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viernes, 27 de marzo de 2015


Una corrección necesaria en el sector petrolero

27 Marzo, 2015
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Históricamente, los precios bajos del petróleo han sido percibidos por muchos como algo predominantemente positivo para la economía. Esto ha sido especialmente el caso en Estados Unidos, donde la mayoría de las familias utiliza el automóvil como medio principal de transporte. Los precios bajos del petróleo permiten a las familias gastar más en actividades económica distintas de la gasolina o otros gastos relacionados con el petróleo. Históricamente, cada vez que suben los precios del petróleo (como en la crisis de 1973, la Guerra del Golfo de 1991 y en 2008, cuando el petróleo llegó a un máximo histórico de 147$ el barril), la opinión pública siempre ha considerado estos acontecimientos como una amenaza grave para la economía.
Se entendía a menudo que los precios del petróleo a la baja tenían muchos beneficios, tanto para la economía como para los sometidos a la política monetaria. Por ejemplo, la inflación de precios se reduce cuando bajan los precios del petróleo, lo que rebaja la presión sobre el banco central para aumentar los tipos de interés. Y, en igualdad de condiciones, la economía se beneficia de la estabilidad de precios y la menor intervención por parte del banco central.

Los precios del petróleo y el “nuevo normal”

Sin embargo, en el tercer cuatrimestre del pasado año la caída en los precios del petróleo no fue jaleada como algo afortunado. Por el contrario, los comentaristas afirmaron que la economía sufriría como consecuencia de ella. De hecho, desde que ocurrió la crisis financiera global, este análisis contraintuitivo se promueve como parte del “nuevo normal” que, según se cree generalizadamente, fue iniciado por los políticas sin precedentes de dinero fácil de la Fed.
Sin embargo el argumento a favor de precios altos en el petróleo no es difícil de entender lógicamente: cuanto más tiempo permanezcan los precios del petróleo por encima de los 100$, más inversión se hará en nuevos campos petrolíferos y también en alternativas energéticas al petróleo y el gas bituminoso. El resultado es un aumento en el empleo en el sector petrolero.
El coste de dichos proyectos solo estaba justificado en el caso de precios altos del petróleo. Así que, cuando los precios del petróleo bajen, muchas empresas (o al menos muchas operaciones de extracción) perderán consecuentemente competitividad y se verán obligadas a cerrar. A esto le seguirán despidos y el efecto de propagación proporciona más desempleo y un aumento indeseado en deudas malas.

¿Pulsarán el botón del pánico los bancos centrales?

En este momento aparecen los keynesianos y argumentan que los bancos centrales tienen un papel importante en “arreglar” el problema. Es decir, argumentarán que los bancos centrales deberían compensar el consiguiente riesgo de deflación aumentando la oferta monetaria.
Para empezar, advirtamos que aquí funciona un doble patrón. Cuando los precios del petróleo aumentan, los banqueros centrales afirman que hay demasiada volatilidad en los precios del petróleo y por tanto el banco central excluirá los precios de la energía de la inflación subyacente y pospondrá un aumento en los tipos de interés. Pero cuando los precios del petróleo caen, el banco central ya no se cetra en la inflación subyacente, sino que tiene una visión deflacionista más amplia que incluye los precios de la energía. Entonces la respuesta es recortar más los tipos de interés.
Independientemente de que el precio del petróleo sea alto o bajo, los bancos centrales pueden usar una justificación para adoptar una política monetaria laxa para ajustarse a la agenda que les va bien.
Es importante aclarar que los precios del petróleo a la baja que siguen a una inversión masiva en la extracción (causando despidos, desempleo y aumento en la deuda mala) pueden dañar a un grupo de personas o a determinados sectores, pero para el desarrollo a largo plazo de la economía en general, es algo bueno. Debemos entender que después de la crisis financiera de 2008, diversos recursos (incluidos los precios del petróleo) experimentaron un rebote en forma de V porque tanto EEUU como China, las dos economías más grandes del mundo, se dedicaron a un aumento sustancial en el gasto público e iniciaron programas sin precedentes de creación de crédito.
Estos programas de “estímulo” público causaron inevitablemente sobreinversión (es decir, malas inversiones) en muchos sectores y, en el ciclo más reciente, el sector petrolero es uno de dichos sectores.

El papel de China

Sin embargo, en 2010, el gobierno chino se empezó a preocupar por las malas inversiones y la inflación y el Banco Popular de China empezó a endurecer significativamente la oferta monetaria (aunque volvió de nuevo al dinero fácil el pasado noviembre). Esto llevó a una ralentización del crecimiento económico de China y la caída en la demanda llevó a una caída en los precios de las materias primas, primero del cobre y el hierro y posteriormente de la energía.
Además, el aumento en la oferta petrolífera (debido a la revolución del gas bituminoso) y la demanda reducida se combinaron para un ataque doble, hasta que finalmente apareció este año una bajada sustancial en los precios del petróleo.

Una corrección necesaria

El sector petrolífero y relacionados están afrontando lo inevitable: empresas que calcularon mal y predijeron un constante crecimiento de los precios irán a la quiebra y los recursos del sector serán adquiridos por inversores con más perspicacia. El dolor a corto plazo que está afrontando actualmente el sector petrolífero es necesario y gobiernos y bancos centrales no deben parar este proceso natural mediante estímulos mal dirigidos en un intento de impedir despidos en empresas petrolíferas. Esos intento probablemente solo beneficien a las grandes empresas petrolíferas, como vimos tras la crisis de 2008, en la que los bancos más grandes fueron los mayores ganadores.

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