La historia de ocho billones de euros que pueden destrozar el 2015
La deuda en dólares de países y corporaciones no estadounidenses ha crecido un 50% en cinco años. La subida del billete verde y el cambio de sesgo de la FED pueden provocar una crisis mundialS. MCCOY
Venimos contando en nuestro particular ‘directo de mercados’ –que no son sino claves de lunes a viernes para entender lo que está pasando– cómo uno de los grandes temas del año es la subida parabólica del dólar frente la práctica totalidad de las divisas mundiales.
Algo que afecta…
- no sólo a Estados Unidos, que pierde competitividad y ve a sus compañías sufrir a la hora de repatriar el 50% de beneficios que obtienen extramuros a su propia moneda,
- sino también a China, ya que el yuan, por tener su destino unido al revalorizado billete verde, se ha situado en máximos de siete años respecto al euro, su segunda mayor contrapartida comercial, afectando a su relación de intercambio; un deterioro que ha alimentado los rumores de una devaluación de imprevisibles consecuencias,
- y, sobre todo, a los emergentes, que observan compungidos cómo la depreciación de sus respectivas divisas frente a la estadounidense afecta al flujo de capitales a sus paises, encarece sus costes de financiación y, llegamos a la madre del cordero, puede condenar la viabilidad futura de sus finanzas tanto públicas como, en algunos casos, corporativas.
¿Por qué?
Miren, en los últimos cinco años el saldo vivo de la deuda en dólares de estados y firmas no estadounidenses ha crecido, ni más ni menos, que un 50%,al pasar de los seis billones de dólares a los nueve existentes en la actualidad (vid supra, gráfico de la derecha). Al cambio actual, un poco más de ocho billones con 'b' de euros, siete veces el PIB español.
Buena parte de ese incremento corresponde a emergentes, incluidas la propia China, India o Brasil, e incorpora junto a la financiación bancaria o la del mercado de bonos onshore, las emisiones offshore a través de vehículos creados al efecto que buscan maquillar la posición deudora de quienes los utilizan, muchos de ellos compañías privadas. El uso de estos instrumentos en el caso brasileño –que sufre un real en mínimos mientras el coste de su renta fija soberana se ha disparado– es especialmente sangrante.
Se trata de un salto brutal que perseguía en su momento favorecerse de los menores tipos de mercado exigidos por los inversores como consecuencia de la denominación de las emisiones o créditos en moneda fuerte. Sin embargo, dicha ventaja se ha visto más que compensada, negativamente, por el aumento del 18% que ha vivido la divisa de Estados Unidos a nivel mundial desde el verano de 2014.
Esto significa que, de media, las obligaciones con respecto a los acreedores de los países afectados se ha incrementado en casi veinte puntos porcentuales en poco más de ocho meses, afectando a su capacidad de repago, algo que se produce en un momento en el que los ingresos fiscales de muchos de los deudores, por su carácter eminentemente exportador de materias primas de todo tipo, se están deteriorando de manera acelerada mientras que la inflación que importan, como consecuencia del desplome de sus divisas, aumenta la precariedad interna y pone en riesgo la cohesión social.
Es verdad que puede que, en el ámbito empresarial, parte de esas posiciones tengan cubierto el riesgo de cambio. No es menos cierto que el porcentaje de endeudamiento en dólares en proporción al total en muchas de estas naciones se encuentra muy alejado de los niveles que ocasionaron las sucesivas crisis de finales de los noventa, siendo extraño el caso en el que superan el 40% (vid infra). Y, aunque en los más de los casos el apalancamiento supera el volumen de reservas foráneas en su banco central, pocas economías tienen problemas acuciantes de vencimientos a corto plazo.
Menos mal.
(vía Nomura)
Sin embargo, no por ello deja de tratarse de un tema sustancial en este ejercicio, cuyo segundo mes acaba de terminar.
No en vano, si realmente se produce finalmente el cambio en el sesgo de su política monetaria por parte de la Reserva Federal e inicia la subida de sus tipos de interés de intervención, el fenómeno se puede acelerar y una nueva crisis emergente de carácter mundial situarse encima de la mesa. Al final, en este tipo de países, el concepto profecía autocumplida derivada de un deterioro rápido y simultáneo del entorno suele cumplirse.
Y no, en este caso la banca no será la damnificada... por una vez.
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