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lunes, 1 de junio de 2015

¿Hay que subir los impuestos en una crisis?

 por Juan Ramón Rallo


  1. No. Las crisis son períodos en los que el sector privado se encuentra extremadamente debilitado por hallarse en una etapa en la que necesita reconvertirse y reorganizarse. En este contexto, incrementar los impuestos a unas muy frágiles familias y empresas es como lanzar a un anoréxico a una piscina llena de sanguijuelas. En muchos casos, puede suponer la puntilla que arrastre a la sociedad a una depresión
  2. No. Si las familias y las empresas no sólo tienen que cambiar sus patrones de producción sino que, además, se encuentran hiperendeudadas, subir los impuestos supone prolongar su asfixia y abocar a muchas de ellas a la suspensión de pagos.
  3. No. Las subidas de impuestos son especialmente negativas cuando se dirigen a atacar el ahorro y la generación de beneficios. Para que una economía salga de la crisis es necesario que los agentes económicos inviertan y reduzcan su endeudamiento, lo que depende esencialmente de que ahorren más. Penalizar el ahorro y la inversión implica condenar esa economía al estancamiento o a una recuperación mucho más lenta y mucho menos intensa de lo que habría podido lograr sin el expolio estatal.
  4. No. Es verdad que los déficits públicos son muy distorsionadores debido a los recursos que dilapidan y porque pueden arrastrar al Estado a la suspensión de pagos, pero siempre existe una alternativa superior tanto al déficit como a las subidas de impuestos: reducciones muy intensas del gasto público. Si se suben impuestos y no se baja el gasto, lo único que conseguimos es convalidar desembolsos estatales inflados e ineficientes que no contribuyen a generar riqueza sino a rapiñarla. La tarea del Estado en una crisis no consiste en crecer a costa del mercado, sino en encogerse para, bajando los impuestos, dejarle espacio y oxígeno donde desarrollarse.

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