El circo político de las elecciones presidenciales de 2016 ha reavivado y reforzado la creencia popular en las antiguas mentiras proteccionistas. Actualmente, tanto Donald Trump como Bernie Sanders están a favor de expandir una política comercial proteccionista, argumentando ambos que el libre comercio “destruye” empleos y perjudica a los trabajadores y productores nacionales al exponerlos a la competencia exterior. Ambos candidatos defienden una visión completamente equivocada de la economía como un juego de suma cero, en el que una parte en un intercambio gana solo cuando la otra pierde. Por supuesto, ambos están completamente equivocados.
El libre comercio no destruye empleo
Es verdad que una mayor competencia entre trabajadores nacionales y extranjeros puede llevar a una caída en las tasas salariales y posiblemente a desempleo en algunos sectores de la economía. Pero solo es un efecto a corto plazo. La libre competencia entre productores nacionales y extranjeros también lleva naturalmente a precios más bajos para los bienes y servicios que ahora pueden importarse libremente desde el exterior. Así que, mientras los salarios nominales se empujan a la baja en algunos sectores, las tasas de salarios reales aumentan en general para todos en la economía, debido a la disminución en los precios.
Gracias al libre comercio, los consumidores gastan menos dinero en ciertos bienes y servicios y esto les permite gastar más dinero en otros, lo que lleva a una creciente demanda y por tanto a beneficios en los sectores que proporcionan esta última y eso consecuentemente lleva también a más inversión por parte de los empresarios. La mayor tasa de inversión lleva naturalmente a la creación de más empleos en estos sectores y por tanto compensa cualquier aumento original en el desempleo que pueda haberse producido.
Alternativamente, los consumidores pueden decidir ahorrar la renta extra disponible que fue liberada por la bajada de precios. El aumento en la tasa de ahorro llevaría a una disminución de los tipos de interés, lo que hace rentables ciertos proyectos intensivos en capital a largo plazo que antes no lo eran. Aprovechando la oportunidad que se presenta por ese aumento en los ahorros, los empresarios empezarían a tomar prestado e invertir en esos proyectos intensivos en capital a largo plazo, lo que por sí mismo ya crea más empleos, pero también lleva a un aumento en la demanda de bienes de capital, lo que aumenta los sectores de bienes de capital y por consiguiente lleva a más inversión y creación de empleo en estos sectores.
Con el libre comercio ganan todos
El libre comercio no solo no “destruye” empleos, sino que también promueve la especialización entre naciones, lo que mejora la eficiencia y la productividad de los trabajadores y lleva a un aumento en los niveles de vida para todos. El comercio no es ninguna especie de juego de suma cero en el que si un bando gana, el otro pierde.
Cuando dos países, como por ejemplo Estados Unidos y China, comercian libremente entre sí, sus ciudadanos se ven incentivados a especializarse en aquellas líneas de producción en las que tienen una ventaja competitiva. Debido a la diferencia en datación de factores de producción, es mejor para distintos países especializarse en producir aquellos tipos de bienes y servicios que pueden producir más eficientemente en términos comparativos. Un mayor nivel de especialización, a través del efecto de economías de escala, hace a la producción más eficiente en costes.
Al especializarse en cierta línea de producción y luego intercambiar los bienes y servicios producidos por aquellos que otros se especializan en producir, la gente de un país concreto puede aumentar sustancialmente su nivel de vida porque a las ganancias en productividad les sigue naturalmente una mayor oferta de bienes y servicios por tanto un aumento en las rentas reales. De esta forma, el libre comercio permite el florecimiento de lo que puede llamarse una división “internacional” del trabajo. Igual que un mayor grado de división del trabajo puede llevar a grandes ganancias en productividad y por tanto de las rentas reales a nivel intranacional (es decir, interno para un país concreto), lo mismo puede pasar a nivel internacional.
El proteccionismo empobrece
Cuando se restringe el comercio internacional, por ejemplo con legislación proteccionista que impone aranceles sobre ciertas importaciones, se ve perjudicado este proceso de especialización y por tanto disminuyen las ganancias en eficiencia productiva. Al aumentar artificialmente el precio de las importaciones, los aranceles permiten que empresas nacionales no competitivas ni eficientes continúen operando cuando esto no pasaría en otro caso. Los consumidores se ven obligados a pagar precios más altos por los bienes cuya importación se ve penalizada por los aranceles y esto en la práctica constituye una redistribución de recursos de los consumidores a los productores nacionales.
Más importante es que el proteccionismo obstaculiza el proceso de especialización descrito en la sección anterior y por tanto impide que los niveles de vida aumenten a largo plazo o peor: pueden incluso llevar a su declive. Al favorecer los beneficios de productores nacionales comparativamente ineficientes y mantenerlos en los negocios, los aranceles impiden que el trabajo pase de esos sectores ineficientes a otros comparativamente más eficientes. Consiguientemente, como impide que se produzca un mayor grado de especialización o incluso la invierte, no pueden obtenerse los beneficios que produce dicha especialización. La productividad no aumenta (o al menos en el mismo grado en que podría hacerlo) y por tanto las rentas reales no aumentan.
Contrariamente a la retórica política populista actual, el libre comercio no “destruye empleo”. Solo puede llevar a un traslado de recursos (trabajo, capital y otros factores) de un sector o grupo de sectores comparativamente ineficientes en la economía nacional a otros comparativamente más eficientes. El proceso de especialización en las líneas de producción comparativamente ventajosas no solo no destruye empleos, sino que también permite que se produzcan grandes ganancias en eficiencia y productividad, lo que lleva a un aumento en las rentas reales. Así es como, lejos de dañar de alguna manera a los trabajadores nacionales, el libre comercio en realidad hace exactamente lo contrario: les hace más ricos. De hecho es el proteccionismo el que nos empobrece a todos, trabajadores incluidos, estimulando artificialmente negocios ineficientes, llevando a una mala asignación de recursos y declive en el nivel de vida para todos nosotros.
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