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domingo, 14 de junio de 2015

Capital y riesgo

Capital y riesgo

Estos fondos fueron en parte responsables del dinamismo empresarial en las economías avanzadas



http://economia.elpais.com/

Las señales de recuperación del crecimiento en todas las economías avanzadas coexisten con unas condiciones financieras excepcionalmente laxas, propiciadoras de una menor aversión al riesgo en todo tipo de decisiones de inversión. Incluidas aquellas que por su propia naturaleza incorporan mas incertidumbre en sus resultados, como son las articuladas en torno al ”venture capital”, o capital riesgo. Se trata de proyectos de inversión que, al menos en su concepción mas característica, el denominado capital semilla, se dirige a financiar proyectos nuevos de empresas a las que se les supone un potencial de crecimiento de ingresos y beneficios superior al promedio (a cambio de un mayor riesgo de fracaso). Junto a esos proyectos en empresas jóvenes o recién nacidas, el capital riesgo se dirige también a la toma de participaciones en empresas ya establecidas, pero cuyos fundamentos valorativos despiertan el apetito inversor de particulares, familias o fondos de inversión, nacionales o extranjeros.
En esa renovada avidez por asumir riesgo, el incentivo más poderoso radica en las muy bajas remuneraciones para activos con menor riesgo. La liquidez abundante busca opciones que mejoren una oferta de remuneración de los depósitos bancarios o de la deuda pública históricamente reducida. Los fondos de inversión en general forman parte de los beneficiarios. Según Inverco, el patrimonio de esas modalidades de inversión colectiva y las SICAV está en máximos históricos, con más de 366.000 millones.
Pero también se benefician aquellos otros fondos de respaldo menos popular que invierten en empresas en crecimiento. Han sido los de capital extranjero los que desde el inicio de la crisis han tratado de detectar oportunidades, gangas, ya sea en empresas jóvenes o maduras, aprovechando las dificultades derivadas de la sequía crediticia.
El objetivo de ese tipo de fondos está claro: tras la inyección de recursos financieros, y eventualmente mejoras en la gestión y proyección comercial de las empresas, se espera multiplicar el dinero invertido. Y cuanto antes, mejor. Esa es la finalidad de los fondos de capital riesgo que en ocasiones encuentran la contrapartida deseada en unos accionistas dispuestos a ceder el control a cambio de buenas plusvalías.
El desarrollo de este mercado ha venido impulsado por la constitución de fondos finalistas, que reciben recursos a todo tipo de inversores de cierta magnitud y que tienen asignado un propósito concreto, normalmente sectorial y con un plazo de desinversión igualmente definido, ya sea mediante la cesión a otros socios o a través de la salida a bolsa.
Han sido ese tipo de fondos los que en mayor medida fundamentaron el dinamismo tecnológico y empresarial en las economías más avanzadas. Forma parte de esa diversificación institucional e instrumental de los sistemas financieros más desarrollados, a la que se tratan de acercar las iniciativas en torno a la Unión de los Mercados de Capitales, en la UE.
En España su desarrollo es limitado, en especial en las modalidades que invierten en las fases iniciales de la vida de una empresa. Por eso, todas las administraciones han tratado de fomentar su desarrollo, pero con resultados ciertamente muy limitados. La crisis ha contribuido a abaratar y definir algunas gangas en España al tiempo que los bajos rendimientos alternativos ha fomentado el renacimiento del sector, pero en empresas ya maduras, en la mayoría de los casos. A lo largo del año pasado esos fondos captaron más recursos para invertir que en los cinco años precedentes. El protagonismo que va a desempeñar el ICO en esa dinamización sería bueno que lo hiciera en proyectos verdaderamente asociados al aumento de la natalidad empresarial, a la innovación, y no tanto al intercambio de manos de empresas rebajadas.

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