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lunes, 16 de marzo de 2015

Inestabilidad en las divisas

 
 
No vale sólo con la caída del euro, hay que apostar también por la inversión productiva en I+D.

Nuevamente volvemos a mirar al año 2007 y el inicio de esta crisis. Las economías desarrolladas colapsaron ese año, con mayor o menor retraso la crisis se extendió a las más endeudadas. Los altísimos niveles de préstamos contraídos por el sector privado (familias y empresas) no fueron acompañados de un incremento de rentas en consonancia con el avance del apalancamiento; la obligación de pagar las deudas rebajó sensiblemente la renta disponible de las familias y el consumo empezó a contraerse alarmantemente. A partir de ahí ya conocen el efecto: fuerte aumento del desempleo y la desigualdad; la contracción del consumo por caída de la renta disponible se agrava por el problema de la contracción de balances; tanto empresas como familias comienzan a amasar dinero en efectivo y aceleran más la caída del consumo.
 
EEUU tira de política monetaria ortodoxa -rebaja de tipos de interés- y no ortodoxa, quantitative easing -QE-; la base monetaria, monedas y billetes, aumenta. La rebaja de tipos potencia la demanda interna pero con un efecto colateral: la depreciación del dólar. El efecto de las medidas monetarias es doble: por una parte aumento del consumo interno, pero a la vez potencia el crecimiento por la vía de la balanza comercial, la diferencia entre exportaciones e importaciones. La devaluación de la divisa abarata los productos domésticos y encarece los productos importados, sesga el consumo privado hacia productos nacionales y, además, permite exportar más.
 
Ahora que EEUU parece haber recobrado el vigor y estabilidad del crecimiento, la Fed comenzará a normalizar su política monetaria, algo anunciado desde hace tiempo. Subida de tipos de interés y reducción del balance, si prefieren recortar el volumen de billetes en circulación, aparecen ya en un futuro inmediato. Ese recorte provocará una apreciación del dólar frente a otras divisas.
 
Pero, coincidiendo en el tiempo, el área euro, de enorme importancia económica mundial, constata cómo su demanda interna continúa débil, después de haber reducido los tipos de interés a cero y sin haber conseguido impulsar la demanda interna. Ahora el BCE imprimirá euros a un ritmo de unos 60.000 millones mensuales, durante año y medio.
 
Ello provocará, ineludiblemente, la depreciación del euro. Europa comenzará a exportar su crisis, con el aumento de la posibilidad de vender más en el exterior, y contraer importaciones, y eso asusta en América y preocupa.
 
Mal momento en una visión global para este QE. Se cruzan en sentido opuesto las actuaciones de la Reserva Federal y el BCE, lo que provoca fuertes movimientos de paridad entre, probablemente, la dos divisas más importantes del mundo, dólar y euro, en inestabilidad; con lo que ello significa, afectando, además, a muchos bloques. Mal momento también por la situación mundial: la actividad global, utilizando los informes del FMI, se desacelera. No olvidemos Japón y sus medidas para salir de su estancamiento secular.
 
No es exagerado decir que Europa exporta su crisis. Miremos a Suiza y los problemas cambiarios del franco suizo; también a Dinamarca que tiene serios problemas para mantener la corona danesa dentro de la banda de ligazón con el euro y es pasto de la especulación frente a su divisa. Multitud de bancos centrales, desde el banco sueco hasta el turco, han movida ficha y la mayor parte proceden a rebajar tipos en un intento de que su divisa se vea lo menos perjudicada para no afectar a la balanza comercial.
 
Pero estos movimientos son preventivos pues, hasta inicio de este mes, el BCE no ha comenzado su compra de bonos. El problema de verdad, los efectos telúricos de la política no ortodoxa, vienen ahora cuando el BCE comienza a actuar. En esta inestabilidad de las divisas que, como comentaba al principio viene provocada por los problemas de alto nivel de deuda y la herencia que nos ha dejado (desempleo, bajo crecimiento a nivel mundial y no local), puede complicarse el panorama mundial. Cierto que los países emergentes tienen unos niveles de deuda pública bajos, pero sus empresas se han endeudado fuertemente y eso puede provocar problemas de financiación y de quiebras.
Inestabilidad financiera en momentos de rebaja de la actividad es mala combinación. Más preocupa EEUU, de donde han salido, principalmente, los recursos prestados a esas empresas. La preocupación también es general, por último, para quien se haya endeudado en las divisas que se fortalecen de una forma mucho más rápida.
 
A España la devaluación del cambio le viene bien. Cierto que nuestros principales socios son los países del área euro, pero España tiene grandes intereses comerciales en América, especialmente en Iberoamérica. La devaluación del euro puede compensar la atonía de aquellas economías, tirar de nuestras exportaciones hacia allá, algo necesario para un crecimiento saneado, máxime cuando el repunte de nuestra demanda interna nos hace vigilar, con preocupación, la evolución del saldo de la balanza comercial. Porque ¿realmente ha habido un cambio de nuestro modelo económico, aquel que debía propiciar un superávit comercial?
 
Conviene resaltar que nuestro principales socios comerciales pertenecen al área euro y potenciar las exportaciones conlleva especializarse; disminuir las importaciones pasa por fabricar esos productos de alto valor añadido en nuestro país. No vale solo con la caída del euro: hay que apostar por inversión productiva I+D. La divisa nos puede dar tiempo, más aún, pero siguen siendo necesarias las reformas.




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