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jueves, 17 de marzo de 2016

El crecimiento, la productividad y la competencia

 

Macario Schettino es profesor de la División de Humanidades y Ciencias Sociales del Tecnológico de Monterrey, en la ciudad de México y colaborador editorial y financiero de El Universal (México). 
   
El crecimiento económico no es otra cosa que el incremento de la productividad. En plazos breves, cuando hay recursos disponibles, puede parecer que hay crecimiento, pero en realidad no es así. Es sólo cuando se produce más con lo mismo que en realidad hay crecimiento. Esta confusión entre el crecimiento que agota recursos y el que resulta de mayor productividad suele llevar a juicios equivocados acerca de las políticas que deben impulsarse.


Ejemplo: Imagine usted un país con un millón de habitantes, de los cuales 200 mil están en condiciones de trabajar, pero sólo cien mil trabajan. Hay también en ese país otros recursos, como tierra, maquinaria, energía, de los que sólo se está ocupando la mitad. Con eso, el país produce, digamos, mil millones de pesos al año. Esto significa que el producto por habitante en el país es de mil pesos. Ahora imagine que incorporamos a las cien mil personas que no trabajaban, usando la mitad de los recursos que tampoco se usaban. Sin mejorar la productividad un ápice, ahora el país produce dos mil millones de pesos al año, y como su población es la misma, el producto por persona ha subido a dos mil pesos. Digamos que ese proceso tardó diez años en lograrse, por lo que el crecimiento anual fue de 7,0 por ciento. Una maravilla, ¿no?


Bueno, pues esta maravilla es la que hemos visto en muchos países que logran pasar de un nivel deplorable a eso que se llama ingreso medio. Tenían personas, tierra, maquinaria, energía sin utilizar, logran hacerlo, y entonces tenemos un 'milagro económico'. Eso es lo que ocurrió en muchos países latinoamericanos en el siglo XX, y ahora en China. Se puede pasar de la miseria al ingreso medio sólo ocupando lo que no se usaba, porque se encuentra cómo vender la producción adicional. Pero eso, en realidad, no incrementó las posibilidades productivas del país, sino sólo hizo realidad un potencial hasta entonces desperdiciado. En todos los casos, ese 'crecimiento' ha dado como resultado depredación ambiental, ineficiencia energética, asentamientos irregulares, y tarde o temprano hundimiento de expectativas. Puesto que se crecía, todos pensaban que ser ricos era cuestión de tiempo. Cuando eso empieza a ponerse en duda, en lugar de corregir las expectativas, lo que suele hacerse es doblar la apuesta, endeudando al país para cumplir lo que se esperaba. De ahí la década perdida de América Latina y la complicada situación actual de China.


El verdadero crecimiento, el que permite a una nación enriquecer, es el que se obtiene mediante incrementos de productividad. Cuando se puede producir algo utilizando menos trabajo, menos energía, menos inversión, entonces hay una ganancia. Cuando el incremento de producción implicó aumentos proporcionales de lo consumido, pues no hay ganancia alguna, al contrario, hay agotamiento de recursos. Por eso me parece que este tipo de crecimiento debe llamarse 'crecimiento agotador'.


¿Cómo se logra producir más con menos? Haciendo las cosas de manera diferente. Y la presión para hacerlo, dice William Lewis en El poder de la productividad, viene de la competencia. Sin competencia, no hay incentivo alguno a hacer las cosas de forma diferente, porque de cualquier manera se vende. Por eso hay que evitar la colusión entre políticos y negociantes, que frenan la competencia para esquilmar a los compradores. De ahí la relevancia de las importaciones, que permiten multiplicar la competencia en el mercado local.


La competencia es incertidumbre, y es esa incertidumbre la que permite generar riqueza. Sólo cuando algunos triunfan y otros fracasan, la productividad se incrementa, y la riqueza aumenta. Pero es muy difícil aceptarlo. Da miedo.


Este artículo fue publicado originalmente en El Financiero (México) el 8 de marzo de 2016.

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