salarial. Ambos hechos, unidos a la reforma laboral adoptada por el Gobierno, han ayudado a recuperar parte de la productividad. Y aunque ésta es un factor importante para mantener la competitividad en el largo plazo, lo cierto es que es sólo uno de los factores capaces de explicar esa mejora, por eso debemos preguntarnos ¿Cuáles son el resto de factores?
Para dar respuesta a esta pregunta nos centraremos en tres aspectos esencialmente. Por un lado, en los diferenciales de inflación entre España y algunos de nuestros socios comerciales, fundamentalmente los países de la zona euro. Por otro, en los factores que han influido en este comportamiento de los precios, con una especial referencia a la moderación salarial. Y finalmente, en los consecuencias que todo ello ha podido tener sobre el comportamiento del tipo de cambio real.
En lo que a la inflación se refiere, mostraremos el diferencial entre la tasa de inflación de España y la de nuestros principales socios comerciales. En concreto, los países de la zona euro a los que se unen, como socios comerciales, algunos países que no utilizan el euro como moneda, entre ellos el Reino Unido, Estados Unidos y China, así como países de Latinoamérica (México o Brasil) y de África (Argelia y Marruecos).
En el gráfico siguiente, donde se recoge la tasa de inflación de España y la Eurozona-12, podemos comprobar cómo el crecimiento de los precios en España ha sido superior al mostrado por el resto de países de la zona euro, al menos durante el periodo de expansión, cuando la pérdida de competitividad de nuestro país marcaba un déficit comercial creciente. No obstante, la tendencia cambió cuando se inició el periodo de crisis. Es a partir de este momento cuando los periodos en los que el diferencial es positivo se alternan con aquéllos en los que el diferencial es negativo. Son precisamente estos últimos periodos en los que España logra recuperar parte de la competitividad perdida, y como veíamos en entregas anteriores, mejorar el saldo de su balanza comercial.
Tasa de inflación interanual de España y la Eurozona-12 excluida España (1997-2014)
Fuente: Elaboración propia a partir de Eurostat (2015)
Ahora bien, cabe preguntarse si los diferenciales de inflación que se observan entre España y la Eurozona-12 se reproducen con otros socios comerciales, pues la recuperación comercial que presenta España no puede quedar justificada sólo por la posible mejora de competitividad con la zona euro-12, sino también por las ganancias de competitividad frente a otros socios comerciales. Respecto a esta cuestión debemos indicar, como se muestra en el gráfico de más abajo, que al igual que ocurre con la Eurozona-12, también con otros socios comerciales se observa una pérdida de competitividad durante el periodo de expansión, al ser nuestra tasa de inflación superior a la de China, Estados Unidos o Reino Unido.
Diferencial de inflación de España y algunos socios comerciales (1997-2014)
Fuente: Elaboración propia a partir de la OCDE (2015)
Del mismo modo, la competitividad se recupera en el periodo de crisis, especialmente frente al Reino Unido y China, pues en el caso de Estados Unidos, y salvo en los años 2002, 2003 y 2014, los diferenciales de inflación toman valores muy bajos. En los dos primeros años la inflación española supera a la norteamericana en 1,94 y 0,78 puntos porcentuales respectivamente, mientras que en 2014 es Estados Unidos quien presenta una tasa de inflación superior a la de España en 1,84 puntos porcentuales.
A la luz de esta primera aproximación, parece que el comportamiento de los precios ha apoyado en parte la recuperación de la competitividad. La razón no es otra que el efecto directo que el comportamiento dispar de la inflación tiene sobre el tipo de cambio real, aspecto del que nos ocuparemos en entregas posteriores.
Por otro lado, y antes de entrar en más detalles sobre los factores que han influido en el comportamiento de los precios, debemos comprobar si las disparidades en los precios se observan con carácter exclusivo en el IPC, o si están presentes también en la inflación subyacente. Si las disparidades son mayores en este último caso, el carácter estructural de las mismas hará que las ganancias de competitividad puedan mantenerse en el tiempo. En relación con este hecho, cabe señalar, como se muestra en las dos tablas de más abajo, que si bien durante el periodo de expansión el diferencial de España frente a la zona euro fue similar, tanto en términos de IPC como en términos de inflación subyacente, durante la crisis el diferencial negativo a favor de España es mayor cuando eliminamos en el cálculo de la inflación los bienes cuyos precios fluctúan en mayor medida (alimentos sin elaborar y productos energéticos). Este hecho se reproduce en otros países como Grecia y Portugal.
Diferencial de inflación con la Eurozona-12 (1997-2008 y 2009-2014)
La mayor estabilidad de la inflación subyacente, y el hecho de que el diferencial de inflación medido a través de este indicador no sólo sea negativo durante la crisis, sino que haya ido a más a medida que la misma ha avanzado, deja entrever que la recuperación de la competitividad no será algo pasajero, sino que mediante la aplicación de medidas adecuadas por parte del Gobierno es posible que ésta se mantenga y el sector exterior se beneficie de la misma. No obstante, saber cuáles son los motivos que se esconden tras este comportamiento de los precios puede ser muy clarificador a la hora de comprender qué medidas pueden apoyar la perdurabilidad de las ganancias de competitividad vía precios, algo de lo que nos ocuparemos en la próxima entrega.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
En la anterior entrega veíamos cómo, durante todo el periodo de expansión, España había mantenido un diferencial de inflación positivo con sus principales socios comerciales, mientras que éste se volvió negativo con la llegada de la crisis, especialmente cuando se eliminaba la energía del cálculo de la inflación. El motivo reside en que nuestro país muestra una alta dependencia externa en lo que a la energía se refiere, por lo que la evolución de los precios energéticos está altamente condicionada por la evolución de los precios internacionales.
La evolución del diferencial de inflación tiene un efecto directo sobre la competitividad internacional de nuestro país y consecuentemente sobre el comercio, algo de lo que nos ocuparemos a continuación. Como ya hemos comentado, desde que España entró a formar parte de la zona euro, y comparte moneda con otros 18 países, las tradicionales devaluaciones competitivas que han caracterizado a España en los periodos de crisis, y que han facilitado la recuperación económica a costa de un empobrecimiento interno, no pueden adoptarse. No obstante, y pese a que el tipo de cambio en términos nominales no es libremente modificable por el Banco de España, sí son factibles las devaluaciones en términos reales.
Mientras el tipo de cambio nominal expresa el precio o valor de una divisa en términos de otra, el tipo de cambio real, al recoger el efecto de la inflación, expresa el precio de los bienes y servicios extranjeros en términos de bienes y servicios nacionales. Y es precisamente el comportamiento del tipo de cambio real, fruto no sólo de las variaciones del tipo de cambio nominal, sino también de los diferenciales de inflación frente a los socios comerciales, el que afecta a las cantidades de bienes y servicios que se pueden importar y exportar.
El tipo de cambio real, que viene dado por la expresión que sigue, sí puede apreciarse o depreciarse pese a que el tipo de cambio nominal no varíe, como ocurre en el caso de los países que comparten moneda. Pero también en el resto de casos, cuando la moneda nacional no es exclusiva del país, y las autoridades no tienen ni capacidad, ni fuerza suficiente, para modificar su valor en relación a la moneda de otros países.
Si analizamos ahora el comportamiento de este tipo de cambio real podemos concluir, en primer lugar y con carácter general, que durante todo el periodo de expansión económica la moneda española se ha apreciado en términos reales, mientras se ha depreciado a lo largo del periodo de recesión. Y en segundo, que la intensidad de las apreciaciones y depreciaciones varían en función no sólo del socio comercial, sino también del grupo de bienes a los que hagamos referencia.
Tipo de cambio real medio anual de España frente a la Eurozona-12 excluida España y variación del mismo (enero 1997 - diciembre 2014)
Fuente: Elaboración propia a partir de Eurostat (2015)
Así, cuando se analiza el comportamiento del tipo de cambio real entre España y el resto de países del Eurozona-12, podemos afirmar, como se muestra en el gráfico que sigue, que España fue poco a poco perdiendo competitividad a lo largo de todo el periodo de expansión y hasta mediados del 2008. Esta pérdida de competitividad fue resultado del diferencial positivo de inflación que a lo largo de toda la fase expansiva caracterizó a España. Por su parte, en la época de recesión, el comportamiento de la inflación parece haber calmado la escalada ascendente de nuestro tipo de cambio real, y si bien no se puede hablar de una verdadera depreciación de nuestro euro frente al euro del resto de países de la Eurozona-12, sí podemos hablar de un estancamiento de la pérdida de competitividad, que en periodos concretos del tiempo, y fruto de la menor inflación vivida por España, ha dado lugar a una depreciación real que ha mejorado nuestra exportaciones frenando nuestras importaciones.
Variación media del tipo de cambio real de España frente a la Eurozona-12 excluida España por grupos de productos
Fuente: Elaboración propia a partir de Eurostat (2015)
No obstante, la evolución del tipo de cambio real no ha sido idéntica en todos los grupos de productos. Así, en el sector de los servicios, cuya comercialización resulta menos sencilla, las apreciaciones y depreciaciones han sido más intensas que en el sector de los bienes, para los que pese a la crisis, la apreciación, aunque con menor intensidad, ha continuado.
Además de con los Estados miembros de la zona euro, España mantiene relaciones comerciales con, entre otros países, los Estados Unidos y el Reino Unido. En ambos casos, y como se observa en los gráficos siguientes, el euro se ha apreciado en términos nominales durante el periodo de expansión, y se ha depreciado durante la crisis económica, pese a las fluctuaciones vividas, especialmente en el caso norteamericano. Además, la apreciación ha sido, frente a ambas monedas, más intensa que la depreciación. No obstante, las variaciones frente al dólar han sido mayores que las experimentadas frente a la libra esterlina.
Evolución del tipo de cambio nominal y real (enero 1999 – diciembre 2014)
Entre el euro y el dólar estadounidense
|
Entre el euro y la libra inglesa
|
| |
Fuente: Elaboración propia a partir de Eurostat (2015)
Por otro lado, y si nos fijamos en el comportamiento del tipo de cambio real del euro frente a ambas monedas, cabe señalar, en primer lugar, que el euro español ha estado siempre por encima, no sólo del tipo de cambio nominal, sino también del euro del resto de países de la Eurozona-12. Esto nos ha hecho perder competitividad frente a nuestros competidores en las exportaciones a ambos países, es decir, frente al resto de países de la zona euro, quienes han aprovechado nuestra pérdida de competitividad para aumentar sus exportaciones. En segundo lugar, debemos indicar que la depreciación real ha sido mayor que la vivida en términos nominales, especialmente en el caso de la libra esterlina. Pero no sólo eso es destacable, sino que además, la depreciación experimentada por el euro español se ha situado ligeramente por encima de la del euro general, lo que sin duda ha beneficiado ligeramente a nuestras exportaciones.
Los efectos comerciales de los diferenciales de inflación se han dejado notar frente al conjunto de socios comerciales, pues la depreciación real que ha acompañado a la nominal, cuando ésta ha sido factible, ha generado ganancias de competitividad, que al menos parcialmente han conseguido recuperar parte de la competitividad perdida durante la expansión.
Contribución de los factores internos y externos a la generación de la inflación en España (1998-2014)
Fuente: Elaboración propia a partir de AMECO (2015)
Si bien todavía queda un largo camino por recorrer, y dado que las devaluaciones competitivas son imposibles de lograr, al menos en términos nominales, se hace imprescindible conocer qué variables han apoyado el diferencial de precios que ha favorecido la depreciación real de nuestra moneda. Para ello descompondremos la inflación en los factores que la generan, por un lado los factores internos, y por otro los factores importados. En concreto, cuando medimos la inflación a partir del deflactor de la demanda final, podemos afirmar, como se deduce del gráfico siguiente, que con la excepción de los años 2000, 2010 y 2011, la mayor parte de la inflación española procede de factores domésticos.
Fuente: Elaboración propia con datos AMECO (2015)
Son precisamente estos factores internos, tal y como se deduce de los datos de la tabla anterior, los que han apoyado el diferencial positivo de inflación frente a la Eurozona-12 durante la expansión, y el negativo durante la recesión. En definitiva, son los que nos han hecho perder competitividad en la primera fase considerada y recuperarla en la segunda. Si bien, éste es el patrón que se reproduce en todos los países considerados, por lo que los factores internos son la causa principal de la inflación en todos los países con la excepción de Luxemburgo, y parcialmente en Bélgica, al menos durante el periodo de expansión.
Una vez que ya sabemos que la causa de la inflación española es fundamentalmente interna, podemos preguntarnos: ¿cuáles son los factores que influyen esencialmente en el comportamiento de los precios? Para posteriormente cuestionarnos por el comportamiento de los mismos tanto en la fase expansiva como en la recesiva y saber de este modo qué variables son más vulnerables a los ciclos y deben centrar nuestra atención con el objetivo de evitar nuevas pérdidas de competitividad como la vivida durante el periodo 2000-2008.
Para conocer los factores determinantes de la inflación interna es necesario medir el comportamiento de los precios a través del deflactor del PIB, lo que nos permite desagregar la inflación en cuatro factores causantes: los salarios, la productividad, el margen de beneficios y los impuestos. Los resultados de esta descomposición, recogidos en la tabla siguiente, muestran claramente cómo en España, durante la expansión, el crecimiento de los salarios y el margen de beneficios empresarial se convirtieron en el lastre económico de la competitividad. A este hecho se une el escaso crecimiento de la productividad, sólo por encima de la de Italia, que apenas ha logrado compensar parte del crecimiento de la inflación. Por su parte, la contribución de los impuestos al crecimiento de los precios se ha situado ligeramente por encima de la media de la Eurozona, y también de la de Estados Unidos y Reino Unido.
Fuente: Elaboración propia con datos AMECO (2015)
En resumen, durante la expansión, todos los factores considerados son capaces de explicar el diferencial positivo de inflación que presenta España, pues en todos ellos nuestro país muestra un peor comportamiento que sus principales socios comerciales, dando lugar a subidas de los precios y consecuentemente a apreciaciones del tipo de cambio real mayores que las vividas en el tipo de cambio nominal.
Si nos preguntamos por lo ocurrido durante el periodo de recesión, cabe señalar, como se muestra en el gráfico siguiente, que el control en el crecimiento de los precios que se hace patente a lo largo de toda la fase recesiva es fruto, por un lado, de la mejora de la productividad, suficiente para compensar la subida de precios que se deriva del comportamiento salarial e impositivo. Pero por otro, también lo es del autocontrol que se impusieron los empresarios, quienes estuvieron dispuestos a reducir sus beneficios a cambio de evitar el cierre de sus empresas.
Este patrón de comportamiento y, en concreto, las mejoras de productividad, acompañadas de una contención en el crecimiento del margen de beneficios empresarial, se observa sólo en otro país, en concreto en Francia, donde a pesar de todo la inflación crece más que en España debido a que las ganancias de productividad son muy reducidas, y a que los aumentos salariales son mayores que en nuestro país. Sólo Irlanda y Grecia muestran una contención en el crecimiento de los precios mayor a la que presenta España. Si bien los factores que lo explican son diferentes a los de España, mientras que en el primer país son la productividad y los salarios la causa de la deflación, en el segundo, los son la moderación salarial y de los márgenes de beneficios.
Contribución de los diferentes factores económicos a la variación en el deflactor del PIB (2009-2014)
Fuente: Elaboración propia con datos AMECO (2015)
Una sencilla comparación entre el comportamiento de las diferentes variables antes y durante la crisis nos permite afirmar que en lo que a los salarios se refiere, la moderación se ha hecho patente, con mayor o menor intensidad, en todos los países, con la excepción de Alemania y Estados Unidos. Ambos países aprovecharon el periodo de expansión para aplicar políticas económicas que si bien contuvieron el crecimiento de los salarios, también han permitido, durante la fase recesiva, disfrutar de unas menores tasas de paro. Y ello pese a que el crecimiento salarial ha sido mayor incluso que durante la fase de expansión previa.
Por su parte, los empresarios han tenido un comportamiento bastante similar en todos los países, con aumentos elevados durante la primera fase considerada, y crecimientos muy moderados o incluso negativos, en la fase de recesión. Las excepciones las constituyen Reino Unido y Estados Unidos, países ambos que muestran variaciones mínimas en la primera fase, y mucho más amplias, e incluso positivas, en el segundo periodo considerado. Especialmente alarmante es el caso de Estados Unidos, donde los márgenes de beneficios se han disparado en esta fase.
En lo que a la productividad de la mano de obra se refiere, decir que para la mayoría de los países, su contribución fue mejor para la contención de la inflación durante la fase expansiva que durante la recesiva, pues casi todos aprovecharon la expansión para llevar a cabo inversiones en capital productivo en lugar de para aumentar el empleo. Sólo en el caso de Portugal, Irlanda y España la productividad aumenta más en la fase de recesión que en la de expansión, alcanzando unos mejores resultados sobre la inflación.
El comportamiento de los impuestos difiere bastante entre países. Así, mientras en unos la contribución positiva a la inflación de los mismos es mayor en la fase de expansión que en la de recesión, en otros ocurre justo al revés. Sólo Irlanda aprueba la práctica congelación impositiva durante el periodo de crisis. No obstante, la baja contribución al crecimiento de los precios que se deriva de esta variable, parece indicarnos que aunque puede ser una buena variable de apoyo a otras medidas para contener la inflación, y conseguir así mejoras de competitividad, lo cierto es que no resulta ser una variable principal sobre la que actuar, debiendo centrarse nuestros esfuerzos en el resto de variables consideradas.
Tras esta valoración general nos centramos en el caso concreto de España, para quien, como se muestra en el gráfico siguiente, la productividad siempre ha contribuido de manera favorable al comportamiento de la inflación, si bien lo ha hecho con mayor intensidad durante toda la fase recesiva, especialmente a partir del año 2009. Por otro lado, la moderación en el crecimiento de los salarios, que se habían disparado durante la expansión, y también la de los márgenes de beneficios, han ayudado a ganar competitividad. No obstante, es necesario matizar algunos aspectos respecto a estas dos últimas variables. En primer lugar, la moderación salarial no se inició hasta el 2010, con un cierto retraso que nos ha perjudicado en las relaciones comerciales con el exterior. Si bien, cuando lo ha hecho, ha supuesto un fuerte incentivo en la corrección de la inflación. En segundo lugar, y con respecto a los beneficios empresariales, decir que éstos comenzaron su contracción a partir del 2008, cuando la contribución de los beneficios a la inflación, aunque positiva, se contuvo en más de 1,25 puntos porcentuales. A partir de ese momento las contribuciones positivas y negativas de los beneficios empresariales se han sucedido, restando continuidad a esta variable en las mejoras de la competitividad.
Contribución de los diferentes factores económicos a la variación en el deflactor del PIB en España (1999-2014)
Fuente: Elaboración propia con datos AMECO (2015)
¿Llegados a este punto cabe preguntarse qué conclusiones pueden extraerse de cara al futuro?, así como ¿qué recomendaciones de política económica pueden realizarse?
No hay comentarios:
Publicar un comentario