Buscar este blog

lunes, 30 de marzo de 2015

Lo que Hoppe sí dijo



Lo que Hoppe sí dijo

30 Marzo, 2015

Hans-Hermann Hoppe es un conocido pensador anarcocapitalista de la Escuela Austriaca. Su libro más famoso –aunque no su mejor libro– es Democracy: The God That Failed, donde desarrolla su teoría de que la democracia es una forma de gobierno de raigambre socialista que está ocasionando un grave proceso de descivilización.
En un momento del libro en el que explica la necesidad de una alianza entre liberales y conservadores (p. 218), Hoppe dice que “Un orden social libertario no puede tolerar ni a los demócratas ni a los comunistas. Será necesario apartarlos físicamente de los demás y marginarlos. Del mismo modo, en un pacto instituido con la finalidad de proteger a la familia, no puede tolerarse a quienes promueven formas de vida alternativas, no basadas en la familia ni en el parentesco, incompatibles con aquella meta. También estas formas de vida alternativa –hedonismo individualista, parasitismo social, culto al medio ambiente, homosexualidad o comunismo– tendrán que ser erradicadas de la sociedad si se quiere mantener un orden libertario”.
Ciertos anarcófobos deshonestos han utilizado este párrafo como una exposición del peligroso pensamiento libertario; en su opinión esto demuestra que en ausencia de Estado no habría libertad de expresión y que los ecologistas y homosexuales serían purgados. Esta invectiva proestatista, no obstante, cae en dos falacias lógicas insostenibles: la falacia de la composición y la falacia del hombre de paja.
La primera consiste en generalizar las características u opiniones de un miembro al conjunto de su clase. Es decir, si Hoppe, que es anarcocapitalista, piensa X, entonces todos los anarcocapitalistas piensan X. La falacia reside en que esto no es así; y no hace falta recurrir a ningún left-libertarian para demostrarlo, baste como prueba un botón propio.
La segunda pasa por atacar la opinión distorsionada de una persona para hacer creer que se ha refutado su auténtica opinión. Por ejemplo, Hoppe piensa X, digo que piensa Y, refuto Y y entonces X ya queda refutado. En este caso, se quiere hacer pasar las ideas de Hoppe por represoras de la libertad para que, como consecuencia, deban ser rechazadas por los liberales.
Me temo que nadie que se haya leído el libro completo puede sostener de manera sincera que Hoppe aboga por exterminar a ecologistas y homosexuales. En primer lugar, porque Hoppe se caracteriza por una defensa cerrada del derecho a la propiedad privada y de la no iniciación de la fuerza, lo cual incluye necesariamente la propiedad privada de ecologistas y homosexuales y la no iniciación de la violencia contra ellos.
Segundo, porque los críticos de Hoppe suelen omitir que todo el capítulo donde aparece el párrafo está dedicado a explicar la formación de comunidades voluntarias en una sociedad libertaria y en concreto de comunidades conservadoras destinadas a defender la familia tradicional.
Así, Hoppe comienza refiriéndose al principio liberal (p. 209-210) de que “toda propiedad privada presupone una discriminación, pues si tal o cual cosa me pertenece, ello quiere decir que a usted no le pertenece y que yo estoy facultado para excluirle a usted de ella (…) Además, tanto usted como yo, propietarios particulares, podemos concertar un pacto restrictivo (protector) de nuestras propiedades.”
Más tarde, en consonancia con lo que sucedió durante la Revolución Industrial inglesa, recuerda que las comunidades privadas generalmente se han formado mediante el arrendamiento de las propiedades de los terratenientes, encargados últimos de establecer las normas de convivencia y de desarrollar las infraestructuras de la comunidad.
El respeto de estas normas conforma el contrato de convivencia que todos los arrendatarios deben respetar, de modo que el propietario tiene derecho a excluir a aquellos miembros de la comunidad que “aboguen, anuncien o hagan apología de actividades incompatibles con la finalidad esencial del pacto” (p. 216).
En comunidades conservadoras este pacto originario entre el arrendador y los arrendatarios sería la protección de la familia y es en este contexto donde se ubica el polémico párrafo inicial, esto es, la posibilidad de que el propietario excluya a todos aquellos individuos que violen la causa de los acuerdos contractuales (las formas de vida alternativas a las que se refiere Hoppe). De hecho, si releemos el párrafo lo dice expresamente: “en un pacto instituido con la finalidad de proteger a la familia”.
Pero nada impide que en un orden libre y espontáneo otras comunidades con finalidades distintas se constituyeran. De hecho, el propio Hoppe para despejar cualquier tipo de duda lo explica de forma explícita (nota 25, p. 212): “Para evitar cualquier malentendido, podría ser de utilidad resaltar que el previsible riesgo de discriminación en un mundo verdaderamente libertario no implicaría que la forma y alcance de la discriminación fuesen idéntico o muy parecidos en todos los sitios. Al contrario, un mundo libertario presentaría, muy probablemente, una gran variedad de comunidades especialmente separadas y basadas en modelos discriminatorios muy diferentes.”
Dicho de otro modo, la exclusión de la que habla Hoppe en el párrafo inicial es la misma que podría practicar cualquier club o asociación una vez un socio incumple alguno de los requisitos para ser miembro. Él mismo lo dejó claro en un artículo: “En su adecuado contexto estas frases pueden ser poco más ofensivas que decir que la Iglesia Católica debería excomulgar a aquellos que violaran sus preceptos fundamentales o que una colonia nudista tendría que expulsar a aquellos que insistieran en llevar trajes de baño. Sin embargo, si sacas el párrafo de contexto y omites la condición de “en un pacto…” entonces parece que se esté defendiendo la violación de derechos.”
Obviamente se pueden criticar las opiniones de Hoppe por efectuar malas predicciones sobre cómo sería un orden liberal. Incluso puede criticarse que haya gente que quiera fundar comunidades basadas en la defensa cerrada de la familia tradicional. Ahora bien, lo que no se puede hacer es tratar de mezclar las opiniones de Hoppe con algún tipo de pulsión totalitaria.
Los principios son claros: libertad individual, propiedad privada y derecho de asociación. Que de ahí se deriven consecuencias que no nos gustan, no debería llevarnos a violentar los principios. Esto sería puro socialismo: no me gusta la distribución de la renta y por ello utilizo los impuestos y la regulación.
La libertad pasa por respetar la autonomía ajena incluso para ejercerla de un modo que no nos agrada, esto es, para realizar pactos comunitarios que excluyan a musulmanes, a cristianos o que promuevan una sociedad multiculturalista.
Las palabras de Hoppe son meridianamente claras. El resto de interpretaciones sólo son posibles entre quienes no se hayan leído el libro o entre quienes desean atacar a Hoppe y al anarcocapitalismo a cualquier precio, incluso vendiendo su honor a la mentira.

No hay comentarios:

Publicar un comentario