El fin de la partida de las manipulaciones del lado monetario está a la vista. Desde 2008, los bancos han hecho lo que pensaban que se necesitaba hacer para sacar a los mercados del dolor que experimentaron durante el crash. El problema, por supuesto, es que estos keynesianos y monetaristas fijaron una alta cotización de la bolsa como objetivo de la “política” y confundieron acciones en auge con crecimiento económico.
El enemigo de la prosperidad, a los ojos de los políticos económicos globales, es el deseo del consumidor de ahorrar y de las empresas de refrenar (incluso a corto plazo) sus inversiones. Por tanto, su “solución” fue el mismo veneno que ha infectado al mundo occidental a lo largo de décadas: más crédito, menores costes del dinero, más impulso a la “demanda de consumo”.
La ortodoxia actual está fallando
Pero la política monetaria “barata” simplemente ha generado economías acosadas por la deuda y una burbuja que cada vez se manifiesta más como una completa farsa. Enero vio un tirón a la baja del mercado que recordó a los inversores que lo que se impulsó al alza artificialmente no puede sostenerse eternamente. La política monetaria, aunque vaya decididamente al territorio de los tipos negativos de interés, no va a ser la medicina milagrosa necesaria para proporcionar una mejor base económica. Los austriacos saben esto desde hace mucho. Los ortodoxos están empezando a reconocerlo públicamente.
El mito del empacho de ahorro
Sin embargo, no se están aprendiendo las lecciones correctas, ni por los creadores de políticas económicas, ni por los expertos financieros. De hecho, las mentiras económicas más peligrosas siguen subyaciendo a toda la visión financiera mundial. Por ejemplo, está el tema constante de que hay un “empacho de ahorro” y de que la baja demanda de consumo es el principal enemigo que se opone a la estabilización económica. Martin Wolf escribe en The Financial Times:
que la economía global está ralentizándose de forma duradera. La OCDE ahora pronostica que el crecimiento de la producción global en 2016 “no será mayor que en 2015, siendo este el ritmo más lento de los últimos cinco años”. Detrás de esto hay una realidad sencilla: el empacho global de ahorro (la tendencia a que el ahorro deseado aumente más que la inversión deseada) está creciendo y por tanto el “síndrome crónico de deficiencia de demanda” se está agravando.
La forma económica apropiada de pensar no culpa a los ahorros del dolor económico, ni desea un intento artificial dirigido por el gobierno de convencer a la gente para que consuma e “invierta”. De hecho, la realidad económica de la situación es que hay que alabar a los ahorradores, no reprenderles, y que evitar el consumo es el medio por el que pueden liquidarse más rápidamente las malas inversiones.
Para los pensadores de la Escuela Austriaca, el colapso de la burbuja que genera la gente “atesorando” su dinero y rechazando comprar “activos” sobrevalorados es la condición previa para un futuro crecimiento económico. Esto es porque el problema es la burbuja, no el declive. La burbuja es el momento de las malas inversiones y las discrepancias entre las preferencias temporal de consumo y la asignación de recursos que resultan de la expansión artificial de la oferta de dinero. Es la falsificación de los tipos de interés lo que anima a la inversión en áreas que la economía no está dispuesta a manejar. Y aunque en el corto plazo la burbuja parezca prosperidad y buenos tiempos, es en realidad sembrar la semilla de la destrucción. Es esta parte del ciclo de auge-declive la que es destructiva y empobrecedora. El declive es sencillamente el ajuste necesario que da a la sociedad la maravillosa oportunidad de “empezar de nuevo” y hacerlo bien esta vez. Por desgracia, nunca llegamos realmente a hacer las cosas bien, porque los burócratas de la economía en nuestros sistemas de mercados no libres temen al declive más que al auge. ¡Han entendido todo al revés!
Cómo el ahorro cura los problemas causados por las burbujas
Así que el llamado “empacho global de ahorro” tiene el papel económico de animar el reajuste de los precios de activos de capital de vuelta a sus niveles adecuados. El rechazo a participar en la burbuja, es verdad, es dañino para los niveles sobrevalorados de las bolsas en todo el mundo. Pero lo que la corriente dominante no entiende es que los niveles sobrevalorados de las bolsas son el resultado de una podredumbre subyacente en el propio sistema. El dolor a experimentar en un colapso sin duda sacudirá a toda una generación de jubilados desprevenidos, especialmente a quienes confían en niveles de pensiones que estén muy ligados al rendimiento de las bolsas a corto y medio plazo.
Pero si alguna vez la economía va a deshacerse de generaciones de malas inversiones inducidas por el banco central, si la economía va a volver alguna vez a una base apropiada y sostenible de acumulación de capital, si las generaciones futuras van a vivir en un mundo verdaderamente próspero, el dolor es inevitable. Estimular los mercados y animar un consumo mal dirigido y malas inversiones será un golpe mortal para la civilización occidental. Solo el dolor a corto plazo puede permitir el crecimiento a largo plazo. El ahorro económico es la cura y ha de ser recibido con los brazos abiertos.
Publicado originalmente el 16 de marzo de 2016. Traducido del inglés por Mariano Bas Uribe. El artículo original se encuentra aquí.
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