La jefa de supervisión del BCE, Danièle Nouy, ha citado a todos los presidentes de los grupos bancarios españoles para celebrar una cumbre en Madrid el próximo mes de mayo
De momento no es más que una cita a ciegas. Una fecha que se guarda con especial celo en el calendario para el mes de mayo y a la que están obligados todos y cada uno de los presidentes y primeros ejecutivos que dirigen los 15 grupos bancarios bajo control regulatorio del Banco Central Europeo (BCE). Danièle Nouy, la primera dama y supervisora en jefe de la autoridad monetaria con sede en Fráncfort, quiere verse las caras con el sector español, no se sabe muy bien si para leerle la cartilla con una visión de conjunto o para aclarar las grandes cuestiones pendientes que acechan a la banca española y suponen también un serio quebradero de cabeza para el BCE.
La cumbre bancaria de Madrid está siendo organizada con la mayor discreción por el Banco de España a partir de una carta enviada por la propia Danièle Nouy esta misma semana a todos los grandes jefes de los bancos españoles. Para los encargados del protocolo, lo más importante ahora es cuadrar las agendas, no vaya a ser que alguno de los llamados a filas se despiste en su ajetreado día a día y se vea obligado a disculpar su ausencia en una reunión que se presume del máximo interés. La intensidad en los procedimientos de vigilancia que impone de un tiempo a esta parte el BCE, unido al complicado entorno que rodea a la industria bancaria en general, obliga a cuidar con especial mimo todos los detalles de la convocatoria.
La llamada a filas de los Botín, FG, Fainé y demás capitanes de la tropa bancaria en nuestro país no suele ser nada común en las relaciones con los responsables europeos de supervisión, quienes hasta ahora han preferido manejarse en relaciones de carácter bilateral cada vez que han tenido que transmitir alguna instrucción con acuse de recibo en España. De ahí la sorpresa que, en principio, ha producido la misiva de la presidenta del Mecanismo Único de Supervisión (MUS), probablemente la persona que mayor respeto impone a los banqueros españoles y la que tiene en sus manos las recetas de lo que puede ser el régimen de funcionamiento de las entidades españolas en el más inmediato futuro.
La banca española, como acaba de reconocer José Ignacio Goirigolzarri, está abocada a una travesía del desierto en que los mayores requerimientos regulatorios del BCE se mezclan con un escenario de tipos de interés cero que contravienen la esencia del negocio financiero. Para más inri, el proceso aún inacabado de desapalancamiento que registra en los últimos años la economía española constituye la mecha de un peligroso cóctel explosivo con efectos retardados. La onda expansiva podrá comprobarse en los resultados de este primer trimestre del año, cuya evolución, al decir de algún que otro interesado, no deja conciliar el sueño a muchos de los primeros espadas del sector.
Las entidades españolas superaron los test de estrés efectuados por el Banco Central Europeo a finales de 2014; y más recientemente, en diciembre de 2015, todas ellas señalaron que cumplían también los nuevos requisitos de capital individualizados exigidos por las mismas autoridades europeas para el presente ejercicio de 2016. La solvencia de la banca española parece asegurada, máxime después de los saneamientos, ajustes y provisiones, por valor de 250.000 millones, asumidos por el sector a lo largo de la crisis financiera. Cabe recordar que frente a esta imponente cifra, equivalente al 25% del PIB, el rescate solicitado a Bruselas se situó en 41.000 millones de euros.
El cierre del primer trimestre de este año está provocando serios quebraderos de cabeza a los máximos ejecutivos de los bancos españoles
La consecuencia de todo este proceso de reestructuración tiene, no obstante, una lectura política perniciosa, porque ha convertido a la banca en cabeza de turco de las grandes tensiones sociales que ha generado la recesión económica. A ello se añaden las últimas 'medidas desesperadas' anunciadas la pasada semana por Mario Draghi, que implican a las entidades financieras en la recuperación del canal del crédito, pero que tienen también una severa contraindicación desde el momento en que estrujan los márgenes operativos por debajo del 3% que constituye el suelo de rentabilidad dentro del sistema financiero. En definitiva, el panorama puede desdibujar rápidamente la foto fija con que las entidades españolas se lavaron la cara en las últimas pruebas de resistencia llevadas a cabo por el equipo de Danièle Nouy.
La cumbre convocada para dentro de un par de meses tiene, por tanto, connotaciones muy especiales, y no es nada extraño que la presidenta del MUS quiera transmitir un mensaje con suficiente eco en todo el mercado español. Los grandes bancos del país están encuadrados dentro de lo que se considera la primera división europea, pero las cautelas del nuevo regulador único europeo no permiten ninguna relajación porque Nouy tiene ahora otros frentes a los que dedicar su máxima atención. Probablemente la visita a Madrid sea una más dentro de la gira que la 'vigilante de la playa financiera' va a realizar en los próximos meses por toda la eurozona, pero eso no debe servir de consuelo a los bancos españoles, que van a seguir estando en las oraciones, y también en el ojo avizor, de la supervisora jefa del BCE.
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