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miércoles, 25 de marzo de 2015

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¿Tiene razón Piketty?


 
Piketty es el economista de moda. Su último libro, “El capital en el siglo XXI”, un éxito de ventas indiscutible. Todo el mundo habla de Piketty. Para la revista New York, el “rock-star economist” del momento.

Es una imagen pública que no tiene nada que ver con el Piketty académico que se ha pasado quince años trabajando, con un equipo multinacional de investigadores, en la recopilación y depuración de las series estadísticas necesarias para poder analizar con datos, no con elucubraciones, la distribución a largo plazo de los ingresos y de la riqueza en las economías de mercado, de propiedad privada, un tema central de la economía política clásica que Piketty pretende situar en el centro del análisis económico actual.
El resultado final de ese ingente trabajo es un extenso ensayo -970 páginas en el original francés, 663 páginas en la traducción española- sobre la distribución de los ingresos y de la riqueza en Europa y los Estados Unidos, desde el último tercio del siglo XVIII hasta ahora, un anexo técnico disponible en internet, que incluye las fuentes históricas, referencias bibliográficas, métodos estadísticos y modelos matemáticos utilizados en el libro, y una formidable base de datos, The World Top Incomes Database, abierta a todos los investigadores interesados en estos temas.

¿Qué dice Piketty?

Básicamente, que la relación entre la riqueza y la producción ha evolucionado en todos los países ricos de forma muy similar en los últimos 140 años, como puede observarse en el gráfico siguiente. Se mantuvo en valores muy altos en el último tercio del siglo XIX, se redujo en la primera mitad del siglo XX, fundamentalmente por los estragos producidos en las dos guerras mundiales, y volvieron a aumentar en la segunda mitad.
Piketty1
 
A partir de esa evolución en forma de U, Piketty construye la tesis central de su trabajo, que es muy simple: cuando la tasa de rendimiento del capital (r) supera de manera significativa la tasa de crecimiento de la producción (g), la riqueza aumenta a mayor velocidad que la producción.
Según Piketty, cuando r > g,
“Basta que los herederos ahorren una parte limitada de los ingresos de su capital para que este último aumente más rápidamente que la economía en su conjunto. En estas condiciones, es casi inevitable que los patrimonios heredados dominen por mucho a los patrimonios constituidos a lo largo de una vida de trabajo, y que la concentración del capital alcance niveles muy elevados y potencialmente incompatibles con los valores meritocráticos y principios de justicia social que son el cimiento de nuestras sociedades democráticas”.
Es un razonamiento inquietante que Piketty repite en distintas partes del libro. En el capítulo que cierra el libro, que titula Conclusión, escribe bajo el subtítulo “La contradicción central del capitalismo: r < g”, lo siguiente:
“La principal fuerza desestabilizadora [del capitalismo de libre mercado y propiedad privada] se vincula con el hecho de que la tasa de rendimiento privado del capital r puede ser significativa y duraderamente más alta que la tasa de crecimiento del ingreso y la producción g.
La desigualdad r > g implica que la recapitalización de los patrimonios procedentes del pasado será más rápida que el ritmo de crecimiento de la producción y los salarios. Esta desigualdad expresa una contradicción lógica fundamental. El empresario tiende inevitablemente a transformarse en rentista y a dominar cada vez más a quien sólo tiene su trabajo. Una vez constituido, el capital se reproduce sólo, más rápidamente de lo que crece la producción. El pasado devora al porvenir".
Una auténtica carga de profundidad contra el capitalismo de libre mercado, si se tiene en cuenta que las apocalípticas profecías de Marx están basadas precisamente en un proceso mecánico de acumulación progresiva del capital generado, similar al que predice Piketty, pero justamente por la causa contraría a la que dice Piketty, por la tendencia decreciente de los rendimientos del capital, de r en la terminología de Piketty.
Piketty reconoce expresamente esta confluencia entre sus tesis y las marxistas, bien que por razones opuestas, cuando dice:
“el principio de la acumulación infinita defendido por Marx contiene una intuición fundamental para el análisis tanto del siglo XXI como del XIX, y que es en cierta manera aún más inquietante que el principio de escasez tan apreciado por Ricardo. Ya que la tasa de incremento de la población y de la productividad permanece relativamente baja, las riquezas acumuladas en el pasado adquieren naturalmente una importancia considerable, potencialmente desmedida y desestabilizadora para las sociedades a las que atañen. Dicho de otra manera, un bajo crecimiento permite equilibrar tan solo frágilmente el principio marxista de acumulación infinita: de ello resulta un equilibrio que no es tan apocalíptico como el previsto por Marx, pero que no deja de ser perturbador. La acumulación se detiene en un punto finito, pero ese punto puede ser sumamente elevado y desestabilizador.”
O sea, el futuro que predice Piketty, armado con su impresionante arsenal de datos, no es tan negro como el que pintaba Marx, pero casi. Menos mal.
Si todo depende de la evolución de (r), del rendimiento del capital, la pregunta clave es la que se hace asimismo el propio Piketty: “¿hay razones profundas que expliquen por qué el crecimiento del capital debería ser sistemáticamente superior a la tasa de crecimiento?”. Y su respuesta es que no, que “se trata más de una realidad histórica que de una necesidad lógica absoluta”.
¿Puede sorprender a alguien que The Economist haya considerado a Piketty como un moderno Marx?

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