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miércoles, 25 de marzo de 2015

Dinámicas comerciales y geopolíticas del nuevo mercado energético

 ANA ECHAGÜE. Investigadora senior en Fride.
 
 
Los países del Golfo han apostado por la industria petroquímica para diversificar sus economías, pero la revolución del esquisto de EE UU está haciendo peligrar la expansión de esta industria al perder los productores del Golfo la ventaja que tenían en los precios de la materia prima.
 
Entre junio y noviembre de 2014 el precio del crudo ha caído casi un 40 por cien. El 1 de diciembre, tras la cumbre de la OPEP del 27 de noviembre, el barril de Brent cotizaba a 67,92 dólares, su nivel más bajo en cinco años. Desde que empezó a bajar el precio la negativa de Arabia Saudí a reducir su producción ha dado lugar a numerosas teorías de la conspiración. Algunos han argumentado que se trata de un complot entre Arabia Saudí y Estados Unidos para arruinar a Rusia o perjudicar a Irán. Otros consideran que es un ataque directo por parte de Riad a la producción de energía no convencional (extracción de petróleo y gas de esquisto) en EE UU. Ali al-Naimi, ministro de Petróleo y Recursos Minerales de Arabia Saudí, ha negado esas conjeturas y ha asegurado que Riad, lejos de dedicarse a politizar el petróleo, basa su política energética en la oferta y la demanda y lo trata como un asunto comercial. Lo más probable es que los saudíes hayan preferido mantener su producción y rebajar los precios para proteger su cuota de mercado, más aún siendo conscientes de que probablemente otros países productores (dentro y fuera de la OPEP) no harían lo mismo y, por tanto, el efecto sobre el precio del petróleo sería mínimo.
 
El exceso de abastecimiento, una demanda más débil de lo previsto derivada de la ralentización del crecimiento en China (y, en menor medida, Brasil e India) y la fortaleza del dólar (la divisa de referencia para el mercado petrolero) –y no las maquinaciones saudíes– son los responsables del precipitoso descenso del precio del crudo. La realidad es que la estabilidad del precio del crudo, alrededor de los 110 dólares el barril de Brent durante los últimos tres años, resultaba sorprendente teniendo en cuenta la inestabilidad en Oriente Próximo, la revolución del esquisto en EE UU y los altibajos de la economía mundial.
 
Solo gracias a la disrupción en la producción de algunos países en Oriente Próximo, debido a conflictos o sanciones, se ha retrasado el impacto del incremento de la producción no convencional en EE UU sobre el precio. Desde 2009, la producción estadounidense se ha incrementado en tres millones de barriles diarios (mbd), pero los cortes en Libia, Irán, Yemen, Sudán y Siria por un total de 2,4 mbd permitieron que el crudo que ya no se destinaba a EE UU encontrase mercados alternativos. Pero cuando las exportaciones de Libia e Irak empezaron a recuperarse, se produjo una presión a la baja sobre los precios. En septiembre de 2014, la producción en EE UU alcanzó 8,8 mbd y, según estimaciones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), en 2015 EE UU podría sobrepasar a Arabia Saudí como primer productor de crudo. Como consecuencia, las exportaciones de países de la OPEP a EE UU se han visto reducidas en un 50 por cien desde 2008, incrementando la competición entre países productores como Nigeria y Arabia Saudí por el mercado asiático.
 
Pero el fuerte frenazo de la demanda global ha sido la principal razón del desplome de los precios. El enfriamiento de la economía mundial, la mayor eficiencia energética en EE UU y Europa y, sobre todo, el parón en el crecimiento en China llevaron a la AIE a recortar en septiembre sus previsiones de incremento del consumo en un 25 por cien. La desaceleración en la tasa de crecimiento chino y la ralentización en niveles de producción y ventas industriales han afectado a las importaciones de petróleo que en el tercer trimestre de 2014 reflejaban un descenso del 19 por cien respecto al mismo periodo del año anterior. En los últimos 10 años, la demanda de petróleo por parte de China ha aumentado a una media del siete por cien anual, lo que representaba un 50 por cien del incremento en la demanda global durante esa década. El reciente frenazo ha llevado a un desplome en el aumento de la demanda de petróleo en ese país, que para 2014 se prevé alcance un dos por cien. Para 2015, las previsiones son de 10,6 mbd, lo que representa un tres por cien de crecimiento, menor que el cuatro por cien estimado por la AIE.
Nuevo mercado, nueva estrategia
 
Esta vez Arabia Saudí ha descartado recortar la producción como vía para intentar sostener los precios e incluso ha rebajado los precios de venta oficial de su crudo a sus clientes asiáticos y estadounidenses para intentar mantener su cuota de mercado. El reino parece seguro de poder sobrellevar un periodo de precios más bajos y ha señalado que podría vivir con un precio de 70 dólares el barril con el objetivo de alentar la demanda, restringir la oferta y equilibrar el mercado. Los responsables saudíes se muestran confiados en poder sobrellevar la debilidad en los precios a través de estímulos fiscales y monetarios. Con casi un trillón en reservas y uno de los costes más bajos de producción por barril, el país está mejor preparado que otros para soportar la bajada de precios. Por tanto, se espera que los saudíes mantengan su producción por encima de nueve mbd en 2015. Además, Riad es optimista en cuanto a que la bajada de los precios, aunque aguda, no dure demasiado y que los valores se recuperen este invierno.
 
Indudablemente, el incremento en la producción de petróleo estadounidense ha cambiado las reglas del juego. Además, el papel de productor bisagra de Arabia Saudí ha perdido relevancia en un mercado débil y, por tanto, sería arriesgado disminuir la producción. Si ya de por sí es difícil contrarrestar los movimientos del mercado, más aún en una situación en que los productores estadounidenses podrían suplantar unos posibles recortes saudíes. Dada la debilidad de la demanda, probablemente se requerirían varias rondas de recortes para estabilizar el precio. En los años ochenta, los saudíes ya intentaron estabilizar los precios disminuyendo las exportaciones de 10 mbd a tres en cinco años, aunque sin éxito, debido al crecimiento en la oferta fuera de la OPEP y al enfriamiento de la demanda. Para equilibrar el mercado habría que tener en cuenta, además de los niveles de producción, la calidad del crudo. El excedente (unos 600.000 barriles) de crudo ligero dulce, como el que se produce en EE UU y África del Norte y Occidental y su mercado, en principio, es distinto al del crudo saudí, más pesado y por lo general destinado a los países asiáticos.
 
La decisión de la OPEP, en su última cumbre de noviembre, de mantener la cuota de producción de 30 mbd vigente desde diciembre de 2011 (aunque sin especificar si se recortarán los 600.000 que se están produciendo actualmente por encima de la cuota) parece obedecer al imperativo de Arabia Saudí de embarcarse en un juego de gallina con EE UU: Riad quiere que EE UU ajuste su producción en respuesta a los precios más bajos. Pero no está claro que lo vaya a conseguir, por lo menos a corto plazo. En EE UU los costes de producción por yacimiento varían significativamente, y algunas estimaciones señalan que la mitad de los pozos seguirían siendo viables con precios de 57 dólares el barril. Además, las continuas mejoras en la eficiencia incrementan los niveles de producción de los pozos. Por último, a corto plazo los precios bajos podrían alentar a las compañías a producir más para pagar deudas y distribuir dividendos.
 
¿Pero quién aguantará más? La estrategia saudí conlleva ciertos riesgos para los productores del Golfo. ¿Cuánto tiempo de verdad pueden aguantar con precios relativamente bajos y cuánto descenderán los precios? Los ingresos provenientes de la exportación de hidrocarburos son la principal fuente para los gobiernos del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), representando más del 80 por cien. Si se trata de un cambio sistémico y no se logra reavivar la demanda, la presión fiscal podría llegar a ser insostenible para algunos países. Según Christine Lagarde, directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI), los países del Golfo dependientes del petróleo sufrirán déficit presupuestarios si el descenso en el precio perdura. Prevé que una bajada sostenida de 25 dólares por barril en el precio del petróleo reduciría los ingresos de la mayoría de los países del Golfo en un ocho por cien del PIB y colocaría a varios de ellos en una situación de déficit presupuestario. Sin embargo, también es cierto que la mayoría ha acumulado suficientes reservas para amortiguar el impacto de cualquier descenso puntual en los ingresos. En agosto de 2014 las reservas del banco central saudí alcanzaban los 747.000 millones de dólares, equivalente a más de tres años de gastos presupuestados. Otro reto a largo plazo lo supondrá la financiación de los grandes proyectos de infraestructura energética. Saudi Aramco, la empresa estatal de petróleo y gas de Arabia Saudí, prevé una inversión anual de más de 40.000 millones de dólares al año durante la próxima década para mantener la capacidad de producción máxima en 12 mbd. Los países productores tendrán problemas para financiar internamente el sector extractivo si los precios del crudo siguen por debajo del nivel en el que se equilibran sus presupuestos durante un periodo prolongado.
Tendencias geopolíticas
 
Desde el auge del precio del petróleo en junio de 2014 parece que las percepciones de riesgo geopolítico del mercado han disminuido. Aun así, hay variables inciertas que podrían perturbar los mercados: en Libia, el recrudecimiento de la pugna entre las distintas facciones podría impactar sobre la producción y exportación del país; en Irak, aunque la producción en el sur continúa sin verse afectada por el conflicto, la presencia del Estado Islámico está haciendo que la AIE revalúe sus pronósticos de producción; en Irán, continúan las negociaciones para un acuerdo nuclear que levantaría las sanciones que limitan sus niveles de exportación.
 
Además, la inestabilidad en Oriente Próximo afecta de forma negativa a la inversión que repercutirá en los niveles de producción futura, algo negativo para Irán e Irak. La producción no convencional en EE UU conlleva cambios en los flujos comerciales que a su vez tendrán consecuencias geopolíticas.
Aunque es difícil hacer estimaciones a corto plazo sobre los mercados energéticos, sí parecen perfilarse consecuencias geopolíticas a largo plazo: EE UU gana influencia, las monarquías del Golfo se vuelven más vulnerables y el foco recae en Asia.
 
La revolución de la energía no convencional ha rebajado el coste de la energía para EE UU, lo que ha supuesto un empuje para su economía. El boom energético está potenciando la competitividad de las industrias que usan el gas como materia prima, como la petroquímica o el acero, y está alimentando las inversiones en infraestructuras, construcción y servicios. Pero además, el acceso a la nueva energía le proporciona una ventaja geopolítica. Por ejemplo, a la hora de imponer sanciones a Irán, Washington convenció a los países más reacios de que el precio del petróleo no se vería afectado por el aumento de su producción de crudo no convencional. Asimismo, en las actuales negociaciones de tratados de comercio con la Unión Europea (Transatlantic Trade and Investment Partnership) y los países de la cuenca del Pacífico (Trans-Pacific Partnership), acceder automáticamente al mercado americano de gas natural licuado es un incentivo significativo. En 2011, la entonces secretaria de Estado, Hillary Clinton, creó la Agencia de Recursos Energéticos dentro del departamento de Estado con el propósito de convertir el boom de la energía nacional en una herramienta geopolítica para avanzar los intereses de EE UU en el mundo.
 
Esto no quiere decir que EE UU será autosuficiente ni que se desentenderá de Oriente Próximo. Seguirá importando un porcentaje de sus necesidades energéticas y dependerá de la estabilidad de los mercados internacionales para la continuidad del abastecimiento y de los precios. Aunque intente implementar un “reequilibrio” hacia Asia, en Oriente Próximo perdurarán importantes intereses como la lucha antiterrorista, la protección de aliados como Israel y la estabilidad del flujo energético. Tampoco querrá perder las importantes inversiones de los países del Golfo en su armamento y mercado de capitales. Continuará además protegiendo las principales rutas marítimas.
 
Mientras EE UU sale fortalecido de los cambios en el mercado energético, los países del Golfo se debilitan. La creciente vulnerabilidad de la zona se debe principalmente a los elevados gastos en que incurren los regímenes para aplacar a sus poblaciones, el consecuente consumo energético desenfrenado y la pérdida de competitividad de su industria petroquímica en la que han apostado para diversificar sus ingresos.
 
El precio por barril que requieren los países del Golfo para equilibrar sus presupuestos es cada vez más elevado. Parte de la respuesta de las monarquías del Golfo a la primavera árabe se basó en ofrecer generosas prestaciones económicas a su población para disuadir cualquier protesta. El desembolso saudí fue especialmente notable, alcanzando casi 130.000 millones de dólares destinados al desempleo, aumentos salariales, bonificaciones, construcción de viviendas y creación de puestos de trabajo. Como consecuencia, según el FMI, el precio del barril necesario para equilibrar el presupuesto en Arabia Saudí ha aumentado de 40 dólares en 2008 a cerca de 90 en 2014. La bajada del precio pondrá a prueba la capacidad de las monarquías para proveer los servicios públicos sobre los que se basa su legitimidad. Si aprovechasen el clima de bajos precios para eliminar los subsidios a los productos energéticos podrían incluso salir fortalecidos económicamente. Pero a pesar de las declaraciones de varios países al respecto, dada la delicadeza política, es poco probable que implementen los cambios necesarios, y sin las reformas a los subsidios, la demanda interna de energía seguirá creciendo con el riesgo de que el consumo acapare toda la producción de petróleo. El coste de oportunidad como resultado de las pérdidas en ingresos por exportación y el rápido agotamiento de recursos no renovables serán problemáticos a largo plazo. Si sigue con su trayectoria actual, Arabia Saudí consumirá más de lo que exporta en 2020.
 
La revolución del esquisto en EE UU también está perjudicando a los países del Golfo en su esfuerzo por diversificar sus economías. A largo plazo el camino a la sostenibilidad fiscal reside en la diversificación de los ingresos del gobierno. Los países del Golfo han apostado por la industria petroquímica como método para diversificar sus economías, pero la revolución del esquisto de EE UU está haciendo peligrar la expansión de esta industria, al perder los productores del Golfo la ventaja que tenían en los precios de la materia prima. La abundancia del gas de esquisto en EE UU ha supuesto una bajada en los precios a tres dólares British thermal units (mmBtu) y, según un informe de PwC publicado en octubre de 2014, los precios de líquidos de gas natural que se utilizan como materia prima para la producción de petroquímicos están por debajo de los de Arabia Saudí.
 
Por último, el foco recae en Asia. La revolución de la producción no convencional ha acabado por desplazar el centro neurálgico de la futura demanda de energía a Asia. El mercado energético se ha embarcado en una nueva era en que el objetivo es abastecer a Asia en lugar de EE UU –cada vez más autosuficiente– o Europa, donde se supone un descenso en la demanda. Si aumenta será por parte de China e India y, en menor medida, del sureste asiático y África subsahariana. Se espera que la demanda energética se mantenga en los niveles actuales en Europa, EE UU, Japón y Corea, con el incremento del consumo concentrado en el resto de Asia (60 por cien del total mundial), África, Oriente Próximo y América Latina. En 2030, los analistas creen que China se convertirá en el mayor consumidor de petróleo por encima de EE UU. Así, aunque la economía china crezca por debajo de las expectativas (lo hizo un 7,3 por cien en el tercer trimestre, el peor dato desde 2009), la AIE señala en su último informe anual que será el motor de la demanda de petróleo en las próximas décadas, y se convertirá en el primer importador del mundo en 2030.
 
Un tercio de las importaciones de crudo al gigante asiático provienen del Golfo. El creciente nexo con Asia se refleja no solo en términos comerciales sino también de inversión. La inversión extranjera directa en ambas direcciones aumenta, así como las joint ventures a lo largo de la cadena de producción. Desde 1983 cuando desembarcó en Kuwait e Irak, China, a través de su Corporación Nacional de Petróleo, está llevando a cabo una inversión en petróleo importante, sobre todo en Omán, Irak y Emiratos Árabes Unidos. Las compañías estatales chinas, indias y de Taiwán están relevando a los inversores tradicionales en el Golfo, las empresas occidentales, surcoreanas o japonesas. Asimismo, los operadores estatales del Golfo extienden sus actividades de distribución y refinería a los mayores mercados asiáticos.
 
Para 2015, la AIE prevé un excedente de petróleo de entre 1,5 y dos mbd. Habrá que ver cuánto caerán los precios y si la OPEP se verá obligada a convocar una reunión extraordinaria para cambiar de estrategia antes de la próxima cumbre de junio de 2015.

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