Las negociaciones entre Grecia y sus acreedores parecen irreconciliables, pero aún no han sido mostradas todas las cartas, lo que podría condicionar el desenlace final
Cuando lean estas líneas se estará llevando a cabo la que posiblemente será la última reunión entre Grecia y sus acreedores para evitar el impago. Discutirán sobre cómo desbloquear 1,54 mil millones de euros que el país heleno debe abonar al FMI el 30 de junio. Pero, a pesar del bajo importe, la opinión mayoritaria es que no habrá acuerdo. Tsipras acusa al FMI de actuar de forma “criminal” y de tratar de “humillar” al país; los acreedores lamentan la falta de propuestas serias. Todo parece indicar que no habrá boda, pues las posturas están más alejadas que nunca, y que pronto atravesaremos líneas rojas otrora impensables.
Da la impresión, por los artículos publicados al respecto, de que los griegos se han enrocado tratando de buscar una solución final al problema. Y con solución final me refiero a una que evite volver a repetir este proceso cada dos por tres, esto es, o bien una quita o bien algo de impacto similar. Las medidas temporales no solo son insuficientes para cuadrar la maltrecha economía helena; además, garantizan que en cada negociación tengan que hacer nuevas concesiones dado su papel de deudores. Con rescates como los realizados hasta la fecha nunca saldrán del hoyo.
Por otra parte están los acreedores. Nuevas concesiones deben ir acompañadas de nuevas medidas, y, cuanto más importantes sean las concesiones, más importantes y serias deben ser las reformas planteadas, algo que dicen que no se da. Además está el auge del populismo en otros países europeos, países como el nuestro. Dando el brazo a torcer sin más, se enviará el mensaje a los países en crisis de que la Unión Europea es en realidad un chiringuito en el que cada cual hace lo que da la gana, y si alguien no quiere pagar no paga. Y punto.
Necesitamos unos acreedores que traten de llegar a un acuerdo que garantice la viabilidad, y no el sometimiento; y necesitamos unos deudores que traten de llegar a un acuerdo que garantice reformas serias y no apetecibles para terceros países. Da la impresión de que la troika se vio vencedora desde el principio: son acreedores y los griegos deudores, son fuertes económicamente y los griegos no, tienen peso internacional y los griegos no, a pesar de cometer fallos no tienen el sambenito de mentir con los números… ni de ser vagos, perezosos, de no tener una ‘cultura del pago’ fuerte. La balanza no puede parecer más desequilibrada, pero no han tenido en cuenta una variable: la peor batalla se libra contra quien no tiene nada que perder.
Alexis Tsipras, primer ministro de Grecia. (EFE)
Grecia ya ha caído tanto (su PIB se ha contraído más de un 25% desde 2008) que escenarios devastadores como serían salir del euro ya no les dan miedo. ¿Le ha ido peor a Islandia de lo que le va a Grecia? Sin nada que perder, sin miedo al peor escenario, con un electorado que prefiere seguir en el euro pero que ante todo ha votado por ‘recuperar la dignidad’… Las premisas garantizan una negociación dura, y además es que existen formas de presionar que a priori no se están barajando pero que debemos tener muy presentes.
En principio todo parecía indicar que asistiríamos a un combate de imagen: tú has mentido con las estadísticas y eres responsable de tus actos; tú nos has obligado a aceptar un rescate nefasto que solo favorecía a tus bancos, tus empresas son las principales corruptoras de nuestras autoridades… Pero viendo la deriva que han cogido las negociaciones parece que iremos más allá. ¿Alguien se ha parado a pensar que si Grecia sale finalmente del euro caerá probablemente en la órbita rusa (y china)? Justo en un momento en el que EEUU planea el mayor despliegue militar en Europa del Este desde la caída de la URSS, justo en un momento en el que las alternativas al FMI o al Banco Mundial lideradas por China empiezan a funcionar y a dejar en evidencia la política internacional de Occidente (y eso a pesar de que el gigante asiático no atraviesa su mejor momento económico).
Al mismo tiempo que Varufakis acude a la reunión de ministros de finanzas de la Eurozona en Luxemburgo, Tsipras está invitado a acudir al foro económico que se celebrará en San Petersburgo, donde, previsiblemente, se reunirá con Putin. Otra vez. Que Tsipras se acerque a Putin puede parecer una medida extrema, y en realidad lo es porque en cualquier momento el BCE puede dar orden de cortar las líneas de liquidez de emergencia, provocando el caos. Pero si la cuerda se rompe se daría el peor escenario posible para la Unión Europea, no solo por el contagio, también porque Grecia con su voto podría bloquear las sanciones a Rusia. Grecia en busca de dinero podría autorizar la instalación de bases militares extranjeras, autorizar la entrada a sus puertos de todo tipo de mercancías…
De hecho, para evitar el default los griegos no necesitan una ingente cantidad de dinero, sus pagos en los próximos meses se limitan a 1,54 mil millones al FMI el 30 de junio, 2 mil millones en letras el 10 de julio, mil millones el 17 de julio y 3,5 mil millones al BCE el 20 de julio. Si quieren conseguir el dinero lo conseguirán; otra cuestión es que tampoco le interese venderse barata a nuevos aliados internacionales. Además, simplemente con no hacer frente al pago del 30 de junio al FMI (el cual no es considerado un default por las agencias de calificación y, por tanto, no es un suceso formal para que el BCE elimine las líneas de liquidez, las cuales no pueden extenderse a países en default), crearán una tensión enorme en los acreedores.
El impago al FMI no supone un default, pero al mismo tiempo podría crear precedentes, por ejemplo con los países emergentes a los que tanto han castigado. Por ello, el FMI tendría que actuar, pero ¿cómo? ¿Quizá por ello EEUU no para de presionar tanto a Alemania como a los griegos para llegar a un acuerdo? El problema de Grecia parece financiero, y obviamente tiene un componente de este calado, pero lo más importante es la política y especialmente la geopolítica: ahí existe un campo de juego muy amplio que no se está recalcando lo suficiente.
Rusia y Grecia están unidos culturalmente, religiosamente, mantienen importantes flujos comerciales, flujos turísticos; está planeado un nuevo gasoducto en tierras helenas para finales de 2016… Rusia es débil económicamente ahora mismo, pero puede ser el as en la manga de Atenas, y tanto Europa como Estados Unidos lo saben. Por ello, quien más perdería con una salida del euro de Grecia no serían los helenos, sino la propia Eurozona. El acuerdo, aunque sea de mínimos e igualmente puedan pasar cosas otrora impensables, interesa a todos.
¿Es posible el acuerdo? Ahora mismo parece más complicado que nunca, pues las posturas se han radicalizado, pero si lo pensamos bien la troika quiere reformas ejecutadas con seriedad y ser ejemplarizante para evitar el populismo, y Syriza desea reformas, un plan definitivo, y no ser ejemplarizante para poder vendérselo a sus electores. ¿Qué tal si implementamos un plan definitivo que garantice la viabilidad, con reformas contundentes pero factibles, en donde no existan vencedores ni vencidos, y donde se evalúen periódicamente de forma objetiva las reformas ejecutadas pudiendo ser reversible si Syriza no cumple?
Dar viabilidad financiera sin quitas es tan fácil como conceder una carencia en los préstamos, acordar unas reformas comunes es una simple cuestión de voluntad, al igual que el equilibrio de las medidas. Y acordar algo definitivo sin miedo a que Syriza incumpla es tan ‘sencillo’ como establecer objetivos mesurables y periódicos que deban cumplirse y, en caso de que Syriza no tenga una actitud formal, eliminar las ventajas que se otorguen (sean quitas, carencias, extensión de plazos o lo que sea). Son solo ideas a vuelapluma, pero las posturas, por incompatibles que parezcan, no lo son, solo dependen de la voluntad. Y deberían haberla teniendo en cuenta las amistades peligrosas que Grecia maneja.
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